Para mí consciencia, toda la vida sobre la tierra, incluyendo la vida humana y toda su mentalidad, es una masa de vibraciones, en su mayoría vibraciones de falsedad, ignorancia y desorden, en la cual están trabajando cada vez más las vibraciones de la Verdad y la Armonía que proceden de las regiones superiores y se abren paso a través de la resistencia.

 Madre

Dormir es muy cómodo, pero despertar es muy amargo.

G.I. Gurdjieff

Es una suposición natural, aunque incorrecta, aceptar los acontecimientos físicos al pie de la letra. Las influencias nos llegan a través de muchos y variados niveles, y el soporte o medio físico visible es la forma más superficial. Toda la vida es un juego de fuerzas; a las que podemos llamar «fuerzas universales», ya que actúan tanto dentro como fuera de lo físico. Nos hemos acostumbrado a dar formas personales a muchas de estas fuerzas, y creemos que somos independientes y libres de su influencia. El místico greco-armenio G.I. Gurdjieff solía decir que la humanidad vive bajo 48 leyes, de la mayoría de las cuales no es consciente o las ignora. Se trata de un número muy preciso, y no es en los números –la cantidad– o en los detalles en lo que quiero centrarme aquí, sino en la cualidad. Puede que sea necesario tener un «presentimiento» de las fuerzas de influencia que pueblan nuestras vidas en el ámbito físico.

La mayoría de las personas, la mayor parte del tiempo, no son conscientes de las fuerzas que actúan sobre ellas; y esto es un estado natural. Todos vivimos nuestra vida dentro de un mar de vibraciones –pensamientos, sugestiones, influencias, etcétera– y apenas somos conscientes de cuáles nos pertenecen y cuáles tomamos como propias. Tomemos un ejemplo común como ilustración: la información. Cuando una persona recibe información, la respuesta general es considerar la probabilidad de esa información relacionándola con su conjunto de creencias y su gama de opiniones acumuladas. A continuación, la persona da una respuesta sobre si la información es «verdadera» o «falsa». Sin embargo, esta es una forma limitada de considerar la relación de la comunicación en dos dimensiones. También hay que tener en cuenta los antecedentes de la fuente de información: cuál es la fuente, si tiene una agenda, si transmite la información desde otra fuente, cuál es la motivación, cuáles son los resultados esperados. Y más. También debemos preguntarnos si el medio de transmisión es fiable o está corrupto. Si se utiliza un medio tecnológico, ¿hay mensajes subliminales y señales sutiles en la transmisión? ¿Se utilizan determinadas frecuencias para manipular al oyente? ¿Se está empujando discretamente al receptor para que obtenga los resultados deseados? Si se trata de una comunicación cara a cara, también podemos preguntarnos si el orador está utilizando técnicas específicas de coerción lingüística, como la programación neurolingüística. Estas son solo algunas de las posibles influencias que podrían utilizarse en la comunicación física de la información. Y, sin embargo, siguen siendo fuerzas de influencia que se limitan al ámbito físico. Es bueno tener en cuenta que las fuerzas no físicas compiten por el poder igual que las fuerzas físicas conocidas. Lo que se nos oculta en la vida cotidiana son las motivaciones que hay detrás de los impulsos que afloran dentro de lo físico.

La experiencia de la vida humana nos condiciona a ver y responder a los aspectos exteriores mientras permanecemos inconscientes de aquellas cosas que actúan detrás del velo, o entre bastidores. Esta disyuntiva entre el origen y el objetivo es más que una brecha; es un abismo. Como señaló el filósofo indio Sri Aurobindo en relación con las fuerzas ocultas de la vida, «la única salida es el descenso de una consciencia que no es la marioneta de estas fuerzas, sino que es más grande que ellas y puede obligarlas a cambiar o a desaparecer»[1].  Aurobindo está diciendo aquí que la «salida» no es intentar luchar o enfrentarse a estas fuerzas directamente, sino alinearse con un grado de consciencia que es mayor, o está vibratoriamente más allá del nivel de esas fuerzas. En lugar de luchar con ellas, debemos resonar en una alineación vibratoria diferente que nos saque de su espectro de influencia. Dentro del esquema general de las cosas, la mayoría de las personas son tratadas como instrumentos ignorantes; son movidas como marionetas, sin sospechar nada. Viven vidas predecibles; es decir, vidas que pueden preverse ya que se mueven dentro de patrones conocidos. A menudo, estos patrones son los que se han programado en la sociedad colectiva de masas. En cuanto una persona cambia a una vida dirigida interiormente, comienza a alejarse de la previsibilidad. Es decir, se sale del patrón, y esto no es bien visto por las fuerzas gobernantes. La consciencia espiritual puede anular a las fuerzas inferiores, por lo que la vida terrenal se ve cada vez más arrastrada hacia una dirección físico-material, un camino hacia la automatización tanto externa como interna. La estabilidad se basa en una repetición de vibraciones y frecuencias a las que nuestro ser se acostumbra. Una persona se acostumbra a través de la alineación vibratoria a un modo de estabilidad. La pregunta que debemos hacernos es: ¿con qué tipo de frecuencias nos estamos alineando? Una gran parte de la estabilidad dentro del reino físico es de un tipo de «orden inferior», y se basa en patrones más limitados. Algunos se preguntarán qué es toda esta charla sobre las vibraciones, ¿no son tonterías de la nueva era? Todo depende de cómo se presente y transmita esa información. Una verdad puede convertirse fácilmente en una burla si se maneja incorrectamente. El inventor serbio Nikola Tesla dijo: «Si quieres encontrar los secretos del universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración». De nuevo, retomo a G.I. Gurdjieff, quien afirmó:

Es necesario considerar que el universo está constituido por vibraciones. Estas vibraciones proceden de todas las clases, aspectos y densidades de la materia que constituye el universo, desde la más fina hasta la más gruesa… En este caso, el punto de vista del conocimiento antiguo se opone al de la ciencia contemporánea, porque en la base de la comprensión de las vibraciones el conocimiento antiguo establece el principio de la discontinuidad de las vibraciones. Este principio se refiere a la característica definida y necesaria de todas las vibraciones de la naturaleza, ya sean ascendentes o descendentes, de desarrollarse no de manera uniforme, sino con aceleraciones y retardos periódicos.[2]

Es interesante aquí que Gurdjieff hable de la «discontinuidad de las vibraciones» que se desarrollan a través de aceleraciones (aumentos) y retardos (retrasos) periódicos. No hay homogeneidad en la influencia de las vibraciones. El «fondo energético» de la vida, por así decirlo, se mueve a través de estos cambios periódicos. Esto puede verse como una macro influencia en la vida humana. En esos momentos, podemos sentirnos irritables, inquietos, frustrados o más. El filósofo J.G. Bennett se refirió a esto cuando escribió:

De manera más sutil y generalizada, grandes regiones de la superficie terrestre, y a veces incluso toda la tierra, se ven sometidas a un estado de tensión que produce en las personas un fuerte sentimiento de insatisfacción con sus condiciones de vida. Se vuelven irritables o agresivas, aprensivas, nerviosas y muy sugestionables.[3]

Estas fuerzas impersonales que influyen en el mundo, y en nuestros estados del ser, solo las conocemos por los resultados que provocan. Solo percibimos una pequeña parte a través de la lente de los acontecimientos y consecuencias visibles. Hay fuerzas desconocidas para nosotros que son responsables de dar forma a nuestro entorno físico, psíquico y emocional. El ser humano vive «constantemente en medio de un torbellino de fuerzas mentales y vitales invisibles de las que no sabemos nada, ni siquiera somos conscientes de su existencia».[4]

Actualmente hay fuerzas que actúan sobre la consciencia humana y que producen una gran presión a la que necesitamos dar salida antes de que implosione/explosione a través de nuestras sociedades de forma incómoda y desagradable. Ahora hay una confrontación de fuerzas que son tan visibles que ya no pueden ser negadas por el individuo consciente (o despierto). Al mismo tiempo, una gran fuerza evolutiva (de desarrollo) está empujando en el dominio terrenal, y hay una inmensa resistencia a ello. Esto hace que la lucha –la pugna de fuerzas– sea más aguda, más violenta y más definitiva. Sin embargo, esta misma visibilidad de las contrafuerzas en el escenario del mundo físico es una señal importante para nosotros: muestra su estado de desesperación por salir de las sombras de esta manera. Esto abre un importante camino de comprensión y posibilidades para el resto de nosotros. Aunque la transformación individual sea a pequeña escala, ahora existe la oportunidad de una inspiración general dentro de la humanidad colectiva. Y es esta evolución general la que dará paso a los potenciales y las condiciones para que surja un nuevo mundo. De nuevo, como dice Bennett:

Para que llegue un mundo nuevo, primero debemos crearlo en nosotros mismos. Te preguntarás cómo el trabajo de unas pocas personas puede cambiar el mundo. Siempre ha sido así. Las ideas son poderosas, no las organizaciones. Nada puede hacerse por la fuerza exterior; todo puede hacerse por la fuerza interior.[5]

Hemos llegado a una hora excepcional, un momento privilegiado para la expansión de la consciencia y la percepción humanas, si tan solo logramos eludir esas fuerzas de obstaculización. Lo que necesitamos ahora es certeza interior y ejercer el discernimiento, sobre todo cuando nos abrimos a las fuerzas de la vibración masiva.

Las fuerzas de vibración masiva

La masa muestra una resonancia diferente a la del individuo. Cuando está en un grupo, o en una multitud, un individuo invariablemente adopta los rasgos, pensamientos y estados de ánimo de los demás; de este modo, puede contaminarse y corromperse interiormente por fuerzas de las que no es consciente. Es importante ser consciente de con quién elegimos estar, mezclarnos, ya que cada persona es un punto de recepción/transmisión, y nos alineamos vibratoriamente (resonamos) con los que estamos físicamente cerca. Por eso la multitud puede ser psicológica, y conductualmente, peligrosa. Y también por eso se nos aconseja elegir cuidadosamente a nuestros amigos; se puede decir mucho de una persona según sean sus amigos y asociados. Nos vendría bien recordar que «uno se contagia constantemente de todos los deseos, de todos los movimientos inferiores, de todas las pequeñas reacciones oscuras, de todas las vibraciones no deseadas que nos llegan de quienes nos rodean»[6].  La vida es un continuo juego de fuerzas, una alquimia ininterrumpida en la cual la persona está constantemente absorbiendo diversos tipos de vibración que pueden contener toda clase de disonancias posibles. En este sentido, la tarea de la persona consciente y atenta es transmutar estas fuerzas disonantes para que su acción e influencia queden desactivadas. Esto lo podemos hacer conectando a tierra la vibración. Digamos que algo, un evento, una persona o un comentario, nos ha causado frustración. Nos abstenemos de responder a ello haciendo una pausa interior, un paso atrás, y observamos el malestar. Este «elemento» se trata como un objeto observable con vida propia: es una forma de energía. Y hay que dejar que se disipe en lugar de encontrar una fuente de energía a la que agarrarse (es decir, uno mismo). En este sentido, la forma de energía (el «elemento») debe «conectarse a tierra» dentro de la dimensión física neutral, al igual que la electricidad o el rayo necesitan estar conectados a tierra. Del mismo modo, conectamos a tierra la energía disonante visualizando su transferencia al suelo bajo nosotros (no importa si estás sentado o de pie). De este modo, la vibración de la energía disonante se transmuta. Esta acción es obra de la consciencia perceptiva y no tiene que considerarse como algo «espiritual». Al contrario, transmutar las energías es parte de la tarea del ser humano durante su paso por la vida física. Es a través de la presencia de individuos conscientes que, según Madre (colaboradora espiritual de Sri Aurobindo), se puede lograr un «mínimo de armonía general»:

Esa presencia, esa luz espiritual –que casi podría llamarse conciencia espiritual– está dentro de cada ser y de todas las cosas, y por ella, a pesar de toda discordancia, de toda pasión, de toda violencia, hay un mínimo de armonía general que permite realizar la obra de la Naturaleza.[7]

Es a través de un Trabajo como este que nos damos cuenta de la intervención de fuerzas, impulsos e influencias, que no son visibles para nuestros estados ordinarios de consciencia, y que buscan afectar las circunstancias físicas de la vida.

Las fuerzas de la disonancia vibratoria masiva son excepcionalmente intensas en estos momentos. Se puede decir que la humanidad ha alcanzado un estado particular de tensión general. Dichas «fuerzas de obstaculización» se deleitan en crear divisiones, fragmentando  las amistades y las alianzas sociales. De todas maneras, algunas divisiones están abocadas a producirse, ya que son las rupturas de los sistemas externos disfuncionales que perpetúan las fracturas en nuestras sociedades. Se trata de sistemas como la política, la economía y la confianza social. Podemos esperar que aparezcan algunas grietas en estos sistemas para que funcione la «Obra de la Naturaleza». Sin embargo, no podemos permitir que estas fracturas inhabiliten el espíritu humano, o que adormezcan las fuerzas de la consciencia espiritual que actúan a través de nosotros. Como afirma Madre en la cita inicial de este ensayo, la vida está inundada, en su mayor parte, de vibraciones de desorden y falsedad, en tanto que «las vibraciones de la Verdad y la Armonía vienen de las regiones superiores y se abren paso a través de la resistencia». En estos tiempos, nuestra tarea es colaborar con estas «vibraciones de la Verdad y la Armonía» y ayudarlas a abrirse camino a través de la resistencia. Y en esto, nos estamos alineando con la continuación del trabajo alquímico ayudando a la transmutación de la disonancia (el plomo) en las fuerzas constructivas (el oro). Y al hacerlo, también estaremos ayudando a la transmutación alquímica del gran tesoro de la piedra filosofal: nosotros mismos.

[1] Hidden Forces of Life: Selections from the Works of Sri Aurobindo and the Mother (Lotus Press, 1999), p6

[2] P. D. Ouspensky, In Search of the Miraculous: Fragments of an Unknown Teaching (New York: Harcourt Brace and World, 1949), 122-23

[3] Bennett, J.G. 1989. Is There “Life” on Earth? – An Introduction to Gurdjieff. Santa Fe, NM: Bennett Books, p31

[4] Hidden Forces of Life: Selections from the Works of Sri Aurobindo and the Mother (Lotus Press, 1999), p81

[5] Bennett, J.G. 1989. Is There “Life” on Earth? – An Introduction to Gurdjieff. Santa Fe, NM: Bennett Books, p32

[6] Hidden Forces of Life: Selections from the Works of Sri Aurobindo and the Mother (Lotus Press, 1999), p185

[7] Hidden Forces of Life: Selections from the Works of Sri Aurobindo and the Mother (Lotus Press, 1999), p167

Leave A Comment

LIBROS DESTACADOS