Queridos amigos,
Si hay alguna intención en mi manera de escribir, y en estos boletines (o “charlas informales”), quizá sea crear, en medio de la distracción que gira y rueda en el mundo exterior, un refugio para la mente conmovedora. Mientras se gesta la tormenta también debe haber, necesariamente, una calma o un lugar de serenidad que la contrarreste. Es demasiado fácil olvidar que cada uno de nosotros tiene una conexión intrínseca con el flujo creativo y transcendental de la vida. No somos cuerpos separados, seres biológicos accidentales que se agitan a través de las azarosas aguas de la vida; aunque a menudo nuestro manejo de los procesos sociales, culturales y políticos haga que nos sintamos de esa manera. La vida moderna se está haciendo cada vez más caótica, y en estas circunstancias es fácil engañarse y desconcertarse. Actualmente nos enfrentamos a un vacio cultural y moral, y se nos venden distracciones superficiales que nos alejan de nosotros mismos. En breve, hemos entrando en un espectáculo de hiperrealidad. Pero, como en la historia del mago de Oz, detrás del telón hay mucho más que mentiras.
En mi libro más reciente, “Los tiempos del bardo”, he analizado cómo gran parte de nuestra vida actual parece una hiperrealidad. Es como si la vida tecnológica moderna estuviese tejiendo un ensueño de realidad para remplazar lo Real: tal es la simulación. En mi ensayo «Bienvenidos al engaño» (que podéis encontrar debajo) hablo sobre el truco de prestidigitación de un mago. Vivimos una época en la cual lo falso (fake) es la nueva “novedad”, y ahora tenemos el término ultrafalso (deepfake) que representa el aluvión de información que se canaliza a través de nuestros medios de comunicación y canales populistas. Se hace cada vez más difícil distinguir lo que es real o “aproximadamente real”. Y entre todo esto estamos perdiendo la conexión con nosotros mismos. Pero la verdad –la verdad enriquecedora– nunca está demasiado lejos. Solo tenemos que permitir que se haga patente, que se manifieste a través nuestro. Necesitamos empezar a cambiar de ser los receptores a ser los transmisores. Es decir, en lugar de ingerir y aceptar toda la falsedad, simulación y distorsión externas, tenemos que presentar –irradiar– nuestro propio sentido interior firme de fundamento y equilibrio.
Es hora de buscar nuestra propia luz. Como cito en mi nuevo libro “Hilos de oro”:
si sale el sol externo,
pero el interno no lo hace
nada se ha logrado.
Ha llegado el momento de que nosotros mismos demos un paso al frente, por nosotros y por los demás. Es hora de hacer un alto, de encontrar tiempo para nosotros mismos para no vernos envueltos en los debates frustrantes que llenan nuestras noticias y sistemas políticos. No os dejéis arrastrar –es un mar que ahoga–¡y hay dragones!(como solían decir los cartógrafos). Ha llegado la hora de que cada uno de nosotros busque, encuentre, y cuide sus lugares de refugio.Y esa es ahora mi intención, cultivar un lugar de acogida: y todos sois bienvenidos…
Gracias por acompañarme…
Cordialmente – Kingsley
Por favor, clica en este enlace para acceder al ensayo –