«Sí, el mundo es una ilusión. Pero la Verdad siempre se muestra en él.

Idries Shah, The Dermis Probe.

 

Se diría que podemos hablar de la consciencia y de los estudios sobre la consciencia siempre que se mantengan dentro del «ámbito de la realidad» y no empujen contra las «barreras de la percepción». Esta es la razón por la cual gran parte de nuestras sociedades modernas y del mercado mediático están llenos de espiritualidad pop, ya que funcionan como remedios culturales más que como revoluciones. Es decir, proporcionan una tirita en lugar de buscar una cura permanente. Muchas prácticas fáciles de «autoayuda» ofrecen una puerta giratoria de «salida falsa» para que la gente tenga la sensación de que encuentra una salida del «sistema» solo para volver a entrar en él. Tales enseñanzas u ofertas funcionan como auto-tranquilizantes: actúan como mecanismos auto-tranquilizadores para proporcionar un tratamiento alternativo, o sensación placentera, que aparece como marginal o «fuera» del sistema pero que no lo está. Más bien, es otro subconjunto dentro del programa general; pero uno que no constituye una amenaza ni proporciona un medio para percibir a través del conjunto de la realidad programada. En otras palabras, es una anomalía permitida.

Las «anomalías permitidas» son ejemplos de mecanismos de anestesia mental que suavizan o incluso disipan el impulso original de buscar respuestas. También sirven para saciar rápidamente (comida rápida) y obtener una satisfacción temporal. La saciedad temporal, o satisfacción, embota el hambre real para que, después, el impulso de desarrollo permanezca en la «zona Ricitos de Oro»[i], ni demasiado hambriento ni demasiado lleno, lo suficientemente lleno como para querer seguir con la búsqueda espiritual, pero no demasiado hambriento como para desear buscar más allá de lo que se ofrece abiertamente o está disponible en el mercado. Las fuerzas que ahora actúan sobre la humanidad son las que nos forzarán a extinguirnos o a morir para devenir. La oportunidad que ahora se nos presenta nos obliga a convertirnos en algo cualitativamente nuevo. Este es el momento perfecto para el avance personal y para la expansión de la percepción y la consciencia. Ya no es necesario ser inteligente, es esencial ser sabio.

Se ha producido una notable decadencia de lo que, en términos sencillos, podría denominarse «búsqueda metafísica» (también conocida como «búsqueda espiritual»). El impulso interior de buscar más allá de las apariencias materiales y físicas casi ha desaparecido de la vida contemporánea. Hace tiempo que se convirtió en una actividad religiosa y se transformó en ceremonias rituales y dogmas. Y más recientemente se ha llevado a lo que previamente he bautizado como «avenidas de los ashrams» y «bulevares de los gurús», por gente seducida por intereses exóticos. El glamour del «autodesarrollo» ha encontrado un mercado apetecible en el resplandor de las redes sociales. La profundidad del anhelo interior se araña en la superficie y se satisface sorbiendo los cuencos sonoros de la armonía interior y la paz mundial.

Es demasiado fácil convertirse en un estereotipo de uno mismo, guiado por tópicos de falso misticismo y logros superficiales. Hay tantas cosas en la vida contemporánea que nos empujan a olvidarnos de nosotros mismos que el mero acto de recordarnos se convierte en una fuerza de rebelión y traición contra el mundo material. Se nos induce a olvidar aquellas capacidades que traemos con nosotros del reino metafísico. Estamos aquí en este mundo como huéspedes y custodios a la vez; habitamos nuestros cuerpos durante la experiencia vital con la esperanza de aprovechar al máximo esas vidas regaladas. Y, sin embargo, rara vez llegamos a darnos cuenta de la verdad de lo que realmente somos. Nos quedamos embelesados por el reino material y sus diversiones sistémicas. Nuestra libertad independiente y nuestro libre albedrío se desmantelan al sucumbir a patrones establecidos, hábitos y comportamientos programados. Por lo general, en nuestras sociedades, al individuo se le «permite» acceder a una forma de «espiritualidad» justo lo suficiente como para proporcionarle una pequeña muestra de satisfacción. Esto se lleva a lo largo de la vida como un marcador constante de «logro satisfecho», una insignia de honor reconocida en el exterior. Entonces el individuo deja de hacer el Trabajo –la búsqueda esencial– y se alinea dentro del Juego. El recuerdo perenne comienza a desvanecerse de nuevo. Sin embargo… ¿alguna vez hemos hecho lo suficiente?

La civilización humana está infectada de distracciones aberrantes distribuidas a través de travesuras sociales, culturales y también espirituales. Tanto oro falso en circulación crea una economía paralela. Por otro lado, sin embargo, el oro verdadero aumenta su valor. La desintegración de los valores metafísicos, y la decadencia moral que la acompaña, forman parte de una proyección deliberada hacia el hipermaterialismo. Aún no nos hemos dado cuenta plenamente de que la forma más rápida de despertar es convertirse en la causa del despertar de otra persona. Al ayudar y servir a nuestros semejantes, nos ayudamos simultáneamente a nosotros mismos. Muchas personas ya están despiertas, solo que aún no lo saben. ¿Suena contradictorio? ¿Cuántas veces hemos sabido que algo es lo correcto y, sin embargo, no lo hemos hecho? Del mismo modo, muchas personas sienten instintivamente el impulso interior y perciben la inversión del mundo, pero deciden no actuar en consecuencia. En palabras del sabio y filósofo Sri Aurobindo:

Al principio, la consciencia interior parece ser el sueño y la exterior la realidad despierta. Después, la consciencia interior se convierte en la realidad y la exterior es percibida por muchos como un sueño o una ilusión, o bien como algo superficial y externo.[ii]

Nuestra realidad consensuada actual no es un retrato exacto de la experiencia vital, y ya no es donde debemos estar. Tenemos que darle la vuelta a las cosas para que se reconozca que el mundo exterior es el estado de sueño, o el nivel perceptivo inferior de la realidad. Es hora de elegir una línea temporal diferente, si eso tiene algún sentido.

Si la gente continúa alimentándose de la escoria del mundo externo –su circo mediático, las absurdidades del entretenimiento y la propaganda dirigida– entonces la realidad consensuada se graba (se valida) continuamente por esos inputs que la gente retroalimenta al sistema. Una nueva plantilla o campo de consciencia lucha por nacer. El estado perceptivo de las masas sigue siendo bajo, muy bajo. Y como especie colectiva, la humanidad ya no puede permanecer en este bajo nivel de consciencia perceptiva (ignorancia) en un momento en el que un avance de la misma es vital. Simplemente no es sostenible a largo plazo. Si este estado polarizado continúa, entonces es probable que se produzca una escisión en el futuro de la humanidad, y no todo el mundo caminará por la misma senda a partir de ahora. Lo que elijamos hoy se convertirá en la realidad que viviremos más adelante. Ahora es el momento de avanzar en términos de consciencia perceptiva: es el momento de EXPANDIRSE. Es hora de salir de la lente de la percepción infantil. Es el momento de dar cada paso con percatación, con conocimiento consciente, en lugar de tropezar con el piloto automático.

Reflexionemos sobre nuestro dilema concluyendo con el siguiente relato:

El fruto del árbol

Una antigua leyenda cuenta que un sabio relató una vez una historia sobre un árbol extraordinario que se encontraba en la India. Las personas que comían del fruto de este árbol, según contaba, no envejecían ni morían. Una persona de confianza le repitió esta leyenda a uno de los reyes del Asia Central de antaño, y este monarca concibió de inmediato un deseo apasionado por el fruto: la fuente del Elixir de la Vida.

Así que el rey envió a un representante con los recursos necesarios para encontrar y traer el fruto de ese árbol. Durante muchos años el emisario visitó una ciudad tras otra, viajó por toda la India, por el campo y la ciudad, y preguntó diligentemente sobre el objeto de su búsqueda a cualquiera que pudiera conocer su naturaleza y dónde se podría encontrar.

Como se pueden imaginar, algunas personas le dijeron que, evidentemente, semejante búsqueda no podía ser más que la de un loco; otras le interrogaron atentamente para averiguar cómo una persona de inteligencia tan evidente podía verse implicada en una aventura tan absurda; su amabilidad a este respecto, al mostrar su consideración hacia él como un iluso incauto, le dolió aún más que los golpes físicos que los ignorantes también habían hecho llover sobre él.

Mucha gente, por supuesto, le contó falsas historias, enviándole de un destino a otro, afirmando que ellos también habían oído hablar del árbol milagroso. Así pasaron los años, hasta que el representante del rey perdió toda esperanza de éxito, y tomó la decisión de volver a la corte real y confesar su funesto fracaso. Por suerte, en la India  también había cierto hombre de verdadera sabiduría –allí existen de vez en cuando– y el hombre del rey, habiendo oído hablar de él al final de su búsqueda, pensó: «Al menos acudiré a él, desesperado como estoy, para buscar su bendición en mi viaje de regreso a casa».

Se dirigió al sabio, le pidió una bendición y le explicó cómo había llegado a una situación tan angustiosa, un fracaso sin esperanza. El sabio se rio y le explicó:

«Simplón; tú no necesitas una bendición ni siquiera la mitad de lo que necesitas orientación. La sabiduría es el fruto del Árbol del Conocimiento. Al haber tomado como objetivo las imágenes y la forma, los nombres secundarios de las cosas, no has sido capaz de encontrar lo que hay más allá. Tiene miles de nombres: puede llamarse el Agua de la Vida, el Sol, un Océano e incluso una Nube… Pero el símbolo no es la cosa en sí».

«Quienquiera», continuó este Maestro, «que se apegue a los nombres y se aferre a los conceptos sin ser capaz de ver que estas cosas derivadas son solo etapas, y a veces obstáculos, para la comprensión, permanecerá en la etapa de las cosas secundarias. Crearán y permanecerán en una subcultura de estímulo emocional, fantasía y cuasi-religión[iii].

[i] https://naukas.com/2012/10/08/ricitos-de-oro-y-la-via-lactea/

[ii] Sri Aurobindo, Integral Yoga. Lotus Press (1993), pág. 49.

[iii] Idries Shah, (1978) A Perfumed Scorpion. London: Octagon Press, pág. 137-8

 

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