¿Y entonces qué harías…si fueses el gobernante del mundo por un día?
¡Supongo que no tendría otra alternativa que abolir la realidad!
¡Me gustaría saber cómo te las arreglarías!
Robert Musil
La atracción del vacío es irresistible.
Jean Baudrillard
Si te sientes inseguro acerca de lo que es real y lo que es irreal, en tal caso no estás solo. Nuestro modo de vida materialista se está acelerando y expandiendo tan deprisa que está saturando nuestras culturas modernas hasta el punto de la abstracción. La vida en las sociedades materialmente privilegiadas se está transformando cada vez más en un mundo de imagen, espectáculo e hipernormalización. Los medios de comunicación simplifican la forma de vivir y cuanto más lejos vamos en esa dirección más experimentamos una sensación de desasimiento; como si estuviésemos a la deriva en un espacio abierto que hay que llenar.[1]
La gente tiene experiencias, o experimenta eventos, sin obtener realmente sus frutos. Es como si nos sumergiéramos en agua oleosa que luego desapareciese sin dejar rastro alguno. Parece como si cada vez más nos estuviésemos enfrentando a una ausencia. Lo más extremado de esto es crear un mundo donde los humanos se sientan excluidos. Hoy día mucha gente vive dentro de su burbuja personalizada con todos los artículos digitales adaptados a sus necesidades individuales. Al estar rodeados de comodidades que satisfacen todas nuestras necesidades excluimos deliberadamente muchas otras cosas, incluyendo todas las serendipias[2] de la vida. A cambio de vivir en ambientes seguros hemos desconectado nuestra alma de las cosas salvajes, agrestes, de la vida.
La realidad, sea lo que sea o fuese, se ha refugiado detrás de un espectáculo de fantasía que nos hace creer que representa el papel de la nueva y reluciente fachada del siglo XXI. Uno de los resultados de ello es que cosas que antes se oponían entre sí están perdiendo su significado y haciéndose indistinguibles. Es decir, identidades establecidas que solían facilitarnos la vida: nosotros/ellos; amigo/enemigo; bueno/malo; y todo lo demás, actualmente son más bien falsas realidades. La vida ha cambiado, o se la ha impulsado hacia un reino de invención que los políticos, los grandes medios de comunicación y su maquinaria propagandística aprovechan cada vez más abiertamente. A partir de ello, ha emergido un sentido diferente de la realidad que ha conseguido amortiguar las diferencias y las contradicciones y hacerlas parecer suaves en lugar de ásperas. Y el resultado es a lo que me refiero como hiperrealidad.
La píldora de la hiperrealidad
Ya no se nos fuerza a engullir la píldora áspera sino que queremos ingerir la suave. Y esa suavidad se presenta como suculenta y fácil de tragar. Nuestras culturas modernas quieren que creamos que son simples, suaves y que, por consiguiente, requieren nuestra obediencia complaciente. En consecuencia, muchos ya no sabemos, o no nos ocupamos de saber, donde queda la resistencia. Y si sentimos la necesidad de oponernos, nos sentimos desconcertados acerca de dónde llevarlo a cabo. El «ideal suave» es que la sociedad se maneje de manera que no pueda haber una resistencia en contra eficiente. Es a esto a lo que hace tiempo Herbert Marcuse se refería como una «falta de libertad confortable, suave, razonable y democrática». Lo hiperreal elude cualquier contacto real. Es como encontrarse al otro lado del teléfono intentando conseguir hablar con alguien sobre el horrendo servicio que nos están dando. Nos dejan a la espera o nos fuerzan a marcar un laberinto de números a medida que el sistema automático va estrechando nuestras opciones. Solo después de ejercitar una paciencia prácticamente ilimitada, y con suerte, nos ponen en contacto con una voz insípida, sin cultura, en un centro de atención telefónica de ultramar, que en nuestro corazón sabemos que no merece nuestro reproche o nuestra ira. Esta estrategia evasiva de lo hiperreal ha tenido éxito en oscurecer cualquier espacio de resistencia. Todo es tan «real»; y sin embargo evidentemente no lo es.
Y por tanto, como remedio a nuestra carencia de espacios de resistencia, en su lugar se nos ofrecen abundantes lugares de entretenimiento. El escritor inglés Aldous escribió: «En Un mundo feliz[3] se usan deliberadamente distracciones sin fin de la naturaleza más fascinante como instrumentos políticos… con el propósito de evitar que la gente preste demasiada atención a las realidades de su situación social y política»[4]. Huxley temía que la gente se volviese pasiva gracias al acceso a un suministro abundante de entretenimiento, al consumismo y a una multitud de ebriedades tóxicas. La noción original de hiperrealidad (un término que se toma prestado de la semiótica y la teoría postmoderna) es una incapacidad de la consciencia para distinguir la realidad de una simulación de la misma, especialmente en las sociedades tecnológicamente avanzadas. Ya no nos enfrentamos a la amenaza de luchar con nuestras sombras, ahora nos desafían nuestros clones. Puede que esta sea la quimera radical hacia la que nos estemos deslizando.
Pero todas las culturas se han enfrentado al delirio radical acerca del mundo. Los místicos lo han descrito, el arte lo ha simbolizado y los filósofos lo han debatido. Lo principal no es la noción de ilusión, sino más bien el medio a través del cual se transmite. O, lo que es más importante, si se trata de algo deliberadamente exagerado y amplificado. Y ¿cómo, por quién y por qué? Quizá la ilusión, el relato consensuado que nos cuentan cuando estamos creciendo y en el que todos creemos, sea en la actualidad nuestra industria más grande, especialmente en las sociedades occidentales. Es la historia que se ha relatado invariablemente porque «así es como ha sido siempre». No en balde hay tanta confusión, la cual, a su vez, se alimenta mediante otra gran industria occidental: la terapia.
La hiperrealidad juega a un juego en cierto modo diferente, con reglas nuevas y una baraja distinta. La paradoja actual es que quienes estamos atrapados en el juego no tenemos ni idea de qué va. El problema es que muchas de esas reglas son sus reglas: ellos nos dicen que debemos creernos los espectáculos (ver capítulo 7); que tenemos enemigos a los que temer (ver capítulo 9); y que lo que realmente nos conviene es el orden y el control (ver capítulo 10). Parece probable que el nuevo juego realmente trata de que unos ganan siempre y todos los demás se doblegan. Otra forma de considerarlo es que no tenemos todas las cartas del juego porque el sistema las ha robado. Esto es similar a un relato breve de Jorge Luis Borges «La lotería de Babilonia» donde todas las actividades de la vida se rigen por la lotería, es decir por el azar. Y «La Compañía» gestiona la lotería, cuyas reglas no solo lo son del juego sino que se convierten en las de la vida. Si esto no es suficientemente desconcertante, es que necesitamos otra píldora de hiperrealidad.
Por favor señor, ¿podría darme algo más de hiperrealidad?[5]
La hiperrealidad –la incapacidad de distinguir lo real de lo simulado– se ha convertido en nuestra nueva estructura de la realidad (kit de percepción) y se construye de manera que todo el mundo crea en ella y la acepte. Hay un sensación subyacente de que algo no está del todo claro, pero nuestro sentido de la realidad a menudo parece tan extremado que se convierte en «extra-plausible» (una vez más la noción de hipernormalización). Se diría que entre el individuo y lo que es real se erigen unos extraños muros de falsedad. El resultado es una distorsión de cómo vemos las cosas. En otras palabras: una distorsión de la percepción. Dicho sencillamente, la hiperrealidad se puede describir como la normalización del delirio. Cuando la sociedad de masas se adhiere a una falsa ilusión colectiva a eso lo llamamos normal, o «realidad», y si una persona difiere demasiado del pensamiento consensuado a menudo la tildamos de trastornada o inestable. La hiperrealidad también refleja una huida de la realidad, de la cual los mundos digitales y virtuales son un sustituto. Es como si se nos echasen encima las luces de un coche que se acerca y fuésemos como conejos aturdidos en medio de la carretera. ¡Más vale no sentarse por ahí demasiado tiempo meneando las sedosas colas!
Lo hiperreal suaviza y calma todas las contradicciones. Hubo una época en la que pensábamos que teníamos políticos de «derechas» y de «izquierdas»; actualmente esas distinciones se han invalidado. Ya no hay «derecha» o «izquierda» solo agendas que usan diferentes medios para adquirir el mismo poder. Cualquier base de verdad se ha deslizado hacia una sustitución estilizada: la simulación. Déjenme hacer una pregunta: ¿por ejemplo, realmente pensamos que la cara de la política representa algún vestigio de verdad? No hay más verdad en los políticos que en cualquiera que lleve una bata de laboratorio en un anuncio de televisión para persuadirnos de comprar una marca concreta de detergente. Hay persuasión y falsedad que se presentan como un elemento de verdad, pero que son pura simulación. Nos hemos deslizado en una época en la cual el nuevo «principio de realidad» es que nada es inalcanzable y que prácticamente todo se puede comprar por un precio. Lo real es sólido y existe como un flujo de bienes, servicios, aspiraciones, deseos y placeres, con una disponibilidad casi instantánea.
La cuestión ahora es ¿hasta dónde puede llegar el mundo antes de ceder a un estado permanente de hiperrealidad? Quizá ya estemos en ese estado; después de todo, lo hiperreal es contagioso, como una reacción en cadena. El solo hecho de pensarlo ya es inquietante. Afortunadamente para mí puedo salir al jardín para calmar mis nervios. Puedo examinar mis árboles frutales, cuidar mis plantas y mis verduras, escardar las malas hierbas o cortar el césped. Cuando salgo afuera a la vegetación del jardín el mundo online se detiene en la puerta delantera. Pero pese a este placer también sé que formo parte de un mundo conectado y que reclamo, y necesito, esa conectividad. Ambas cosas son necesarias e importantes, así que debo conservar la cabeza. En las celebres palabras de Rudyard Kipling de su poema Si: «Si puedes mantener tu cabeza en su lugar cuando todos a tu alrededor/están perdiendo la suya y te culpan por ello… Si puedes hablar con las masas y conservar tu virtud…Tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella».
Actualmente, en el mundo hiperreal el espacio de las comunicaciones se condensa en el ahora simultáneo; espacios marginales de la periferia son los sitios ocultos donde fluyen los secretos por redes externas opacas. Nuestras redes de circulación y movilidad se fragmentan en aquellas que privilegian a algunos y excluyen a la mayoría. Incluso el espacio sobre nuestras cabezas está colonizado por satélites que nos espían. Disponemos de vistas de las calles que Google observa y analiza. Nuestros movimientos, lo que decimos y lo que escribimos está siendo espiado, procesado e interpretado mediante algoritmos inteligentes. Hemos inyectado en la Tierra un «virus inteligente» con el fin de monitorizar todas las actividades.
Nuestros suaves flujos digitales permiten, con precisión y eficiencia, que muchos aspectos de nuestras economías públicas y privadas se desplacen hacia la periferia donde operan las redes secretas. Ahora hay un mundo extraterritorial globalizado que se mueve por redes exclusivas, en su mayoría secretas. El fenómeno de la extraterritorialidad ha convertido lugares periféricos y marginales en nodos centrales. Hasta el reciente escándalo de los papeles de Panamá, las economías extraterritoriales habían funcionado en gran parte en las sombras invisibles. Los papeles de Panamá se filtraron en 2015 desde una fuente anónima y contenían 11,5 millones de documentos que detallaban informaciones financieras y asuntos entre clientes y abogados de más de 214.488 entidades extraterritoriales. Los documentos pertenecían al bufete panameño Mossack Fonseca, el cual había estado operando durante décadas estableciendo cuentas y compañías ficticias extraterritoriales para clientes ricos. O, como a menudo prefieren denominarse «particulares con un alto poder de inversión» Esta filtración masiva de documentos dio lugar por todo el mundo a escándalos de políticos y famosos, forzando a muchos dirigentes a dimitir de sus codiciados puestos. Ahora los presidentes se ven más forzados a divulgar sus declaraciones de impuestos para probar su legitimidad. Pero con la mascarada tras lo hiperreal, personajes como el presidente de Estados Unidos Donald Trump pueden evadir estos procesos con engaños flagrantes. El secreto y el control extraterritoriales son cruciales para el funcionamiento de las sociedades contemporáneas.
La hiperrealidad también tiene que ver con la desaparición.
Por favor señor, podría decirme dónde encontrar algo de hiperrealidad?
La hiperrealidad no solo trata de velocidad y celeridad, también de cosas de envergadura que se condensan en espacios cada vez más pequeños antes de desaparecer por completo. Nuestros hábitats urbanos, los flujos de información y las transacciones financieras, muestran una densidad y una velocidad que aumentan simultáneamente. Las quiebras financieras son más explosivas porque afectan a muchísimos más sistemas a nivel global. Son densas en su complejidad.
En el núcleo de la forma condensada lo que antaño conocíamos como real empieza a desaparecer. En el extremo de la economía, el valor del dinero desaparece. Es un dinero fiduciario; es decir, solo tiene el valor que colectivamente acordamos darle; por sí mismo no lo tiene, solo son dígitos binarios que se canjean entre pantallas de ordenador y se fragmentan en préstamos. En el culmen de la guerra no hay una humanidad real, solo locura, e inmensa aflicción, pérdida y dolor. En los confines de la sexualidad no hay calidez solo la pornografía de la concupiscencia y la mercancía del deseo. En el extremo de la bondad hay avidez de hacer el bien. E incluso en el límite del amor no hay amor real, sino obsesión y posesión. Entre esos extremos perdemos contacto con cualquier cosa que antes se acercaba a lo real. Estamos en el torbellino de lo hiperreal donde el sustituto, que reemplaza a su antiguo anfitrión, está «siempre en marcha», 24 horas al día y 7 días a la semana.
Un mundo hiperreal «siempre en marcha» también crea la ilusión de movilidad. Precisamente porque podemos estar conectados con todo el mundo mediante las tecnologías de bolsillo ya no es necesario que nos movamos. Podemos estar en la oficina mientras hablamos con colegas de todo el orbe; o chatear con amigos de otro continente mientras permanecemos sentados en nuestros sofás. Aquí la contradicción es que la hipermovilidad crea su propia vida sedentaria. Esto se explora en la película de ciencia ficción Los sustitutos (2009) en la cual le gente adquiere robots humanoides provistos de control remoto para que lleven a cabo su vida social y sus asuntos mientras la persona real se queda en casa conectada a su sillón. Por supuesto, todos eligen un humanoide hermoso que los represente (justo como los avatares en el mundo online) mientras que sus cuerpos reales yacen gordos e infrautilizados en su sillón inmóvil.
El estilo de vida móvil de un mundo hiperreal siempre en marcha parece promover el nomadismo. Pero un nómada es alguien que no se siente en casa en cualquier lugar, de ahí su continua necesidad de mantenerse en marcha. Un nómada es más bien alguien excluido de una vida social establecida; una persona que se siente repudiada y marginada en cualquier sitio. Mientras que por todo el mundo se producen exilios y migraciones masivas, este éxodo se desarrolla entre la gente menos móvil o menos privilegiada en lo que respecta a la movilidad. Se nos induce a creer que en el mundo hay un aumento de la libertad de movimientos cuando en realidad, a menudo, mucha de esa movilidad está fuera de la vista e implica formas cada vez más elaboradas de ilegalidad, secretismo y sufrimiento. Las fronteras se crean, se vigilan y se controlan con regularidad. Aquellas personas que gozan del privilegio de la movilidad social es más probable que se entreguen a vidas sedentarias a través de la ilusión de movilidad que forma parte de la simulación del mundo hiperreal.
Pero aún tenemos poca experiencia cultural para protegernos de la invasión de la simulación, la artificialidad y lo hiperreal. Todo ha sucedido demasiado deprisa para nosotros y nuestros sentidos no se han ajustado por completo. Muchos batallamos con cuerpos doloridos, ciclos de sueño agitado, y ojos cansados producidos por todas las pantallas en nuestras vidas; no son mareos relacionados con los viajes, sino debidos a las pantallas. Una de las características de la hiperrealidad es que la comunicación ocurre con extremada rapidez, y que casi constantemente se nos bombardea con información. Como se comenta en el capítulo 6, mucha de esa información forma parte de la ilusión, y solo contribuye a aumentar aún más la sensación de lo hiperreal.
Lo hiperreal trae a primer plano una convincente colección de intrascendencias desastrosas. De alguna manera se informa de todo lo que está sucediendo y se transmite y comenta, creando un parloteo explosivo de micro-impactos que domina nuestras conversaciones superficiales. Y luego, al día siguiente, han desaparecido dentro de un agujero negro de amnesia y son remplazados por otra dosis de veinticuatro horas de temas que atraen la atención. Este estilo de vida hiperreal crea un ruido de fondo; un zumbido de electricidad estática de baja intensidad que aparentemente no tiene fin y que infesta nuestros espacios cotidianos. Es como las interferencias estáticas que escuchamos cuando cambiamos de canal en la radio, o cuando un canal de televisión digital aún no está sincronizado.
Los años del bardo habitan un mundo que vive las consecuencias de no estar aún en sincronía: es un mundo de alta velocidad, siempre conectado y post-histórico. Para mucha gente que todavía no está en sintonía con eso es sumamente desagradable. Las cosas aparentemente ocurren, pero no estamos muy seguros de ello. Este es un dilema. Lo hiperreal toma el alma herida y la «photoshopea»[6] transformándola en una caricatura de su ser anterior, que se glorifica y se embellece falsamente convirtiéndose en algo menos real pero hiper-atractivo. Los eventos y los temas se pasan por alto, haciendo de las verdades poco más que eslóganes breves que destellan delante de nuestros ojos. Pese a estos absurdos aún estamos viviendo en un mundo que físicamente es muy real.
Lo hiperreal como reacción exagerada y sobrecarga
Ultra-reaccionamos porque estamos de continuo bajo el bombardeo de una corriente de información que nos mantiene sobrecargados. Deseamos saber tanto como sea posible sobre lo que está pasando en nuestro entorno porque para nuestros ancestros esto solía ser una estrategia evolutiva de supervivencia. Pero nuestros lejanos ancestros no tenían Internet, ni teléfonos inteligentes (smartphones), ni toda una serie de dispositivos conectados; tenían palos y hachas. Hemos cambiado nuestros ritmos, o más bien nuestro medio ambiente tecnológicamente ubicuo los ha alterado, y no hemos tenido tiempo suficiente para ajustarnos biológica ni psicológicamente. Es por ello que estos tiempos del bardo son tan inestables. El suelo se está moviendo literalmente bajo nuestros pies. Estamos despertando a un mundo con un ritmo inédito, con una nueva velocidad más rápida y una resonancia alterada; y francamente a la mayoría nos hace sentir como si estuviésemos parcialmente ebrios. El mundo está haciendo que nuestros hijos respondan a su energía hiperreal, y a continuación, en consecuencia, procedemos a tranquilizarlos. El historiador social Yuval Noah Harari apunta que «en 2011, 3,5 millones de niños norteamericanos estaban tomando medicaciones TDAH (trastorno por déficit de atención e hiperactividad). En el Reino Unido el número ascendió desde 92.000 en 1997 a 786.000 en 2012»[7]. En un mundo así se hace mucho más difícil practicar y mantener ciertos tipos de atención, tales como el pensamiento contemplativo, reflexivo e introspectivo. Accedemos a la información pero la convertimos menos en estados interiores vivos o memorias.
Es como si nos asustara aburrirnos. Puede que sintamos que estar o ser aburridos es un fracaso; que hemos fallado en hacer uso de toda la información y las oportunidades a nuestro alcance. Pero el cerebro, para procesar toda la información y los impactos externos, está trabajando duro continuamente y por tanto necesitamos tomarnos un tiempo libre para relajarnos, recargar y reponer. Necesitamos retener nuestra concentración en lugar de caer en el enfoque perezoso de descargar digitalmente nuestra atención. No podemos pilotar nuestra propia trayectoria vital con un GPS. Al mismo tiempo, conservar la atención no debería requerir inductores químicos artificiales; ni necesitar copiosas cantidades de fantasía que se hagan pasar por lo real. Muchas culturas altamente desarrolladas ya están disfrutando del efecto de la «disneyficación»[8] con el cual se promueven por todo el mundo los objetivos, las costumbres y los valores comerciales occidentales como una panacea para todo. La disneyficación nos ofrece un entretenimiento mayor, más rápido y mejor que es el mismo para todo el orbe: los valores de la cultura de masas norteamericana en el escenario global. La disneyficación oculta los lugares «reales» pero paradójicamente mucha gente parece preferir estar en lo imaginario. Quizá su función real sea hacernos creer que el resto de la sociedad es imaginaria y que solo es real aquello que reside dentro de los muros de Disney. En lo hiperreal el espectáculo se convierte en el espacio donde se desenvuelven nuestras vidas sociales. Disney está invadiendo nuestras vidas y esa colonización se convierte en el nuevo mapa del mundo.
Según el célebre texto del escritor argentino Jorge Luis Borges existió un gran imperio que creó un mapa tan detallado que era tan grande como el propio imperio. El mapa real creció y decayó cuando el imperio conquistó o perdió territorio. Cuando finalmente se derrumbó, todo lo que quedó fue el mapa. Este «mapa imaginario» terminó por convertirse en la única realidad restante del gran imperio: una simulación de lo que una vez fue una realidad física ahora colonizada por su propio espectáculo. Es aquí donde lo Real pierde su centro y se convierte en algo simulado[9].
Lo hiperreal también elude un sentido de origen, que explica el aumento de la nostalgia, el retro-renacimiento, y la gente que se disfraza de superhéroe. Congresos de Star Treck, hablando el idioma klingon[10], y adentrándose en todo un universo nuevo que se engrana con los mundos online y sus avatares. En el reino de lo hiperreal el origen carece de origen y el lugar real es un sin-lugar. Se nos dan nuevos mapas de conmemoración y celebridades que esconden un fetichismo de la mercancía[11]: ¿pero dónde está el significado? Anhelamos sentido.
Lo hiperreal incorpora todo dentro de sí mismo; en ese reino no hay exterior e interior. La única escapatoria es una forma de trascendencia, un proceso o acto de gnosis, que pueda ver a través de la superficialidad del espectáculo. Este es el dilema actual: los sistemas se extienden pero no se trascienden a sí mismos. Muchos estamos en esta situación: vamos a por más de lo mismo, solo que un poquito diferente. La respuesta se encuentra en llegar a hallarse más allá de la diferencia. La vida siempre ha sido una secuencia de eventos a los que adscribimos sentido. Cuando experimentamos esta secuencia de una forma suficientemente razonable creamos nuestros significados. Cuando esta secuencia de eventos y signos se hace asimétrica, no-lineal o se acelera más allá de nuestros límites de percepción estándar, es cuando empezamos a perder la capacidad de adscribirle significado. La hiperrealidad es la zona donde se produce este deslizamiento y el sentido pierde su anclaje. El resultado es que sentimos que se nos está arrastrando fuera de nosotros mismos. Somos impulsados dentro de la corriente y del flujo de esta hiperrealidad y perdemos de vista el suelo. No solo la fundamentación del lugar sino también nuestro terreno interior: esa parte de nosotros mismos que nos hace sentirnos humanos. Lo que estamos perdiendo es nuestra parte de alma.
En estos «tiempos del bardo» tenemos que encontrar un nuevo equilibrio y configuración de las cosas. Nuestras antiguas disposiciones están cambiando, y aquellas cosas que antaño se percibían estables y ordenadas están perdiendo sus amarres. Deberíamos recordar que lo «Real» existe en algún lugar dentro de nosotros, y mantener eso en mente mientras el mundo de fuera continúa lanzándose sin más a un frenético torbellino de eventos caóticos. Al final, solo podemos confiar verdaderamente en nuestro sentido común e intuición. Como Václev Havel declaraba en una de sus alocuciones: «la trascendencia es la única alternativa real a la extinción».
Debemos permanecer estables y tan cuerdos como sea posible a medida que la vida se acelera hacia su propia hiperrealidad. De otro modo puede que no encontremos nuestro propio centro dentro del sensorio global de vida de alta velocidad. El viaje apenas acaba de comenzar…
Una charla en el bardo con Sia, dios egipcio de la percepción
Autor (A): Hola Sia.
Sia (S): Hola.
A: Gracias por revelarte, es muy de agradecer.
S: No te preocupes. De todas formas siempre estamos en los alrededores de una u otra manera. ¿Tienes algo en mente?
A: Sí, estaba pensando sobre cómo es la vida ahora, ¡como siempre hago! Y pensaba que la vida en estos momentos es una gran aventura ¿no te parece?
S: ¿Qué quieres decir?
A: Bueno, se diría que es como si recientemente nos hubiésemos metido en una especie de montaña rusa de realidad. Y no está claro si alguien controla el programa.
S: Bonita analogía; ¿pero no estáis reaccionando exageradamente?
A: Justamente es eso: todo parece estar en modo reacción exagerada ¿Es así como se supone que deben ser las cosas?
S: Mmm, sí. Ya veo lo que quieres decir. Por supuesto, en gran medida es también una cuestión de percepción.
A: Tenía la sensación de que ibas a decir eso.
S: Entonces estabas en lo cierto. Pero de todos modos lo iba a decir. Lo digo porque es verdad. La percepción lo es todo. Cuando puedes ver la verdad con claridad entonces las elecciones se hacen obvias.
A: ¿Y es posible ver la verdad, como dices?
S: Posible, pero no fácil. En vuestra realidad, las verdades son las primeras damnificadas. Creo que tenéis un dicho, ¿algo así como la verdad es la primera víctima de la guerra? Bueno, eso es bastante adecuado.
A: Sí, la tenemos. E irónicamente, eso es verdad. Hoy día también podemos decir que ¡la primera víctima de las noticias es la verdad! Pero ¿por qué dices que es adecuado?
S: Lo digo porque en cierta forma, precisamente ahora, estáis implicados en una guerra sobre qué tipo de realidad compartiréis colectivamente como especie. Naturalmente, vuestra realidad siempre se ha basado en cómo la veis. No expreso nada nuevo diciéndote que existes dentro de una realidad basada en la percepción. La cuestión es cómo elegir percibir, y eso puede ser un asunto de auto-entrenamiento o de influencias externas. Esta es la batalla que siempre se ha librado. Históricamente era más sencillo, ya que las masas aceptaban de buena gana las mitologías. Ahora, en vuestra época, parece que hay muchísima más confusión sobre qué historias son más creíbles y aceptadas. O quizá no debería llamarlas historias, porque esa palabra tiene un sentido demasiado ligero para vosotros. Puede que debamos atenernos a sistemas de creencia y narrativas sociales. Las percepciones se manipulan en vuestra época en un grado muy elevado. Y a muchos de vosotros os confunde.
A: ¡A mí me lo vas a contar! Se siente cada vez más como si estuviésemos en una forma de hiperrealidad en la cual se difumina la distinción entre lo real y lo falso. ¿No te parece?
S: Me inclino a estar de acuerdo, por el momento. A vuestro nivel ninguna realidad es jamás fija. Por ahora podríamos referirnos a ellas como sub-realidades. Puesto que estáis cambiando a través de las eras, de un estado de vuestra civilización hacia otro, hay una gran cantidad de flujo y perturbación. También, en estos momentos hay una gran cantidad de energía que está llegando y produciendo un cierto grado de caos en la vida en vuestro planeta.
A: ¿Una gran cantidad de energía? Eso suena ominoso.
S: (risa suave). Bueno, depende de tu percepción y tu perspectiva, por supuesto. Realmente no sé cómo definirías «ominoso». En vuestra forma humana tendéis a ver todas las cosas como o lo uno o lo otro. Los matices no son vuestro punto fuerte. En todo caso, ¿quizá debería hablar un poco de esa energía?
A: Sí, por favor, hazlo.
S: Está bien. La energía es necesaria en vista de hacia dónde van las cosas. En lo que te puede parecer paradójico, desde tu perspectiva, está energía es a la vez perturbadora y estabilizadora.
A: Sí, he oído algo similar a eso. Pero ¿podrías clarificarlo más?
S: Sí, lo haré. Imagina que quitas el tapón de tu bañera para vaciarla. Alrededor del desagüe hay una acumulación de energía cuando toda el agua trata de liberarse. Este acúmulo crea como un remolino alrededor del agujero, ¿no?
A: Sí, sé lo que quieres decir.
S: Bien, dicho remolino es una forma estabilizadora que sirve para mantener la presión del agua, su energía, mientras se libera y se mueve hacia otra forma u otro uso. De manera similar, justo ahora hay una gran cantidad de energía sobre vuestro planeta que se utiliza para ayudar a la transformación entre eras. Es perturbadora y a la vez, pareciéndose a un remolino, retiene la energía. Esta formación de energía atravesando vuestro planeta tiene el efecto de parecer que acelera los eventos, como el tiempo. Esa aceleración a la que has aludido es a lo que llamas «hiperrealidad».
A: Ah, creo que ahora lo entiendo. Entonces, esta fase de hiperrealidad se pasará cuando la energía antigua se haya liberado, haya salido del baño, por así decirlo, y haya entrado una energía nueva.
S: Correcto. Desde vuestra perspectiva, esta forma de hiperrealidad es un fenómeno existente y real. Pero desde la mía es un breve instante dentro de un prolongado periodo de tiempo, que es necesario para el impulso hacia delante de la vida y el desarrollo sobre vuestro planeta. La percepción nos otorga una distinción entre ver algo como una energía caótica y acelerada, o como una concentración de energía dinámica pero estable. Vuestras estructuras de realidad están intentando acomodarse a estos flujos de energía.
A: Gracias, Sia; eso ayuda un montón. ¿Y piensas que nuestras estructuras de realidad también cambiarán?
S: Por supuesto. Quizá estructuras de realidad no sean los términos más adecuados aquí. Una vez más, me encuentro limitado por un vocabulario restrictivo. Con estructuras quiero decir colocaciones. Una realidad, la vuestra, es una alineación: son disposiciones energéticas que corresponden a diferentes escalas de percepción. Lo que podéis percibir justo ahora desde vuestra perspectiva planetaria es bastante denso. La vibración de vuestro planeta, y por lo tanto vuestra realidad, opera en un plano más bajo. Esto cambiará a medida que pasen los acontecimientos. Nacerán nuevas formas y disposiciones de acuerdo con correspondencias energéticas diferentes. ¿Tiene sentido?
A: Sí, por favor continúa.
S: Solo decir que todas las formas de la realidad están en movimiento y son integrales.
A: ¿Integrales?
S: Sí. Vosotros participáis dentro de ellas. Estáis dentro de la burbuja mientras se mueve y cambia, por así decirlo.
A: ¿Y en algún momento podemos ver fuera de esta «burbuja de realidad».
S: Bueno, sí. Ese ha sido durante siglos el objetivo de muchos de vuestros caminos de sabiduría. Hay muchas tradiciones que enseñan y entrenan para eso. Pero esa es otra historia. También vosotros tenéis imágenes e interpretaciones de ello en vuestras artes creativas.
A: ¿Las tenemos?
S: (risas). Sí, las tenéis. Pero sois vosotros quienes tendréis que buscarlas. Son vuestros deberes ¡si los queréis!
A: Sí, lo sé. No podéis dárnoslo todo en bandeja.
S: Desde luego que no. ¿Dónde estaría el aprendizaje? ¿Y la diversión?
A: En efecto. Así que ¿en lugar de caer en un pozo sin fondo[12], por citar una frase popular, descendemos por el torbellino hacia el desagüe?
S: (pausa). No estoy seguro de resonar plenamente con esa frase; pero creo que percibo el sentido general inherente a ella. A veces usas una fraseología extraña. Es engorrosa, pero también bastante divertida.
A: ¡Estoy seguro de que lo es!
S: Bien, quería decir que os estáis moviendo a través de algo a lo que podéis aludir como un torbellino energizado. Y esto afectará a la naturaleza de vuestras percepciones sensoriales, aunque más bien a largo plazo. Piensa en ello como un viaje de descubrimiento donde nada es estático.
A: Creo que fue un antiguo filósofo griego quien dijo que «todo fluye».
S: Puede ser. Aunque muchos de los sistemas griegos de aprendizaje proceden de las escuelas egipcias. Pero como vosotros decís, eso es otra historia. Bien, con esto basta por ahora.
A: Gracias, Sia.
S: No hay problema. Y no te olvides de mantenerte entero: ¡lo conseguirás! Adiós.
[1] o, como una vez dijo un amigo, como una morsa a la deriva sobre una placa de hielo.
[2] Hallazgo valioso que se produce de manera accidental o casual (RAE)
[3] Brave New World, título del original inglés.
[4] Citado en Urry, John. 2016. What is the Future? Cambridge: Polity Press, 29.
[5] N.T.: Referencia a la frase de Oliver Twist en la novela del mismo nombre de Charles Dickens.
[6] Neologismo del autor (en el original «Photoshops it») que hace referencia a las transformaciones que se obtienen mediante programas de diseño.
[7] Harari, Yuval Noah. 2017. «Homo Deus – Breve historia del mañana». Colección Debate. Penguin Random House.
[8] La disneyficación es un neologismo que describe la transformación de algo, por lo general la sociedad en toda su extensión, para asemejarse a los parques temáticos de la compañía Walt Disney. Ver en https://es.wikipedia.org/wiki/Disneyficaci%C3%B3n
[9] N.T.: En el texto en inglés «origin-less» (carente de origen)
[10] Una lengua construida y desarrollada como lengua vernácula en el universo de Star Trek https://es.wikipedia.org/wiki/Idioma_klingon
[11] https://es.wikipedia.org/wiki/Fetichismo_de_la_mercanc%C3%ADa
[12] N.T.: En el original «going down the rabbit hole» (descender por el agujero de la madriguera del conejo) de «Alicia en el país de las maravillas»