He aquí una pequeña e interesante historia que surgió en el mundo del ocultismo en los últimos años del siglo XIX. En 1893, se impartió una serie de conferencias a un grupo de individuos conocidos como la Berean Society. Estas conferencias las pronunció C. G. Harrison, un iniciado profundamente erudito, así como un cristiano comprometido.[i] Resultó que Harrison había sido elegido para exponer en el ámbito público un cuerpo de información que había permanecido muy secreto, hasta que se produjo una determinada brecha en cuanto a la difusión de información custodiada por ciertas sociedades secretas. Esta serie de conferencias públicas fue la primera en debatir abiertamente la naturaleza de los conflictos internos que habían surgido entre algunas de las Escuelas de Misterios en la Europa y América del siglo XIX. Como Harrison explicó en sus conferencias de apertura, esta fisura afectaba a la Sociedad de Teosofía, asociada en gran medida al pintoresco y controvertido personaje de Madame Blavatsky. Harrison se refirió a la grieta como un conflicto «detrás del velo». La razón de tal secretismo en torno a ciertas formas de conocimiento es que el saber en cuestión, según Harrison, es «la clave de un poder que sería extremadamente peligroso para la sociedad (tal y como está constituida en la actualidad) si se convirtiera en propiedad pública».1 Es decir, hay razones para mantener cierta información alejada de las manos de los ignorantes (tanto por su bien como por el de los demás). Porque una vez abierta la brecha, es más difícil repararla y más fácil que se amplíe.

Como Harrison continuó explicando, la brecha o exposición de información incorrecta, se debió a una publicación del teósofo de alto rango, A. P. Sinnett, en su obra Esoteric Buddhism (1883). Parte de la información que Sinnett hizo pública hacía referencia a la «Octava Esfera» y su relación con la evolución de la humanidad sobre la Tierra. Harrison señaló que Sinnett se equivocó al asociar la Octava Esfera a la Luna, el satélite de la Tierra. Se trataba de un error de apreciación o de ignorancia. En cualquier caso, se consideró, desde ciertos sectores, que este error, ahora hecho público, no podía quedar incontestado. Se había decidido que las consecuencias eran demasiado importantes como para dejarlas pasar. Con respecto a la Octava Esfera, Harrison afirmó que el misterio que rodea a su verdadera naturaleza «es la clave del problema del mal en el Universo».2 En relación con esto, continuó diciendo que, si la naturaleza inferior de la humanidad se siente atraída por ciertas fuerzas más allá del reino físico, puede ser muy peligroso porque podría llegar a materializarse una relación nociva. En palabras de Harrison, la naturaleza inferior del ser humano es lo que se busca constantemente para establecer alianzas y vínculos dañinos. Seamos o no conscientes de ello como individuos, existen ciertas fuerzas energéticas que buscan atraer y formar «lazos de influencia» con los seres humanos que se encuentran entre los reinos. En tanto que yo he utilizado el término «fuerzas entrópicas», otras fuentes se han referido a estos elementos como «fuerzas hostiles». Y tales fuerzas existen en un espacio no muy lejano, energéticamente hablando, de donde nos encontramos ahora mismo. Además, a través de ciertos rituales y prácticas de aficionados, que en muchos casos nacen de la ignorancia, estas fuerzas pueden adquirir una mayor influencia sobre aspectos de la existencia terrenal. Un ocultista del siglo XX (que escribía bajo el nombre de Mark Hedsel) se refirió a la Octava Esfera como una «esfera de sombra» controlada por seres de sombra. Este reino trata de capturar y extraer lo que podría denominarse «energía espiritual materializada» desde la esfera terrestre hacia la Octava Esfera. Hedsel afirma que la Octava Esfera, es como un vacío,3 un reino sombrío que absorbe cosas hacia su propia existencia y que es vibratoria y evolutivamente inferior a la esfera terrestre. Según Hedsel, es una esfera de sombra controlada por seres de sombra, que pueden ser más astutos e inteligentes que la humanidad, ya que carecen de nuestra consciencia y compasión. Estos seres de sombra desean llenar su reino de almas humanas, por lo que han colocado portales en la Tierra que actúan como conductos para succionar formas inferiores de energía espiritual del plano terrestre. Estos portales pueden abrirse mediante determinados rituales, como en la magia negra, o a través de ingenuas sesiones de espiritismo y reuniones y canalizaciones de estilo «espiritista». Desean atrapar la energía del alma humana en su reino de sombras, como un reino de condenados. Estos seres son similares a los demonios y contrarrestan el impulso evolutivo de la humanidad. En la terminología de Steiner puede hablarse de seres ahrimánicos, y de la Octava Esfera como una morada de Ahrimán.

De hecho, poco después de la citada «brecha» de A. P. Sinnett, el propio Steiner se sintió obligado a abordar el tema tan misterioso de la Octava Esfera y a sacarlo más a la luz:

En efecto, es muy difícil hablar de la llamada «Octava Esfera», a la que se refirió abiertamente por primera vez el Sr. Sinnett … lo que se llama Octava Esfera no puede tener nada que ver directamente con ninguna cosa dentro del mundo material; es decir, lo que se puede percibir por los sentidos del hombre y pensarse a partir de la percepción sensorial no tiene nada que ver con la Octava Esfera. Por consiguiente, es inútil buscar la Octava Esfera en el mundo material.4

Por supuesto, el reino de la Octava Esfera no se encuentra en el dominio físico-material, sino que opera en una vibración diferente. Sin embargo, puede percibirse por medio de la «clarividencia visionaria-imaginativa», dice Steiner. Steiner habla de la existencia de la Octava Esfera de forma similar a Hedsel, pero en un marco más complejo y cosmológico. Mientras que Hedsel se refiere a ella como a una «esfera de sombra» controlada por seres sombríos que atrapan o succionan la energía del alma humana, Steiner la relaciona con las operaciones de las fuerzas luciféricas y ahrimánicas. La Octava Esfera es un reino que contrarresta el camino evolutivo y cosmológico de la humanidad. Y su funcionamiento consiste en que las fuerzas luciferinas y ahrimánicas intentan despojar a la humanidad de ciertas energías –o «mineralizaciones»– que luego se utilizan para dar energía a la formación y existencia de este reino entrópico. Como Steiner citó en una de sus conferencias:

Lucifer y Ahriman se esfuerzan sin cesar por extraer de las sustancias de la Tierra todo lo que puedan arrebatar, a fin de formar su Octava Esfera que luego, cuando esté suficientemente avanzada, se desprenderá de la Tierra y seguirá su propio camino en el Cosmos junto con Lucifer y Ahriman.5

Steiner describe aquí a estas fuerzas como ladrones que esperan e intentan arrebatar a la humanidad ciertos elementos o, más probablemente, energías.

Además, la descripción de Steiner de esta situación es que se ataca a la humanidad donde es más vulnerable: en su cabeza, es decir, a través del intelecto. De nuevo, volvemos aquí a la cuestión del materialismo, que es un dominio racional e intelectual. Esto, se nos dice, está ocurriendo todo el tiempo a nuestro alrededor, solo que no somos conscientes de lo que acontece. La actividad de la Octava Esfera tiene lugar «entre bastidores de nuestra existencia», dice Steiner. Actualmente podemos ver gran parte de esta actividad manifestándose en nuestras vidas modernas como tecnologías materiales que avanzan rápidamente, especialmente programas de inteligencia artificial, algoritmos automatizados e infraestructuras de datos. Este nuevo ecosistema material-digital tiene su base en la cabeza: la noción de «programación» es en sí misma una habilidad intelectual (quizás la comunidad de programación alternativa sea más creativa en este sentido). Steiner fue muy explícito en su descripción de esta situación:

Había que velar para que, en el hombre, no todo lo que procede de la cabeza pueda convertirse en presa de Lucifer y Ahrimán; que no todo dependa de la actividad de la cabeza y de los sentidos orientados hacia el exterior, pues en ese caso Lucifer y Ahrimán se habrían alzado vencedores. Era necesario que se creara un contrapeso en el dominio de la vida terrenal, que hubiera en el ser humano algo totalmente independiente de la cabeza. Y esto se logró por obra de los buenos Espíritus de la Forma, que, en el comienzo de la herencia en la Tierra, implantaron el principio del Amor. Es decir, actualmente, en la raza humana hay algo que funciona independientemente de la cabeza, que pasa de generación en generación y tiene sus fundamentos más profundos en la naturaleza física del hombre.6

El contrapeso del intelecto que se implantó en la vida terrestre fue el principio del Amor. Se trata de una observación muy significativa, pues demuestra que las fuerzas evolutivas, actuando a través de los «Espíritus de la Forma» contrarrestan los impulsos entrópicos. Además, el principio del amor no solo es mundano sino que también está más allá del mundo material; es decir, es un principio que va más allá del amor físico. El impulso del Amor es una fuerza trascendental que actúa a través de la materialidad y, aun así, también está mucho más allá. Es necesario que opere en la humanidad, pues se alinea con otra fuerza significativa que el ser humano debe adquirir: la libertad de la voluntad. Y esta libertad de voluntad solo puede adquirirse durante la encarnación en el reino físico. ¿Por qué?

Cuando el espíritu humano se encuentra en el estado anterior y posterior a la encarnación, recupera el pleno conocimiento de su existencia entre los reinos espirituales. En ese estado de consciencia espiritual, todo es conocido. Sin embargo, durante la encarnación física, el espíritu humano acepta el olvido para poder hacer sus elecciones (tomar sus decisiones) desde un lugar de libertad; es decir, sin conocer las relaciones con su existencia más allá de lo físico. A través de estas elecciones las vidas encarnadas adquieren experiencias. La libertad de la voluntad humana para hacer estas elecciones de vida, y la aceptación de sus consecuencias, son fundamentales para el desarrollo del ser humano. Esta es precisamente la razón por la que las fuerzas entrópicas intentan coartar el libre albedrío entre los humanos; de este modo, es más fácil que un camino contrario al desarrollo se pueda alinear con el dominio de la Octava Esfera. Debido a esto, las influencias sobre la Tierra están continuamente intentando arrebatar el libre albedrío a la humanidad. Solo tenemos que observar las condiciones de vida actuales en todo el mundo para ver cómo está operando este patrón y cómo aumenta rápidamente. Steiner fue muy claro al respecto: «Lucifer y Ahrimán se dedican perpetuamente a encadenar el libre albedrío del hombre y a conjurar todo tipo de cosas ante él para arrancarle lo que saca de ellas y dejarlo desaparecer en la Octava Esfera».7 Esta lucha contra el libre albedrío del individuo ha entrado en la mitología popular a través del simbolismo del diablo tentando, o negociando, con el alma humana (como en el Fausto de Goethe).

Las tentaciones que estas contrafuerzas evolutivas ofrecen al individuo son variadas. Otro subterfugio, según Steiner, es que estas fuerzas fingen que la Octava Esfera es el reino de los muertos, de los seres queridos que han cruzado el velo. A través de sesiones de espiritismo y médiums, se engaña a la gente para que se comunique con espectros de la Octava Esfera en lugar de con auténticas almas humanas en los reinos espirituales. Esta trampa o falacia espiritista alcanzó su apogeo a finales del siglo XIX y principios del XX, cuando se pusieron de moda los médiums, las sesiones y el mundo del espiritismo (Allan Kardec). El dominio de los muertos bien podría ser el reino de las sombras, y las sesiones de espiritismo sus portales, exactamente como describió anteriormente el ocultista Mark Hedsel. Aquí tenemos un ejemplo perfecto de cómo opera la Inversión: invierte la realidad y a partir de ello conjura una realidad sustitutiva. Steiner, entre otros, nos advierte que hay que rechazar todo lo que pueda poner al ser/alma humano en conexión con la Octava Esfera. Hoy vemos que los anuncios de videntes clarividentes son a menudo recibidos con asombro y admiración y elevados a la categoría de celebridad en las redes sociales. Debemos ser cautelosos y prudentes cuando se trata de anuncios pseudo-espirituales sobre canalizaciones, palabrería de la Nueva Era, y otros elementos que afirman provenir de la «clarividencia visionaria». Es muy posible que se trate de aspectos procedentes del mundo sombrío de la Octava Esfera.

Del mismo modo, siempre que las personas, tanto individual como colectivamente, ven restringidas sus libertades, doblegada su voluntad por la persuasión, la propaganda o la fuerza, y suprimidos sus derechos soberanos, están siendo conducidas hacia el reino involutivo de la Octava Esfera. Cualquier sociedad que no proteja la libertad y la voluntad del individuo humano está fomentando una sociedad de esclavitud. Y la esclavitud, ya sea a través de la fuerza o de la conformidad voluntaria, es un entorno ideal para la dominación de fuerzas entrópicas y contrarias a la evolución. En nuestra época, esto puede estar surgiendo a través del impulso maquínico y el auge del hipermaterialismo, como me he esforzado en mostrar a lo largo de estos artículos. Estas son las fuerzas, influencias e impulsos de la Inversión, y no de la Gran Realidad. Sin embargo, los impulsos trascendentales de la Gran Realidad impregnan continuamente la realidad menor de nuestro reino invertido, y a ello me referiré a continuación.

… continuará

 

Referencias

1 Harrison, C.G. (1893/2021) The Transcendental Universe. Azafran Books, 2021, p21

2 Harrison, C.G. (1893/2021) The Transcendental Universe. Azafran Books, 2021, p88

3 Hedsel, Mark (1998) The Zelator. London: Century.

4 Steiner, Rudolf, The Occult Movement in the Nineteenth Century’ – https://wn.rsarchive.org/Lectures/GA254/English/RSP1973/19151018p01.html

5 ibid

6 ibid

7 ibid

[i] Estas conferencias se publicaron posteriormente con el título The Transcendental Universe (Temple Lodge, 1998; Azafran Books, 2021)

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