Cuando uno comienza a meditar, realiza la única acción realmente libre en esta vida humana… en ella somos completamente libres. La meditación es el acto libre arquetípico.

Rudolf Steiner

 

Podría decirse que una de las ecuaciones más famosas del mundo es E = mc2 de Einstein, en la que la energía es igual a la masa por la velocidad de la luz al cuadrado. Ahora propongo mi propia ecuación, que probablemente no será ni de lejos tan reconocida o célebre. Sin embargo, creo que vale la pena compartirla. Aquí está: M = EC2 ¿Qué significa? Quiere decir que la meditación es igual a la mente extendida por el contacto y la comunicación. Llegados a este punto, siento que es necesario dar alguna explicación. Aquí va.

Filósofos, artistas y científicos llevan siglos debatiendo las cuestiones relativas a la consciencia humana: qué es y cómo surge. Esta cuestión también ha estado en el centro de muchas enseñanzas de sabiduría, aunque estas han tendido a basarse en la revelación más que en la investigación y el estudio empírico. En el transcurso de estas variadas deliberaciones, los debates se han dividido entre el enfoque materialista (la mente está contenida en el cerebro) y lo que podría denominarse, de forma bastante general, la visión del mundo «espiritual-metafísica» (la mente existe fuera del cerebro). En las últimas décadas, gracias en gran medida al avance de las tecnologías, los científicos han podido cartografiar y estudiar el cerebro humano, incluidos los patrones neuronales, los trastornos cerebrales y las vías del pensamiento humano. Pero esto ha llevado, principalmente, a una mayor certeza entre muchos científicos de una visión material de la consciencia humana; en otras palabras, esta existe como un subproducto del cerebro físico y, como tal, no puede existir sin la función cerebral. Esta es la visión dominante entre los pensadores y científicos materialistas. Sin embargo, en los últimos años, y con la investigación de los fenómenos no locales y de campo, los investigadores han vuelto a revisar las teorías dominantes sobre la consciencia humana. En concreto, a medida que la teoría del campo unificado va ganando adeptos que apuntan a la naturaleza de un cosmos no local e interconectado, va surgiendo una perspectiva diferente sobre cómo puede operar la consciencia. Y la comprensión de su verdadera naturaleza validará y dará sentido al acto de la meditación; en concreto, a cómo la meditación puede proporcionar acceso al contacto, y posiblemente a la comunicación, más allá del reino material. En primer lugar, debemos explorar los conceptos y perspectivas actuales sobre la consciencia humana.

Conceptos sobre la consciencia: 1 – La teoría de la turbina

La narrativa dominante sobre la consciencia humana es que esta se genera en el cerebro como una forma de subproducto. Esto se ha denominado la «teoría de la turbina», según la cual, al igual que la electricidad sería generada como un subproducto del funcionamiento de una turbina, también la consciencia humana es el subproducto de un cerebro humano en funcionamiento (motor). Esta teoría postula que la conciencia humana es local y se produce a partir de algo tangible. Además, cuando este productor/motor deja de funcionar –es decir, el cerebro deja de estar vivo–, la consciencia y las corrientes de experiencia relacionadas se detienen igualmente. La ciencia médica ha llegado a validar la «teoría de la turbina» de la consciencia mediante repetidos experimentos en los que se ha comprobado que el funcionamiento deteriorado del cerebro da lugar a una consciencia distorsionada.

La premisa básica de esta forma de entender la consciencia es que las redes neuronales del cerebro humano han evolucionado hasta alcanzar un estado de complejidad tan elevado que producen un nivel de autoconsciencia superior al de cualquier otro animal del planeta (excepto quizás los delfines, las marsopas y las ballenas). En este caso, el grado de consciencia producido por cada criatura viva específica está relacionado con el nivel de complejidad biológica. En los últimos años se ha vuelto a hablar de una base neurológica para la consciencia. Para muchos científicos que trabajan en este campo, la consciencia es un subproducto de la complejidad; por tanto, los sistemas complejos producen distintos niveles de consciencia, y «el grado de consciencia que tienen depende de cuántas conexiones tengan y de cómo estén configuradas».[1] A pesar de las recientes teorías científicas sobre la consciencia, la mayoría sigue aferrándose a la base de un viejo paradigma, la «teoría de la turbina». En otras palabras, que la consciencia es un fenómeno secundario resultante de la actividad primaria localizada en el cerebro humano. Independientemente de los intentos de la ciencia dominante por reforzar su perspectiva sobre la consciencia, esta perspectiva de «complejidad-producción-consciencia como un subproducto» tiene muchos agujeros. Los numerosos huecos de esta teoría dominante, aunque conservadora, se deben a una serie de experiencias que ponen en duda su validez. Los desafíos a la teoría de la turbina de la consciencia proceden, por ejemplo, de la creciente evidencia de experiencias conscientes «después de la muerte».

Conceptos sobre la consciencia: 2 – La teoría de la nube

Según la visión ortodoxa, la conciencia cesa cuando el cerebro muere, es decir, sin  generador no hay corriente. Para muchos, esto puede parecer una deducción obvia. Sin embargo, las pruebas que demuestran lo contrario contradicen claramente esta teoría. Muchos casos han demostrado que la consciencia humana se mantiene aunque técnicamente se declare que la persona está cerebralmente muerta. Las experiencias cercanas a la muerte (conocidas como ECM) han sido referidas por un número suficientemente grande de personas que fueron diagnosticadas de muerte cerebral. La experiencia consciente en personas con muerte cerebral se ha notificado en casi el 25 por ciento de los casos rastreados. El fenómeno de las ECM ha sido ampliamente investigado y discutido por muchas fuentes creíbles[2]. Además, este fenómeno no es nuevo y existen relatos de ECM ocurridas en la época medieval[3]. La existencia de consciencia –un subproducto de la actividad cerebral– en ausencia de función cerebral no puede ser explicada por la teoría de la turbina dominante. También hay numerosos indicios de que la consciencia humana existe en casos de muerte permanente. Es decir, muchos años después de que una persona haya muerto, su consciencia sigue estando disponible para el contacto y la comunicación, como por ejemplo a través de la canalización o de formas de percepción extrasensorial. En la actualidad existen suficientes pruebas creíbles para poner en duda la teoría dominante de que la consciencia es únicamente un subproducto de la actividad cerebral localizada.

Una forma de explicar estas anomalías sería sugerir que la consciencia se conserva de algún modo más allá del cerebro, es decir, como un fenómeno no local. En esta hipótesis, la consciencia es algo que está almacenado fuera del cerebro. Esto puede enmarcarse en los términos de una «teoría de la nube» de la consciencia, ya que es similar a cómo se conservaría la información en las plataformas digitales a las que se accede mediante redes informáticas u otros dispositivos habilitados para la nube. Asimismo, utilizando esta analogía, la «teoría de la turbina» dominante vendría a ser como un ordenador anticuado sin Internet ni memoria incorporada que perdería todos sus datos una vez apagado. En este sentido, la teoría de la nube plantea que la consciencia no es local, y que no está localizada en el cerebro. Además, la teoría de la nube no solo permite almacenar y recuperar conciencias individuales, sino múltiples. Esta perspectiva de acceder a múltiples conciencias, más allá de la individual, recuerda al inconsciente colectivo de Jung. Esta teoría parece apoyar las observaciones de los psiquiatras e investigadores de la consciencia que han inducido estados alterados de consciencia en sus clientes, incluyendo la regresión a vidas pasadas. Cuando están en estados alterados, la gran mayoría de las personas tiene la capacidad de recordar casi todo lo que les ha sucedido durante su vida, así como en encarnaciones de vidas anteriores. Además, su recuerdo no se limita únicamente a su propia experiencia, sino que también puede incluir las experiencias de otras personas[4].  Esta teoría de la nube sugiere, por tanto, algo parecido a un campo colectivo de consciencia que hace que la información completa esté disponible en función del modo de acceso. Esta perspectiva comparte similitudes con la investigación científica sobre el campo akásico[5] y la resonancia mórfica[6]. Sin embargo, a pesar de la idoneidad de la teoría de la nube de la consciencia, tampoco explica todas las observaciones.

Conceptos sobre la consciencia: 3 – La teoría del campo unificado

En diversos relatos grabados de estados alterados de consciencia, parece que el contacto/acceso no solo se hace con rastros de la propia consciencia no local, sino también con una inteligencia consciente distintiva y separada; es decir, con una consciencia activa que no es la de un ser humano. Este tipo de experiencias, que en su día fueron el dominio de las tradiciones místicas, chamánicas o indígenas, han entrado cada vez más en la cultura dominante. Antes, estos «encuentros» se calificaban de sobrenaturales o simplemente se ignoraban convenientemente como una anomalía estrafalaria. Sin embargo, a medida que la ciencia occidental ha desarrollado su exploración de los mundos interiores (como en la psicología transpersonal y prácticas similares), tales experiencias se han generalizado y, por tanto, es necesario dar cuenta de ellas. De estas evidencias surge una conclusión notable: que la consciencia humana puede conectarse, y a menudo comunicarse, con entidades conscientes que no solo manifiestan un sentido del ser, sino que también son portadoras de recuerdos e información distintivos. Esta experiencia no tiene cabida en la dominante teoría de la turbina ni en la teoría de la nube de la consciencia. Ahora tenemos que considerar otro concepto: que la consciencia es un fenómeno de campo unificado con cualidades holográficas.

La teoría del campo unificado postula que la consciencia puede manifestarse en el espaciotiempo, pero se origina en una fuente que existe en un ámbito más allá del espaciotiempo. En otras palabras, la consciencia tiene su origen en una dimensión más profunda (en un «campo fuente unificado») y, sin embargo, se manifiesta a través de la realidad físico-material. Este concepto sugeriría que todas las formas de consciencia localizada son expresiones de un campo de consciencia unificado que está más allá del espaciotiempo. Las implicaciones de este enfoque son que la consciencia no está «en» el cerebro, no es «producida» por el cerebro ni «almacenada» más allá del mismo. Más bien, la mente humana es un aspecto localizado de una inteligencia consciente que infunde el cosmos desde su fuente más allá del espaciotiempo. Esto puede ser una píldora difícil de tragar para muchas personas. Sin embargo, cuando examinamos el fenómeno que es la consciencia, esta perspectiva tiene mucho sentido. El punto de vista de este nuevo modelo dice que el cerebro recibe e interpreta la consciencia, que es un aspecto interrelacionado del cosmos, y luego la proyecta como la mente individual. Sin embargo, el cerebro no produce la consciencia. Esta interpretación, que ahora está cada vez más respaldada por los últimos descubrimientos científicos, apunta a un Campo Fuente Unificado (CFU) como generador de lo que percibimos como espaciotiempo. La materialidad del espaciotiempo es, pues, una proyección holográfica, codificada a partir de un campo de inteligencia cósmico subyacente. Este campo de inteligencia subyacente es la fuente de toda la realidad material y de la vida consciente. Cada elemento que surge en la realidad física está simultáneamente interrelacionado con el Campo Fuente Unificado subyacente. Como tal, cada elemento material existente está también en contacto y comunicación con este campo de inteligencia unificado. La consciencia humana –la mente humana– está en todo momento conectada a una dimensión más profunda de la consciencia de la Fuente.

Una dimensión más profunda: consciencia, contacto, comunicación

La comprensión de que la consciencia se origina en una dimensión más profunda de la realidad, más allá del espaciotiempo, ha sido adoptada por muchas figuras espirituales conocidas, místicos, visionarios, artistas e incluso un puñado de científicos intuitivos. Puede que algún día llegue a representar la interpretación dominante en la humanidad (como quizás lo fue alguna vez). La ciencia convencional ya ha reconocido que el universo presenta un grado de coherencia increíble, casi imposible. Ahora podemos saber por qué es así. Es porque no hay un cosmos aleatorio, no hay separación de materialidad e inmaterialidad, no hay espacio vacío, no hay «ahí fuera» y «aquí dentro». Todo –absolutamente todo– es parte integrante de un campo consciente no local cuyo origen es un Campo Fuente Unificado (CFU) que existe más allá de la dimensión espaciotemporal. Lo que esto implica es que hay una forma de orden inherente a la dimensión material. El cosmos, y todos los aspectos alineados dentro de él, se adhieren a un impulso inteligente y consciente hacia la coherencia y la conexión.  También la percepción, como atributo de la consciencia, tiende hacia una mayor coherencia consciente (consciencia) y conexión. En el núcleo de este impulso hacia la conectividad, sugiero, hay un impulso hacia la consciencia de la Fuente (el Campo Fuente Unificado). Y así, esto me lleva de nuevo a la ecuación del principio de este ensayo; lo que yo llamo la ecuación de la meditación: M = EC2.

La meditación equivale a ocasiones de contacto y comunicación con la mente extendida. La meditación ha formado parte de la vida humana desde tiempos inmemoriales, aunque no se reconozca formalmente como tal. La meditación puede durar solo un segundo; una rápida pausa en el parloteo de la mente; un cierre momentáneo de los ojos; un paso atrás transitorio del enmarañamiento de la realidad física; un respiro fugaz de los estímulos externos; una breve pausa del mundo exterior para centrarse en el interior. Y el mundo interior es expansivo: es donde reside el origen. Y en este estado, se puede establecer contacto con aquellos aspectos de la existencia más allá de nuestra realidad material. Y con el contacto también puede llegar la comunicación. Como seres humanos, ya estamos en contacto y comunicación con aspectos más allá de nuestra percepción o reconocimiento. Solo que no reconocemos esos contactos como tales. El empujón interior, la idea inspiradora, el suceso casual, la sensación inexpresable, el conocimiento indescriptible. Estos son los contactos que tiene la humanidad. ¿Y si lo lleváramos conscientemente al siguiente nivel, con la intención de escuchar esos contactos? ¿Y si luego solicitásemos la comunicación? Podemos darnos permiso para empezar a pedir contacto y comunicación mientras estamos en estado de meditación. Al mostrar aceptación y disposición para permitir el contacto y la comunicación más allá de nuestros sentidos físicos y de la realidad sensorial, estamos reconociendo la interrelación de toda la vida. Y la vida desea comunicarse entre sí. La vida sensible desea ser escuchada y compartir.

La vida no carece de sentido ni de propósito. Nuestra conectividad inherente trasciende el espacio y el tiempo localizados. El ser humano está intrínsecamente conectado con el cosmos y con la consciencia de la Fuente. Cabe esperar que un día esta comprensión sea, para todos nosotros, tan clara como el agua pura; y nos reiremos suavemente en nuestro interior pensando en cómo pudo llegar a ser de otra manera.

 

[1] Véase http://www.wired.com/2013/11/christof-koch-panpsychism-consciousness/all/

[2] Ejemplos notables incluyen: Alexander, Eben (2012) Proof of Heaven: A Neurosurgeon’s Journey into the Afterlife. Oxford: Piatkus; Carter, Chris (2010) Science and the Near-Death Experience; How Consciousness Survives Death. Rochester: Inner Traditions; Grey, Margot (1986) Return from Death: An Exploration of the Near-death Experience. London: Arkana; Laszlo, Ervin; Peake, Anthony (2014) Immortal Mind: Science and the Continuity of Consciousness Beyond the Brain. Rochester: Inner Traditions; Lorimer, David (1990) Whole in One: The near-death experience and the ethic of interconnectedness. London: Arkana; Moorjani, Anita (2012) Dying to Be Me: My Journey from Cancer, to Near Death, to True Healing. New York: Hay House.

[3] Zaleski, Carol G. (1988) Otherworld Journeys: Accounts of Near-Death Experience in Medieval and Modern Times. Oxford: Oxford University Press

[4] Por ejemplo, véase el trabajo de Stanislav Grof – http://www.stanislavgrof.com/

[5] Laszlo, Ervin (2004)  Science and the Akashic Field: An Integral Theory of Everything. Rochester: Inner Traditions

[6] Sheldrake, Rupert (2009) Morphic Resonance: The Nature of Formative Causation. Rochester: Park Street Press

 

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