Nuestra especie – homo sapiens sapiens – ha recorrido un largo camino histórico  evolutivo hasta llegar al punto en que nos encontramos. Finalmente hemos llegado a un mundo complejo e interdependiente; por lo tanto, tomar las decisiones correctas es difícil pero absolutamente crucial. Mientras que previamente quizás podíamos permitirnos el ‘lujo’ de tomar decisiones que solo afectaban a nuestro bienestar inmediato y nuestro escenario personal, ahora debemos pensar y actuar en un contexto global y con un horizonte a largo plazo. Para ser claros sobre este tema – nos estamos aproximando a una época crucial que alcanzará una cúspide en el desarrollo de nuestra especie.  Estamos dejando atrás una época pasada y entrando en la siguiente. La época que estamos dejando atrás es la era moderna. La época hacia la que estamos a punto de cambiar ha recibido muchos nombres – digital, nueva era, etc – aunque hasta ahora ha carecido de una verdadera y genuina prospectiva. Parte de la culpa reside en la tendencia humana a pensar de manera lineal, y por tanto a imaginar el futuro como una extensión lógica del pasado. Pero la Naturaleza – y la evolución – no funcionan de esa manera, y nunca lo han hecho. Más bien lo que existe son largos periodos estáticos en los que hay relativamente pocos cambios, seguidos del inicio de un punto de inflexión en el que un salto crucial – y crítico – acontece. Lo que está al otro lado de ese ‘salto’ resulta a menudo inesperado porque no se ajusta a los viejos patrones de pensamiento, percepción, y comportamiento. Estos periodos críticos son momentos de oportunidad, en los cuales los catalizadores para el cambio ejercen una influencia mayor de lo habitual sobre el desenlace de los acontecimientos. Es un periodo de transición en el que comienzan a ponerse de manifiesto anomalías en la periferia y que atestigua la implosión del estatus quo existente. En esos momentos las ideas, instituciones y creencias tienden a perder su utilidad.

Con todo, existen principios rectores que pueden ayudarnos, si no para predecir el futuro, al menos para prever modelos alternativos del mismo. Por ejemplo, la ciencia de sistemas puede capacitarnos precisamente para eso – para descubrir las tendencias subyacentes que fluyen por las venas de la evolución tanto biológica como socio-cultural.  Para explicarlo con sencillez, los sistemas que surgen y evolucionan – ya sean orgánicos, ambientales o sociales –  viran hacia un tamaño y una complejidad cada vez mayores. Estamos inmersos en sistemas que buscan desarrollarse a través de una creciente complejidad y de numerosos niveles de organización, un mayor dinamismo, una interacción más cercana y un equilibrio más sutil con el medio ambiente. Por tanto, podemos prever un futuro que esté altamente conectado e integrado; más descentralizado; tecnológicamente avanzado; más sosteniblemente equilibrado; y no-localmente interconectado. Por no-localmente interconectado se entiende que los objetos/cuerpos físicos – así como la consciencia humana – mantienen formas efectivas de relación a distancia. El término ‘no-localidad’ procede de las ciencias cuánticas, que son primordiales para brindar al mundo un nuevo paradigma de unicidad incluyente, intrínseca e inmediata. Es un paradigma que ayuda a explicar nuestra inherente conectividad energética, que constituye una base para la permanente proximidad y conectividad física que se desarrollan en el mundo. Este nuevo paradigma emergente es clave para entender a qué me refiero cuando hablo de  Era Akásica.

¿Sigue siendo esto algo descabellado? Pues bien, podemos encontrar que se halla plenamente dentro del campo de la ciencia y la validez científica. Las nuevas ciencias basadas en la física cuántica nos muestran que este nuestro maravilloso mundo es un gigantesco sistema cuántico a gran escala donde todas las cosas, y no sólo los pequeñísimos entes cuánticos, están ‘entrelazadas’ – instantáneamente interconectadas.  Darnos cuenta de ello posee la potencialidad de cambiar nuestros valores y aspiraciones, y nuestra propia forma de pensar y actuar en el mundo. Puede  tener la clave para nuestro propio bienestar, y para la supervivencia de la totalidad de la comunidad humana.  En efecto, una civilización global sostenible podría devenir, y si así fuese su advenimiento estaría en armonía con la tendencia general de la evolución de los sistemas complejos. Por tanto, es enteramente posible que pueda  acontecer un desarrollo positivo de la tendencia socio-cultural evolutiva. Sin embargo, de nosotros depende facilitarlo: de lo que hagamos ahora, y en los años venideros.

Nos encontramos en el ‘amanecer’ de la Era Akásica porque aún persisten una serie de dilemas y umbrales críticos que debemos afrontar, y que se revelarán a lo largo de la próxima década(s). Pero es imperativo que consideremos todo esto como oportunidades potenciales y como obstáculos latentes. En gran medida, estas oportunidades/obstáculos se basarán en temas de energía, comunicaciones, y consciencia. Es decir, energía en cuanto a cómo usamos nuestros recursos, comunicaciones en cuanto a cómo nos conectamos y colaboramos; y consciencia en lo que se refiere a nuestros patrones de pensamiento y coherencia interna.

El camino hacia la Era Akásica es un tiempo de transición en el que nuestras crisis se convierten en nuestros catalizadores; y nuestros obstáculos en nuestra fuerza impulsora. En estos tiempos en los que existen grandes fluctuaciones en nuestras visiones del mundo, nuestros valores y creencias, estamos obligados a reorganizar cómo pensamos y hacemos las cosas. Tales momentos están en sazón para el surgimiento de nuevos modelos. Estos nuevos modelos probablemente emerjan en la periferia – como ‘anomalías’ – antes de desplazarse sigilosamente hacia el centro para derribar y desplazar los viejos sistemas centralizados y egocéntricos. Estos nuevos modelos también evidencian una marcada diferencia porque funcionan mediante canales des-centralizados y repartidos, tales como redes horizontales de conexión y colaboración, en lugar de los sistemas de control verticales y jerarquizados de arriba-debajo de los viejos sistemas. Mientras los modelos previos de civilización continúan medrando a través de una creciente centralización y  jerarquización, en estos momentos están pasando a la historia con gritos de muerte y con el inicio de su colapso final.

Para que nuestro planeta tenga un futuro que sea no solo sostenible sino que  además fomente el desarrollo humano de crecimiento y bienestar necesitamos una Era Akásica que promueva el flujo integrado de los sistemas vivientes. Esa era alentaría la realización social y personal, y sembraría las semillas de una nueva cultura que respete y dignifique la Tierra y sus diversos pueblos. La Era Akásica representa una nueva etapa en la consciencia humana, una etapa que permite a la humanidad elevarse y superar todos los desafíos a los que se enfrenta. A nosotros nos corresponde permitir que tal Era pueda ser algo más que simplemente un posible futuro. Puede ser NUESTRO futuro, si verdaderamente queremos que lo sea.

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