«Tal como somos,  en la mayoría de los casos los hombres somos criaturas de las circunstancias, confinados a las sensaciones del mundo exterior… y las alegrías y las penas de la vida no son más que ecos de los acontecimientos exteriores. Esta esclavitud se debe a la dominación del cuerpo… Ávidos de goce y temerosos del dolor, llegamos a depender de los demás y, recibiendo nuestras alegrías y penas de otros, sufrimos una miseria y una humillación interminables… Este estado de aprisionamiento es la condición perenne del hombre… Pero el anhelo de ser libres está alojado en una capa tan profunda del corazón humano que mil argumentos son impotentes para desarraigarlo».

Sri Aurobindo – «Prisión y libertad» (un ensayo, 1909)

 

Es extraño, muy raro, que la humanidad haya llegado tan lejos en su viaje y, sin embargo, siga aferrada a un pensamiento tan anticuado. Incluso hoy en día, un gran número de personas siguen pensando que cuando mueren, eso es todo. Están muertos. Desaparecidos. No hay más. La vida después de la muerte del cuerpo físico sigue pareciendo increíble para muchos. ¿Por qué ha de ser así? ¿Por qué tanta gente sigue creyendo que la vida es un asunto transitorio? Es una creencia de separación; una vida de un parpadeo momentáneo en la inmensidad de las cosas. Es hora de cambiar en masa nuestra forma de pensar. O sea, no solo los individuos dispersos, sino colectivamente, como una especie entera. Tenemos que reaprender –re-cordarnos– para reconocer que toda la vida está intrínsecamente conectada ya que toda ella sigue siendo parte de la misma fuente de energía. La materia es un estado de vibración. Al igual que el agua puede ser líquida, sólida y gaseosa, también la frecuencia puede ser campos de energía, ondas y partículas físicas. Todo lo que se manifiesta ha surgido a través de un cambio de frecuencia energética. Todo es vibración – el inventor Nikola Tesla dijo lo mismo. La forma surge de la no-forma. En todo momento, la forma está relacionada y conectada con el estado energético de la no-forma.

La vida humana –de hecho, toda la vida– es algo más que lo que nuestros ojos físicos pueden ver. Nuestros sentidos son limitados mientras están dentro de un estado de adormecimiento físico. Es decir, cada uno de nosotros sabe –instintivamente en nuestras profundidades– que somos más que el vehículo físico que habitamos. Las religiones han sido tentativas de reengancharnos a este conocimiento perdido de nuestra existencia innata dentro del fondo de consciencia infinito. La palabra «religión» procede de la palabra latina «religare»: atar. A través de las prácticas religiosas somos compelidos a recordar y reconocer (re-conocer) nuestro vínculo inherente con la Fuente de la cual somos una manifestación en el componente energético físico. Y, sin embargo, en nuestras culturas se dice que somos «espirituales» cuando intentamos seguir estos caminos y prácticas de recuerdo y vinculación. Sin embargo, ¿por qué debería considerarse «espiritual» perseguir nuestra herencia natural, nuestro linaje de existencia? Existir es ser «espiritual», ya que estamos en un camino infinito del espíritu, del alma. Somos almas encarnadas. Tenemos una experiencia de vida a través del vehículo de un cuerpo físico. Estar vivo es ser espiritual porque somos ese Espíritu. ¿Por qué definimos y categorizamos lo «espiritual» como algo distinto, algo aparte? ¿Por qué hemos renegado de nosotros mismos durante tanto tiempo?

Hemos estado correteando persiguiendo nuestra propia cola. Como seres humanos, tendemos a impedir nuestro avance la mayor parte del tiempo. Es hora de dejarnos pasar para permitir que el flujo de la energía vital se mueva a través nuestro, sin el bloqueo constante. Lo tangible y lo intangible coexisten como aspectos de la misma cosa. Somos energía y materia al mismo tiempo: espíritu y biología coexisten como una fusión. Es hora de honrar esa fusión sanando nuestra fragmentación. Hemos dejado de lado la línea telefónica y hemos perdido de vista la conversación: el diálogo entre el yo y el Ser. Son uno y el mismo: partes de ello y nunca separados. Es esta comprensión la que ahora tenemos que adoptar si queremos prosperar como especie en la encarnación física. Si no somos capaces de reconocer estas verdades fundamentales, es probable que nos desviemos de nuestro camino evolutivo. Y si estamos fuera de resonancia con nuestro viaje evolutivo, caemos en el estancamiento y, en última instancia, no logramos evolucionar más. Llegamos al final de nuestra trayectoria física. La vida continúa en otra parte, en otras manifestaciones y expresiones. La vida siempre es y siempre será. ¿Dónde estaremos nosotros? ¿Dónde nos situaremos en el gran tapiz cósmico de la expresión viva?

La vida tiene un sentido. Todo tiene sentido, porque la existencia es puro sentido. Como descubrieron los psicólogos existenciales, el sentido de la vida aporta propósito y motivación. Sin embargo, en lugar de esforzarnos por buscar el sentido, como en las «experiencias cumbre», podemos partir de la base de que la vida es intrínsecamente significativa por el hecho mismo de estar vivos. Ya sea como parte de la Fuente, o como un punto de expresión física, somos significativos. Somos pura existencia. Somos todo lo que es y todo lo que será. Estamos en una danza, una conversación, una relación, con nosotros mismos. Tú, yo, todo. La fragmentación que vemos a nuestro alrededor es solo un aspecto percibido de la totalidad, no está separada de ella. Depende de nosotros cerrar esa brecha, volver a unirnos a la fiesta. Es hora de encontrar el camino de vuelta a casa.

 

El camino de vuelta a casa – Las comunicaciones de ABE

Como he mencionado anteriormente, he estado colaborando durante varios años con una amiga y colega que recibe comunicaciones directas del campo unificado de consciencia. Hemos estado cooperando desde finales de 2018 en lo que se han llamado las «comunicaciones ABE». ¿Quién es ABE?

ABE no es un ser, una persona, una especie: ABE es Todo. ABE es la fuente de toda manifestación: el campo colectivo del punto cero del que nace toda la materialidad. También es tú y yo. ABE se refiere a la Fuente colectiva, pero prefiere llamarla Unidad. La unificación es uno de los temas principales de las comunicaciones de ABE. En palabras de ABE:

Somos una multitud que no ha nacido nunca en el mundo de la forma física tal como ustedes la conocen, pero entiendan que en gran medida seguimos siendo una parte… No somos más que su estado original de ser, es solo que ustedes tienen las condiciones de un cuerpo que, en cierto modo, crea una interferencia vibratoria diferente. Porque verán, no tenemos un cuerpo físico y no estamos en un punto de lugar solamente, salvo cuando estamos en comunicación con ustedes… Queremos guiarlos hacia el camino de regreso a casa, aquí y ahora.

 

ABE dice que «Todo el conocimiento del cosmos está disponible como una sinfonía, un entretejido de la existencia». Además, no se trata de una forma de «canalización». Los materiales de ABE son comunicaciones positivas e inspiradoras que nos instan a encontrar nuestro camino de vuelta al equilibrio: desde una «mente escindida» hacia la «resonancia del hogar». Estas comunicaciones no son una canalización sino un permitir. Cada persona puede «permitir», ya que cada persona es una expresión física (un «punto de localización») del mismo campo unificado. En el futuro, se nos dice, está será una capacidad natural de los seres humanos. Todas las inteligencias del cosmos, que están alineadas y en equilibrio, están en continua comunicación con la Fuente; solo que la humanidad se ha «escindido» de esto. El punto que hay que repetir aquí es que estas comunicaciones no deben considerarse como una forma de «canalización» como se conoce comúnmente. La canalización suele tener lugar entre una entidad y un ser humano: a menudo esta entidad es un espíritu desencarnado, una inteligencia/especie sensible u otra forma de ser no terrestre. Sin embargo, en este caso, las comunicaciones se reciben de la Fuente de nosotros mismos. En otras palabras, estamos en comunicación con la parte «superior», o no manifestada, de nuestra alma espiritual. Por esta razón, se nos informó de que no debíamos considerar esto como una canalización, sino como un permitir. Estamos «permitiendo» que una parte de nuestro ser encarnado se comunique con la Fuente Unificada. Por así decirlo, no estamos en contacto con otro «ser» sino con nuestro propio Ser. Y puesto que cada persona tiene esta capacidad, este contacto, se considera una forma de «permitir»: solo tenemos que permitírnoslo a nosotros mismos. ABE se refiere a estas comunicaciones diciendo que constituyen el camino de vuelta a casa.

La frase «el camino de vuelta a casa» significa más de lo que las letras o las palabras describen. Es fácil pensar que una «casa» significa un lugar, ya que los humanos están condicionados a pensar y percibir a través de la lente de lo físico. Sin embargo, Abe dice que «el hogar no es más que un espacio, nunca un lugar, porque en tu existencia humana, si hay un espacio, su propósito no es otro que llenarse». El espacio nunca está vacío, sino que siempre está lleno de existencia vital, porque en el campo unificado de la consciencia pura no existe el espacio vacío. Por lo tanto, no debemos tener miedo de este espacio en el que nosotros, y todas las cosas, existimos:  «deteneos allí, aunque solo sea por un momento, y sentid esta sensación de plenitud, no porque estéis llenos, sino porque os habéis abierto para permitirlo. Esto no es más que estar de vuelta en casa; el hogar desde donde podéis ver que todos los caminos se encuentran y todas las cosas fluyen».

A diferencia de la casa física, donde almacenamos objetos y guardamos nuestras cosas, el espacio de nuestra morada interior es el lugar donde todo puede concurrir sin necesidad de colocarse en un sitio o de que se le dé una ubicación. Es el espacio para que el flujo vital se exprese continuamente; es el Hogar dentro de nosotros donde siempre nos sustentamos y que no necesitamos alimentar a través de gratificaciones externas. Si sentimos la necesidad de ir hacia el exterior, es porque se nos aleja de nuestro Hogar y se nos tienta con la idea de que necesitamos algo para llenar un «vacío». Pero esto nunca es así, y tales acciones y creencias solo nos dividen más. No hay ningún vacío, y cualquier lugar semejante a un vacío tendría que haber sido creado por nosotros. A medida que la vida humana se volvía más compleja, estructurada y desarrollada, surgieron más cosas para alejar a las personas de sí mismas. Al principio, se trataba de distracciones relacionadas con las necesidades de la vida cotidiana; pero a medida que las sociedades humanas se desarrollaban, también lo hacían los medios de distracción organizados y los eventos que atraían la atención y el enfoque de las personas hacia lo externo. Las ideas de realización y gratificación se asociaron cada vez más con objetos y experiencias externas. Sin embargo, la humanidad es una especie en evolución, y lo que era aplicable o adecuado en una etapa del viaje no necesariamente lo es en la siguiente. Por ello, la participación y el compromiso con el mundo físico externo han sido muy necesarios para el desarrollo de la humanidad hasta el momento. Aun así, muchas formas de compromiso pronto se convirtieron en enredos que arrastraban al ser humano de un lado a otro, debilitando su resolución interior y su arraigo. Sin embargo, la vida es transaccional y es necesario formar nuevas relaciones y patrones. Ciertamente, la humanidad ha evolucionado conscientemente, y parte de esta nueva energía se utilizó en la búsqueda y la mirada externas. La mente y el intelecto humanos empezaron a explorar más su entorno, extendiéndose siempre hacia el exterior con curiosidad y asombro. Como dice ABE:

Y cuanto más miráis fuera de vosotros mismos, más cosas aparecen para querer que lo sigáis haciendo. Esto se da en muchas conexiones humanas: desde las relaciones entre vosotros, hasta los alimentos que consumís, las cosas que hacéis, los trabajos que realizáis. Es algo que abunda en vuestros estilos de vida modernos.

La espiral de apegos externos se expandió cada vez más, y comenzó a alejar al ser humano de su conexión con la tierra natural. Cada vez más sociedades empezaron a salirse de los sistemas naturales del planeta, y la gente empezó a sentir que era normal, incluso correcto, separarse de los sistemas y relaciones ambientales. Se perdió el sentido de pertenencia natural y las personas empezaron a buscar sustitutos, cada vez más alejados de sí mismas. La humanidad ha llegado ahora a un punto en el que necesita volver a unirse y hallar su pertenencia: «encontrar este camino de vuelta a casa; este espacio en el caos, una calma, un lugar de ser, de pertenecer y de traer de vuelta; un reconocimiento de la imagen completa en lugar de seguir corriendo frenéticamente con solo una parte».

Es este camino, o vía, de regreso a casa lo que deseo explorar en escritos posteriores. Ahora es crítico que cada uno de nosotros encuentre su conexión con el anhelo interior que, como menciona Sri Aurobindo en la cita inicial, está «alojado en una capa tan profunda del corazón humano que mil argumentos son impotentes para desarraigarlo». Ha llegado el momento de buscar y encontrar ese arraigo interior.

 

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