¿Existe un Propósito Coherente de Consciencia Planetaria?

(Implicaciones de una visión no-local de la consciencia humana)

 

 

Durante siglos, filósofos, artistas y científicos han estado debatiendo las cuestiones    acerca de la consciencia humana: qué es y cómo surge. Este asunto también ha estado en el núcleo de muchas enseñanzas místicas, aunque en este caso ha tendido a basarse en revelación en lugar de en investigación y debate. En el transcurso de estas numerosas y variadas investigaciones, las discusiones se han dividido entre visiones del mundo materiales y otras que, en líneas generales, podrían denominarse espirituales-materiales. En décadas recientes, gracias en gran medida al avance de tecnologías y métodos científicos sofisticados, los científicos han sido capaces de mapear y estudiar el cerebro humano, incluyendo esquemas neuronales, desordenes cerebrales y rutas del pensamiento humano.  Esto ha llevado a una certidumbre cada vez mayor entre muchos científicos de una visión material de la consciencia humana. En otras palabras, la consciencia es un subproducto del cerebro físico y como tal no puede existir sin función cerebral. Este es el paradigma dominante entre los científicos y los pensadores materialistas.  En los últimos años, con ulteriores investigaciones sobre los fenómenos no-locales y las teorías sobre la realidad como constructo holográfico, diversos investigadores han estado reexaminando la comprensión aceptada de la consciencia humana. A partir de estas perspectivas renovadas, se ha ido produciendo una revisión de la naturaleza de la consciencia. En este artículo analizo, en particular, los puntos de vista del filósofo científico Ervin Laszlo y cómo el hecho de adoptar una visión espiritual-material del mundo, en lugar de una simplemente materialista,  puede conducir a nuevas ideas acerca de la naturaleza de la consciencia humana. Además, una comprensión no-local de la consciencia puede proporcionar repercusiones vanguardistas para una sociedad humana cada vez más interconectada. La investigación que se presenta en este artículo implica asimismo que, en gran medida, el futuro de la evolución humana en este planeta también tiene que ver con la evolución de la consciencia – específicamente, la evolución consciente. Paso ahora a examinar algunas de las nuevas perspectivas o ‘conceptos’ acerca de la consciencia humana.

 

 

En su trilogía Consciousness in the Cosmos

[i] Ervin Laszlo propone lo que denomina  ‘Tercer Concepto de Consciencia.’ En resumen, el Dr. Laszlo describe diversas anomalías en las actuales teorías científicas ortodoxas sobre la consciencia. En su exposición Laszlo clarifica por qué es improbable que la consciencia sea producida por el cerebro como una especie de subproducto – lo que él llama ‘teoría de la turbina.’ En dicha teoría, que es el actual modelo dominante, el conjunto de experiencias que definimos como consciencia se genera por el cerebro vivo. Esto es similar a cómo funciona una turbina produciendo una corriente de electrones (de ahí la denominación de Laszlo). Por lo tanto, al igual que la electricidad es un subproducto de la turbina, así también la consciencia humana lo es del funcionamiento del cerebro humano. Esta teoría postula que la consciencia humana es  local puesto que se produce a partir de algo tangible. Asimismo, cuando el productor deja de funcionar – es decir, cuando el cerebro deja de estar vivo – la consciencia y las secuencias de experiencia relacionadas cesan igualmente. La ciencia médica,  mediante reiteradas investigaciones sobre cómo el funcionamiento deteriorado del cerebro produce una consciencia distorsionada, ha recorrido un gran trecho para validar la ‘teoría de la turbina’ de la consciencia.

La premisa básica de esta comprensión es que las redes neuronales del cerebro humano han evolucionado hasta tal nivel de complejidad que producen un nivel de auto-consciencia superior al de cualquier otro animal del planeta (excepto quizá delfines y marsopas). Por tanto, la ‘teoría de la turbina’ no se limita sólo a los seres humanos sino que es aplicable a la extensa gama de seres vivos del planeta. Además, en esta teoría, el nivel de complejidad en la evolución biológica se relaciona con el grado de consciencia producido por cada criatura viviente específica.

Incluso aunque en los últimos años han aparecido voces innovadoras acerca de las bases neurológicas de la consciencia, tales teorías pioneras aún mantienen una posición ortodoxa. Por ejemplo, el neurocientífico Christof Koch, director científico del Allen Institute for Brain Science, ha afirmado públicamente que ‘la consciencia surge dentro de cualquier sistema procesador de información suficientemente complejo. Todos los animales, desde los humanos hasta las lombrices, son conscientes…Esta es simplemente la manera de funcionar del universo.’[ii] Para Koch, la consciencia es un subproducto de la complejidad; por tanto, los sistemas complejos producen diversos niveles de consciencia, y ‘la cantidad depende de cuántos enlaces  tienen y de cómo están conectados.’[iii] Otra así llamada ‘teoría científica de vanguardia’ es la “reducción objetiva orquestada” (‘Orch OR’), propuesta por primera vez a mitad de los años 90 por el eminente físico y matemático Sir Roger Penrose y el destacado anestesiólogo Stuart Hameroff.[iv] Esta teoría argumenta que la consciencia procede  de un nivel más profundo, de actividades a una escala más fina dentro de las neuronas cerebrales. Aunque controvertida en su momento, en la actualidad ha ganado mayor credibilidad a partir del reciente descubrimiento dentro de dichas células de vibraciones cuánticas en “microtúbulos”, lo que parece corroborar esa teoría. Pero a pesar de estos ejemplos recientes de nuevas teorías científicas radicales sobre la consciencia, éstas todavía se aferran a las bases de un viejo paradigma: la ‘teoría de la turbina’. En otras palabras, que la consciencia es un fenómeno secundario resultante de una actividad primaria localizada en el cerebro humano.

A pesar del aparente fortalecimiento de la visión dominante de la consciencia, debido a una serie de experiencias que parecen sembrar dudas sobre su validez, esta perspectiva está siendo sometida a reparos críticos crecientes.  Los desafíos a la ‘teoría de la turbina’ de la consciencia proceden de la evidencia gradual de experiencias conscientes ‘después de la muerte.’ Según el punto de vista ortodoxo, la consciencia cesa cuando el cerebro muere – es decir, sin generador no hay corriente. Para la mayoría de nosotros esto puede parecer una deducción obvia. No obstante, en la actualidad existe evidencia antagónica que contradice esta teoría. En muchos casos se está comprobando que la consciencia humana se mantiene incluso aun cuando una persona haya sido diagnosticada técnicamente de muerte cerebral. Un número suficientemente grande de personas diagnosticadas de muerte-cerebral ha informado de ‘experiencias cercanas a la muerte’ (conocidas como ECMs – en inglés NDEs: near-death experiences).  En cerca de un 25 por ciento de casos seguidos de personas con muerte cerebral se ha informado de experiencias conscientes. El fenómeno ECM ha sido descrito y debatido ampliamente por muchas fuentes dignas de confianza.[v] Además, este fenómeno no es nuevo y existen informes de ECMs sucedidos en tiempos medievales.[vi]  En ausencia de función cerebral, la existencia de consciencia – un subproducto de la actividad cerebral – no puede explicarse por la teoría dominante de la turbina. También hay numerosos indicios de que en casos de muerte permanente existe consciencia humana.  Es decir, muchos años después de que una persona haya muerto su consciencia permanece accesible al contacto y la comunicación mediante  canalización o formas de percepción extrasensorial. No obstante, en estos casos, la propia persona es incapaz de volver a la vida para corroborar personalmente la experiencia.  Aún así, en la actualidad hay suficiente evidencia creíble como para poner en duda la teoría dominante de que la consciencia es únicamente un subproducto de actividad cerebral localizada.

Partiendo de esta posición de incertidumbre crítica, Lazslo dio el siguiente paso sugiriendo que una manera de dar cuenta de tales anomalías es asumir que la consciencia se conserva en cierto modo más allá del cerebro; es decir, como un fenómeno no-local. Laszlo, utilizando la terminología informática,  postuló la ‘teoría de la nube’. En esta hipótesis, la consciencia es algo almacenado externamente al cerebro. En términos de la ‘teoría computacional’ de la consciencia de Laszlo, esto sería similar a cómo se conserva la información en plataformas digitales accesibles a las redes informáticas u otros dispositivos de computación en la nube. De igual modo,  usando esta analogía, la teoría dominante de la consciencia sería similar a un ordenador anticuado sin memoria interna que perdería todos sus datos al apagarse. Al respecto, la teoría de la nube plantea la consciencia como no-local, en lugar de cómo localizada dentro del cerebro. Además permite que el almacenamiento y la memoria, de la consciencia no sean solo individuales sino múltiples. Esta perspectiva de acceso a múltiples consciencias, más allá de la individual, recuerda la consciencia colectiva de Jung. Esta teoría parecería dar apoyo a las observaciones de psiquiatras e investigadores que han inducido estados alterados de consciencia en sus clientes.  Cuando se encuentra en dichos estados, la gran mayoría de la gente tiene la capacidad de recordar prácticamente todo lo que le ha sucedido. Más aún, su recuerdo no se limita únicamente a su propia experiencia sino que también puede incluir  las experiencias de otras personas.[vii] Esta teoría de la nube sugiere por tanto algo parecido a un campo colectivo de consciencia que hace disponible una información completa relativa al modo de acceso. Esta perspectiva comparte semejanzas con la investigación científica del Campo Akásico[viii] y la Resonancia Mórfica[ix]. Pero también parece que a pesar de lo apropiado de la teoría de la nube, ésta tampoco tiene en cuenta todas las observaciones.

En varios informes registrados de estados alterados de consciencia parece que ese contacto/acceso no solo se realiza con vestigios de la consciencia no-local de cada uno sino también con una inteligencia consciente característica diferenciada. Es decir, con una consciencia activa que no es la de una persona viva. Tales experiencias, en un tiempo pertenecientes al campo de las tradiciones indígenas o chamánicas, han entrado progresivamente en las culturas dominantes. Con anterioridad, tales ‘encuentros’ se etiquetaron como místicos o fueron simplemente ignorados como una anomalía extravagante. Sin embargo, a medida que la ciencia occidental ha desarrollado su exploración de los ámbitos internos (como en la psicología transpersonal y en prácticas similares), tales experiencias se han generalizado y por tanto deben tenerse en cuenta. De esta evidencia surge una conclusión notable: que la consciencia humana puede conectarse y a menudo comunicarse con entidades conscientes que no solo ponen de manifiesto un sentido del yo, sino que también acarrean información y recuerdos diferentes. Esta experiencia no puede explicarse por la teoría dominante de la turbina ni por la más radical de la nube. Según Ervin Laszlo, la explicación más probable es un ‘tercer concepto’ – que la consciencia es un fenómeno cósmico de cualidades holográficas (la ‘teoría holográfica’).

Para Lazlo, la teoría holográfica plantea que la consciencia puede manifestarse ‘en’ el espacio-tiempo pero que es una fuente que existe en una esfera más allá del mismo. En otras palabras, la consciencia tiene su origen en una dimensión más profunda (en una ‘matriz cósmica unitaria’), y aún así se manifiesta en nuestra realidad cuantificable como una proyección holográfica.  Esto, dice Laszlo, sugiere que todas las formas de consciencia localizada son manifestaciones de una consciencia integral que está allende el espacio-tiempo. Las implicaciones de esta comprensión son que la consciencia no está ‘en’ el cerebro, no es ‘producida’ por el cerebro ni ‘almacenada’ más allá del mismo, sino que es un aspecto localizado de una inteligencia consciente que impregna el cosmos y que tiene su origen más allá del espacio-tiempo. Tal comprensión nos conduce más allá del pensamiento lineal en el que la consciencia es vista como un subproducto del cerebro, hacia un pensamiento integral que dice que el cerebro recibe e interpreta la consciencia infundida en el cosmos, pero no la produce.  Esta comprensión, apoyada por los hallazgos científicos más recientes, apunta hacia una matriz cósmica unificada  (a la que también se ha aludido previamente como punto-cero, pleno cósmico o vacío) generadora de lo que percibimos como espacio-tiempo. La materialidad del espacio-tiempo es por tanto una proyección holográfica, codificada a partir de una matriz cósmica subyacente, que es la fuente de la inteligencia consciente. Todas las cosas que emergen en nuestra realidad son proyecciones holográficas procedentes de una dimensión más profunda.

La comprensión de que la consciencia pertenece a una dimensión más profunda de la realidad ha pertenecido al ámbito de una extensa tradición perenne aceptada por muchos personajes espirituales y artistas célebres, e incluso por un puñado de científicos intuitivos. En la actualidad está emergiendo como el nuevo paradigma científico de nuestra era. Y la evidencia de ello, al parecer, radica en la increíble coherencia del cosmos.

Coherencia en el Cosmos.  

 

Si el universo que observamos es en efecto una proyección – ‘está in-formado’ – a partir de una matriz consciente subyacente (tal como sugiere la teoría holográfica), entonces uno esperaría que el universo manifestase un grado destacado de orden. Es decir, existiría evidencia de que el universo que habitamos no es el resultado final de un ensamblaje aleatorio de fuerzas.  De hecho, la ciencia de vanguardia ha mostrado actualmente que nuestro universo es extraordinariamente coherente.  Dicha coherencia, que estadísticamente está mucho más allá de la aleatoriedad[x], revela que en el universo la coherencia es el eje impulsor dominante (“atractor”). Desde el comportamiento cuántico – las entidades observables más pequeñas – hasta los átomos, las moléculas complejas y los organismos vivos, la coherencia parece ser un propósito subyacente.  Desde un extremo al otro del universo existen, eso parece, relaciones coherentes entre eventos. Puede que el universo no sea un sistema totalmente coherente, pero la coherencia parece ser una orientación universal innata. Esta naturaleza no aleatoria del universo sugiere un orden de rango superior al azar. Actualmente dicho orden se ha medido científicamente de dos formas principales: los parámetros numéricos del universo y el alineamiento (o sintonización fina)  de sus constantes físicas.

Por lo que respecta a los parámetros numéricos del universo existen varias  ‘coincidencias.’ Una de las primeras en descubrirse (por Arthur Eddington y Paul Dirac en los años 30 del siglo pasado) era el cociente entre la fuerza eléctrica y la fuerza gravitacional, que es aproximadamente 1040. Asimismo, el cociente entre el tamaño observable del universo y el de las partículas elementales es igualmente de alrededor de 1040. También existen otros alineamientos numéricos, tal como el cociente entre las partículas elementales y la longitud de Plank (que es 1020) y el número de nucleones en el universo[xi].

De igual modo, los procesos físicos que subyacen en nuestro universo parecen estar sutilmente sintonizados de manera increíble. Dentro del ámbito de este artículo no es posible enumerar todas las constantes universales asombrosamente precisas que  ‘simplemente sucedió’ que ocurrieron para que la vida tal y como la conocemos surgiese en el universo. Un ejemplo concierne a la tasa de expansión del universo inicial. Si dicha tasa hubiese sido una milmillonésima parte menor de lo que fue, en tal caso el universo se habría vuelto a colapsar casi de inmediato. De igual modo, si la tasa de expansión hubiese sido una milmillonésima parte mayor, se habría separado tan rápido que no se habría podido formar la materia. Existe otra sintonización sutil precisa entre la fuerza del campo electromagnético en relación con el campo gravitacional. Si la diferencia hubiese sido otra de la que es, las estrellas estables como nuestro propio sol no se hubiesen formado. Por consiguiente, en función de las leyes conocidas la evolución de la vida en los planetas no habría sido posible. Aún más, otro ejemplo es la diferencia entre las masas del neutrón y el protón. Si la masa del neutrón no fuese exactamente el doble de la del electrón no se podrían producir reacciones químicas sustanciales. En términos de materia, nuestro universo posee una configuración estable, precisamente porque las cargas eléctricas de electrones y protones tienen un equilibrio exacto. En otras palabras, de manera asombrosa nuestro universo está finamente sintonizado más allá de cualquier posibilidad de azar. Podría decirse que existimos en un universo ‘simplemente perfecto’.  Según los cálculos del físico matemático Roger Penrose, la probabilidad de encontrarnos por selección aleatoria con tal universo, sutilmente ajustado a la vida, es de 1 sobre 1010123. El físico  Bernard Haisch ha destacado con sarcasmo que ¡existe una probabilidad mayor que esa de que nuestro universo rebose de vida inteligente! No hay otras palabras para expresarlo – más allá de nuestra comprensión nuestro universo es espectacularmente coherente.  Y ese impulso hacia una coherencia emergente también impregna nuestra evolución biológica. Según Laszlo, esta tendencia se refleja a través de toda la vida en el planeta Tierra.

Todos los intrincados elementos y procesos que conforman lo que llamamos vida exhiben formas de entrelazamiento que, según la ciencia cuántica, muestran una  extraordinaria coherencia. Lo físicos Eric Cornell, Wolfgang Ketterle y Carl E. Wieman demostraron que las moléculas complejas, las células e incluso los organismos vivientes exhiben procesos de tipo cuántico (y recibieron en 1995 el Premio Nobel por su descubrimiento).  Lo que esto nos dice es que los organismos complejos podrían no haber evolucionado en este planeta sin alguna forma de coherencia cuántica. El cuerpo humano es un ejemplo, donde cada célula produce 10,000 reacciones bio-electro-químicas por segundo, y existe un flujo constante de inter-reacciones y procesos que conectan moléculas, células, órganos y fluidos por todo el cerebro, el cuerpo y el sistema nervioso. Hallazgos recientes en biofísica han demostrado que dentro de los sistemas biológicos vivientes opera una forma de coherencia cuántica mediante lo que se conoce como excitaciones biológicas y emisión de biofotones. Lo que esto quiere decir es que la energía metabólica se almacena como un tipo de excitaciones electromecánicas y electromagnéticas. Más aún, existe en los organismos una correlación a nivel cuántico que no se limita a ellos mismos sino que también funciona entre diversos organismos. Es decir, en este planeta existe una compleja ecología de organismos ‘sintonizada’ mediante campos coherentes que establecen una biosfera interactiva y participativa. La vida en este planeta es una danza de coherencia entre organismos y su medio ambiente.

La coherencia física, química y biológica conducen finalmente a un grado de percepción/comprensión (Laszlo utiliza el término ‘prehensión,’ que toma prestado de Alfred North Whitehead) respecto a los tipos de relaciones y la interconectividad. Lo que esto implica es un elemento de interconectividad consciente entre las diversas sub-partes de cualquier sistema. Es decir, a medida que las partes de un sistema determinado se hacen más complejas e interdependientes, surge un mayor grado de ‘percepción emergente’ respecto a las relaciones de interconectividad.  En otras palabras, la coherencia deviene un propósito consciente.  Como la coherencia es el impulso/atractor dominante en el desarrollo físico, químico y biológico (especies), así mismo puede ser una expresión del desarrollo social. Por lo tanto, una sociedad puede exhibir un comportamiento caótico, aleatorio y perturbador y aún así estar gobernada a un nivel innato y esencial por una extraordinaria coherencia. De hecho, esto puede ser una necesidad y un prerrequisito no sólo para sostener la vida, sino para su futuro desarrollo. Las implicaciones de ello son que los desequilibrios sociales y culturales (incluyendo perturbaciones, sucesos caóticos y anomalías) pueden funcionar en el contexto  social como ‘ajustes de sintonización’ necesarios para potencialidades de desarrollo. Esta perspectiva coloca las perturbaciones sociales (‘disruptores caóticos’) como mecanismos para ajustar las potencialidades de modo que permitan mayores grados de coherencia. Dicho claramente, las perturbaciones sociales y los sucesos caóticos se podrían considerar como acontecimientos físicos que ayudan en el ámbito social al impulso hacia una mayor coherencia.

Existe una tendencia generalizada hacia la coherencia tanto en el universo físico – en sus leyes y procesos (químicos y físicos) – como entre los organismos vivientes (la esfera biológica).  Parece que dicha tendencia se dirige hacia una coherencia más sensitiva y estable, y asimismo es un impulso hacia una interconectividad consciente emergente. Se ha hipotetizado que detrás de este fenómeno existe una matriz cósmica de inteligencia consciente. El orden social a escala planetaria – una civilización planetaria – bien podría ser la manifestación física definitiva de coherencia.  ¿Podría ser éste el ámbito donde el orden universal inmanente se encuentre con una consciencia trascendental emergente?

 

Coherencia socil a Escala Planetaria

Una visión panorámica de la historia mostrará el auge y la caída de innumerables civilizaciones, imperios y manifestaciones culturales. Desde otro punto de vista también revelará un cambio notorio en los rasgos perceptivos de la consciencia humana. Nuestra manera de ver el mundo y el lugar que ocupamos en él ha influido en cómo participamos en el orbe que nos rodea. Y hasta muy recientemente el consenso ha sido ver el mundo como externo a nosotros – separado y fragmentado. Los imperios previos buscaban conquistar y controlar, y crear, hasta donde resultaba posible, su idea de un mundo unipolar. Pero jamás ningún imperio triunfó verdaderamente en este empeño. Las ciudades-estado, sociedades, civilizaciones e imperios anteriores han representado el surgimiento de agrupaciones (‘sistemas’) que buscaban mayor estabilidad y alcance – en una palabra, coherencia. Esa necesidad básica de coherencia y estabilidad que acompañaba a las agrupaciones complejas a menudo se centraba crucialmente en los recursos. La superación de una sociedad/sistema social, enfrentada a la disminución de recursos, se traducía a menudo en un derrumbe repentino.[xii] Como en los ejemplos físicos, químicos y biológicos mencionados con anterioridad, el atractor dominante es la coherencia. El impulso hacia la consecución de mayores niveles de coherencia – especialmente entre los sistemas cada vez más complejos – parece ser una tendencia universal. De acuerdo con esta hipótesis, si aplicamos el atractor coherente a los sistemas sociales el engrandecimiento definitivo en este planeta sería una civilización planetaria. ¿Estamos actualmente en la antesala de un impulso de desarrollo hacia una civilización planetaria?  ¿Es éste el propósito/impulso detrás del orden coherente que subyace a la existencia en nuestro espacio-tiempo?

Hemos entrado en un periodo en el que ya no es posible un mundo unipolar – la era de los imperios ha terminado. Nuestro mundo multipolar actual refleja un nivel de profunda interconectividad entre las naciones, los estados y los bloques regionales dominantes y no dominantes. Sin embargo, paradójicamente,  esta fase inicial de interconectividad e interdependencia global está creando conflictos entre los principales participantes  – exactamente lo contrario de lo que esperaríamos ver en un impulso hacia la coherencia. De modo que ¿dónde radica la coherencia subyacente que está detrás de este despliegue de perturbación social?

En los últimos años hemos sido testigos del aumento de una consciencia empática entre los diversos pueblos del mundo[xiii]. Un catalizador primordial de esta aparición han sido nuestras tecnologías globales de comunicación. Como se señaló anteriormente, el grado de desarrollo de ‘percepción’ de la interconexión entre las partes de un todo sirve tanto como una expresión de coherencia como un impulso hacia un aumento de la misma. La Web Mundial – nuestro Internet global – representa una forma externa de esa necesidad subyacente de manifestación de la interconectividad.  Interpretaciones previas sobre el aumento de la interconectividad global  hablaban en términos de un “Cerebro Global”.’[xiv] Sabemos por la neurociencia reciente que la mente opera a través del cuerpo, y se centra en gran medida en el corazón humano. El concepto del cerebro humano y de su funcionamiento es lo que se conoce cada vez más como mente extendida. Nuestras tecnologías de conexión y comunicación sirven como expresión tangible de la mente extendida de nuestra especie, y como tal funcionan como canales para nuestra comunicación consciente. El mundo post-industrial está estableciendo un entorno global en el que, a través de  redes distribuidas (e inalambricas), flujos de información sin precedentes están permitiendo nuevos niveles de conexión, colaboración, consciencia y compasión.

Nos hemos ido haciendo cada vez más conscientes de nuestra inherente interconectividad a nivel social/físico, así como virtual/digital y no local. Por otra parte, a medida que los antiguos límites y fronteras (reales e inventados) que nos separan en este planeta se siguen disolviendo, nos encontramos con que dentro de nuestra diversidad existe una unidad mayor de lo que creíamos – y nuestros miedos sociales también se disuelven. Y cómo vemos el mundo también influye en cómo interpretamos nuestra consciencia recibida. Es probable que el impulso actual hacia la coherencia social en el planeta Tierra surja en primer lugar a través de nuestras    consciencias individuales. De Internet a los smart phones (teléfonos inteligentes), de los medios de comunicación social a la compartición de videos, de el blogging al vlogging – estamos conectados, apasionados (y compasivos) y nos esforzamos por colaborar como nunca antes en la historia de nuestra especie. Y gran parte de este cambio tiene lugar bajo el radar del status quo convencional. El impulso básico universal hacia una mayor coherencia bien puede ser que se esté manifestando a través de un cambio pronunciado en la consciencia humana que actúa cada vez más en un ámbito global.

 

 

Consciencia Planetaria Emergente

 

El filósofo Karl Jaspers se refería al periodo entre los años 800 y 200 AC como la Era Axial. Fue un tiempo en el que, según Jaspers, en Persia, India, China y el mundo Occidental aparecieron nuevas y similares formas de pensar. El mismo también señalaba que la Era Axial representaba un periodo de transición, en el que las viejas certezas habían perdido su validez y las nuevas aún estaban por surgir. Las nuevas religiones que surgieron en esa época – Hinduismo, Budismo, Confucionismo, Taoismo, y monoteísmo – influyeron en una nueva forma de pensar en términos de individualidad, identidad y condición humana. Estas nuevas religiones emergentes[xv] ayudaron a catalizar nuevas formas de pensamiento y expresión de la consciencia humana. Pero, con el tiempo, hemos visto cómo no lograron triunfar plenamente en el  desarrollo de coherencia en un contexto social. El autor y educador Duane Elgin se ha referido a nuestro momento actual como la 2.a Era Axial[xvi] en la que las religiones de separación están siendo reemplazadas por un nuevo espíritu de comunión. En otras palabras, dice Elgin, el mundo se mueve hacia una comunión espiritual y una conexión empática con un universo viviente. Cuando el universo ya existe en nuestro interior, nos dice Elgin, no hay otro lugar adónde ir. Una característica importante de esta consciencia empática emergente es que busca activamente participación consciente. Más aún, exhibe una percepción directa-intuitiva, en lugar de lineal-racional. Cuantas más consciencias individuales se conecten a través de todo el planeta mayor será la percepción (‘prehension’) de esta interconectividad, que a su vez cataliza el impulso básico innato hacia la búsqueda de mayor coherencia.  Esta comprensión de nuestra comunión de consciencias inicia a su vez la recepción de una consciencia que busca manifestar coherencia como un orden universal natural.

Todo esto es especulativo, y aún así el propósito de la vida humana sentiente sobre este planeta bien pudiera ser el impulso hacia la manifestación de una consciencia planetaria coherente; en otras palabras, en nuestro caso, sobre la Tierra, la ‘incorporación’ del campo de consciencia (fuera del espacio-tiempo) a una mayor manifestación espaciotemporal. Aquí encontramos una correlación con el concepto de Aurobindo de Supermente, en la medida en que una consciencia más elevada puede hacerse inmanente en el plano material. Esto requeriría la preparación de la consciencia humana con el fin de actualizarla – una forma de trascendencia de la consciencia. Es decir, elevar aspectos localizados de la consciencia (percepciones individuales y concientización) para incrementar la coherencia de la consciencia en la totalidad. Y esto puede hacerse tangible mediante actores locales conscientes – cada uno de nosotros – que tomen conciencia y participen a través de sus actos cotidianos correctos de pensamiento, actitud y ser.

Ya no somos individuos aislados ni una masa inarticulada – somos consciencias localizadas que actúan a través de individuos que se dan cuenta y  buscan conectarse, colaborar y preocuparse conscientemente del futuro. Cada uno de nosotros – como consciencias localizadas – es un reflejo de una consciencia no-local; y de esa manera también somos un reflejo frente a cada uno de los otros. Esta analogía fue bellamente expresada con el concepto de Red de Indra[xvii] en el que cada joya de la red refleja el resto de las joyas – es una metáfora simple de la interconectividad de nuestra realidad. En la actualidad esta realidad energética, validada por la ciencia cuántica, se está manifestando cada vez más en nuestro entorno  espaciotemporal localizado. Ahora – gracias a nuestras tecnologías – disponemos de los medios para interconectarnos no-localmente, del mismo modo que lo hacemos mediante nuestras redes físicas (facilitadas por una movilidad social incrementada). Son los signos de una civilización planetaria emergente que respeta tanto la diversidad como la coherencia unitaria. Y cuando conectemos y compartamos nuestras consciencias – nuestros pensamientos, ideas, visiones, etc. – estaremos ayudando a fortalecer la señal – la recepción – de consciencia y por tanto la incorporación de una consciencia cósmica coherente. Una consciencia planetaria sobre la Tierra, tal y como se expresa a través de una humanidad individualizada sentiente, puede que no sea sólo una posibilidad real – bien podría ser un propósito cósmico básico perfectamente viable.

 

Consciencia humana y Propósito

En este artículo se ha sugerido que una matriz cósmica subyacente que está más allá del espacio-tiempo codifica nuestro universo conocido, que se comporta de una manera consistente con lo que conocemos como proyección holográfica. En otras palabras, el universo es in-formado desde una consciencia profunda más allá de él. Por lo tanto el universo actúa como un campo integral de consciencia no-local, en el  cual la vida sentiente interviene a modo de manifestaciones localizadas. A partir de  diversas religiones y textos sagrados se ha inferido que el universo (realidad material) fue creado como una manera de que su Fuente ‘se conociese a sí misma’ – “Yo era un tesoro escondido y quería ser conocido”. Esto recuerda el Conócete a ti mismo, la famosa máxima del oráculo de Delfos. La auto-consciencia se adscribe a aquellas criaturas en la cúspide, o mayor realización, de la consciencia. La auto-reflexión es uno de los preciados atributos de la auto-consciencia – pero ¿cómo puede el todo reflexionar sobre sí mismo? La auto-realización es algo que atribuimos a cada consciencia individual lograda. Como especulación, me pregunto ¿cómo sería la auto-realización a mayor escala?  ¿La auto-realización como una consciencia planetaria? … ¿como una consciencia galáctica? … y por último ¿como una consciencia cósmica plenamente realizada y auto-consciente a través de todas sus manifestaciones localizadas? Asombroso principio.

La consciencia humana es una fracción de un todo más grande. Como seres sentientes recibimos parte de la consciencia que impregna el espacio-tiempo, y por tanto nos afecta – nos anima – así como repercute sobre la totalidad. Nuestra expresión individual de consciencia en el espacio-tiempo manifestado también se refleja de vuelta en el campo mayor de consciencia no-local. Cuanto mayores sean nuestras percepciones individuales y nuestra realización consciente, más grande será  el reflejo total del holograma consciente en su integridad – al igual que el mayor pulimiento de cada joya de la Red de Indra influirá en el resplandor global de toda la red. Por tanto, la matriz cósmica de consciencia es in-formada mediante el conocimiento consciente emergente de sus sub-partes. A medida que cada uno de nosotros despierte, la red cósmica resplandecerá un poco más brillante. Si sobre este planeta se despertase suficiente consciencia delimitada podríamos favorecer que un  campo planetario localizado se desarrollase hacia un conocimiento consciente – una red planetaria suficientemente preparada (pulida) como para ‘incorporar’ la consciencia más grande que impregna el cosmos: la inmanencia de la Supermente, por utilizar la terminología de Aurobindo. En tal caso, cada uno de nosotros es un agente consciente de realización e inmanencia cósmicas. Durante nuestra existencia en este planeta, cada uno tiene una obligación de elevar sus expresiones individuales localizadas de consciencia. Haciéndolo, contagiamos e inspiramos a otros con nuestras vidas para elevar las suyas, así como devolvemos el reflejo de nuestra contribución consciente a la fuente QUE ES. El tesoro escondido que yace en el núcleo mismo de nuestra existencia desea ser conocido – conocido por nosotros – por medio de nuestros caminos individuales de auto-realización, y traer todo de vuelta a casa (parafraseando a Bob Dylan).

Tras la auto-consciencia individual llega la consciencia colectiva y planetaria.  Las tecnologías emergentes y los movimientos sociales en este planeta pueden ser parte de este proceso, in-formando una mente extendida y un abrazo empático a lo largo de la faz de la tierra. Puede que un día seamos testigos de un gran despertar, sin precedentes en este planeta, que bien podría ser el propósito de la vida sentiente como agente consciente de un despliegue evolutivo. Es probable que esto sea más realidad que fantasía. No estamos solos – un gran futuro planetario nos espera: como un gran tesoro que desease ser conocido.

En resumen

 

Los puntos de vista de investigadores como Ervin Laszlo y el autor de este artículo  representan la reciente aparición de pensadores que están intentando ampliar la discusión sobre la naturaleza de la consciencia humana. Básicamente, adoptando una visión espiritual-material del mundo basada en la investigación vanguardista sobre física cuántica e investigaciones sobre la naturaleza – y la construcción – de la realidad material, podemos proponer nuevas perspectivas sobre una de las cuestiones más importantes de nuestro tiempo: ¿qué es la consciencia humana. En la actualidad estamos en la antesala de grandes progresos en el conocimiento, especialmente en lo que concierne a la naturaleza de la cognición y la percepción humanas.

Hoy día la vieja división entre ciencia y espiritualidad está encontrando cada vez más ámbitos de convergencia y coincidencia. Al mismo tiempo, para los investigadores convencionales se está haciendo gradualmente más aceptable una visión espiritual del mundo. Revisando nuestros constructos de conocimiento sobre este tema también resulta posible volver a entablar cuestiones sobre el futuro potencial de la evolución humana en este planeta. Ahora que nuestra especie se mueve  cada vez más cerca de la realidad de una civilización planetaria, nunca ha existido una época más oportuna que la actual.

 

Kingsley L. Dennis

 

 

Bibliografía

 

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[i] Tal como apareció en la revista Watkins Mind Body Spirit, vols. 39/40/41

[ii] Ver http://www.wired.com/2013/11/christof-koch-panpsychism-consciousness/all/

[iii] Ver http://www.wired.com/2013/11/christof-koch-panpsychism-consciousness/all/

 

[iv] Ver http://www.sciencedaily.com/releases/2014/01/140116085105.htm

 

[v] Ejemplos notables incluyen: Science and the Near-Death Experience; How Consciousness Survives Death de Chris Carter; Dying to Be Me: My Journey from Cancer, to Near Death, to True Healing de Anita Moorjani; Proof of Heaven: A Neurosurgeon’s Journey into the Afterlife de Eben Alexander;

The Immortal Mind: Science and the Continuity of Consciousness Beyond the Brain de Ervin Laszlo & Anthony Peake; Return from Death: An Exploration of the Near-death Experience de Margot Grey; y Whole in One: The near-death experience and the ethic of interconnectedness de David Lorimer.

 

[vi] Otherworld Journeys: Accounts of Near-Death Experience in Medieval and Modern Times de Carol G. Zaleski

 

[vii] Por ejemplo, véase el trabajo de Stanislav Grof – http://www.stanislavgrof.com/

[viii] Science and the Akashic Field: An Integral Theory of Everything de Ervin Laszlo

[ix] Morphic Resonance: The Nature of Formative Causation de Rupert Sheldrake

 

[x] Ver ‘Consciousness in the Cosmos: Part II – The Evidence of Consciousness in the Cosmos’, Watkins Mind Body Spirit magazine, vol. 40

[xi] Para más alineamientos numéricos véase ‘Consciousness in the Cosmos: Part II – The Evidence of Consciousness in the Cosmos’, Watkins Mind Body Spirit magazine, vol. 40

[xii] Ver The Collapse of Complex Societies de Joespeh Tainter

 

[xiii] Ver https://www.kingsleydennis.com/awakening-to-our-empathic-mind-pt-1/

[xiv] En particular Awakening Earth – The Global Brain de Peter Russell

 

[xv] La etimología de religion procede probablemente del Latín re-ligare, re-ligar, reconectar.

 

[xvi] ‘The Buddha Awakening, Integral Expanding, and a Second Axial Age for Humanity’, Journal of Integral Theory and Practice, 2014, 9(1), 145-154.

[xvii] http://es.wikipedia.org/wiki/Red_de_Indra

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