Cuando estás con tu Yo soberano puedes volver a caminar en el ruido y mostrar a la gente que el silencio también está aquí, en tu propio ser. Cuando actúas desde tu Ser  –tu Yo– asientas la energía dentro de ti. Puedes ser el silencio dentro del ruido.

Kaleb Seth Perl

Sé dueño de tu soberanía

Según Mattias Desmet, psicoterapeuta y profesor de psicología clínica en la Universidad de Gante, la salud mental en nuestras sociedades modernas ha ido declinando durante décadas. Esto se evidencia, dice, por un aumento constante de la cantidad de problemas de depresión y ansiedad y del número de suicidios. Una de las consecuencias de ello, en los últimos años, es el “enorme crecimiento del absentismo laboral debido al sufrimiento psicológico y al agotamiento”.[1] Este malestar, se nos informa, estaba aumentando de manera exponencial incluso antes del brote pandémico del 2020. Lo que esto sugiere es que durante los años previos y dentro de muchas culturas ya se había experimentado una gran cantidad de traumas (como yo exploraba en mi libro del 2019 Healing the Wounded Mind.[2] El profesor Desmet sugería que estos hallazgos indicaban que «la sociedad se dirigía a un punto de inflexión en el que era imprescindible una “reorganización” psicológica del sistema social». En otras palabras, estábamos, en términos generales, preparados para tomar una nueva dirección de una manera u otra. Y la dirección hacia la que nos «inclináramos» dependería de la naturaleza del desencadenante, de cómo se aplicara y de sus características relacionadas.

En muchas poblaciones humanas ya había una aprensión, un nerviosismo y una ansiedad fuertes y latentes antes de que la «crisis sanitaria» desembarcase en nuestras costas. Las reacciones de las instituciones políticas, los medios de comunicación y las organizaciones relacionadas que tenían intereses creados en dirigir la situación, despertaron más miedo y pánico entre la gente en lugar de tranquilizarla (como habría sido su papel). Cuando una situación se transforma en una crisis, es solo un pequeño paso más para convertir la crisis en un trauma. Cuando el trauma está relacionado con un acontecimiento más amplio –por ejemplo, a nivel global–, entonces la propia naturaleza de ese trauma ya no es una experiencia aislada sino un proceso continuo. Además, un proceso traumático continuo solo necesita que se apliquen «empujones» a intervalos variables para mantener y sostener la experiencia traumática. El peligro de esto es que dicha experiencia puede prolongarse casi indefinidamente si se siguen aplicando los envites. En tales estados psicológicos, se hace muy difícil para una persona mantener y actuar desde su yo soberano, ya que esta se ha externalizado cada vez más y se ha visto arrastrada a (o enredada en) una experiencia traumática compartida.

Otro asunto a tener en cuenta es la transferencia del sufrimiento y la culpa. El profesor Desmet señala, y no es el único, que en nuestras sociedades ya existía «sufrimiento psicológico, falta de sentido y disminución de los vínculos sociales de manera generalizada». Cuando la crisis sanitaria se expandió hacia una estructura de bioseguridad, muchas personas transfirieron sus ansiedades y culpas ya existentes a las narrativas sanitarias dominantes. El miedo y el malestar ya no eran el resultado de cómo se habían estructurado las sociedades modernas, junto con sus correspondientes sistemas de poder político y económico, sino que ahora se debían a un problema de salud. En esta transferencia de la culpa, muchas personas naturalmente querían erradicar esta fuente de sufrimiento y por ello estaban dispuestas a señalar con el dedo en la dirección que las narrativas dominantes les indicaban. «Ayúdennos a deshacernos de esta amenaza para la salud», gritaron y se alinearon obedientemente. Me duele señalarlo, pero esa táctica de «transferencia de la culpa» fue utilizada con un efecto devastador por el nacionalsocialismo en la primera mitad del siglo XX. Y ahora sabemos a qué nos condujo.[3]

Las políticas autoritarias aplicadas de arriba abajo parecen aportar alguna forma de solidaridad social a la situación, pero esto es una falacia. Me he referido a esto como la normalización del engaño.[4] Por el contrario, yo afirmaría que hay una gran cantidad de «fractura deliberada» en nuestras sociedades. Esto se debe, en parte, a que las personas se centran en un pequeño fragmento de la situación, en detrimento de la percepción de un panorama más amplio (véase mi anterior artículo «¿Nos están toreando?»).[5] Este estrechamiento orquestado del enfoque rompe la consciencia general en fractales, en «burbujas de realidad». Dado que las narrativas de los medios de comunicación dominantes dirigen el enfoque estrechado hacia un escenario de «pongámonos bien de nuevo», se persuade a la gente a aceptar una pérdida de libertades para que, en apariencia, se les conceda eso. La narrativa de «optimizar la salud pública» tiene el coste de una mayor pérdida de privacidad y soberanía personal. Ya no es una cuestión de salud, sino de gestión social. Pero  cualquier cuestionamiento de esto se convierte inmediatamente en una controversia sobre la salud pública. Naturalmente, cualquier persona sensata desea la salud pública y el bienestar, por lo que cualquier debate crítico se censura como un rechazo a la salud, lo cual es más difícil de defender ante las masas programadas por los medios de comunicación. Las personas se enfrentan y las alianzas sociales se rompen. Esto, como he dicho, forma parte de una estrategia de «fractura deliberada». El profesor Desmet tiene razón cuando afirma que «las personas no pueden estar sanas, ni física ni mentalmente, sin la suficiente libertad, privacidad y derecho a la autodeterminación».[6] Según el Prof. Desmet, no se trata de una crisis sanitaria, sino de una crisis social y cultural. Yo añadiría que se trata también de una crisis espiritual humana. En conjunto, nos encontramos en medio de un momento decisivo para la humanidad. La cuestión central ahora es saber qué dirección tomará la humanidad a partir de ahora.

Lo que necesitamos, tanto individual como colectivamente, es un grado de percepción y consciencia para ver y comprender que las relaciones entre las cosas en la superficie no son lo mismo que las realidades subyacentes. Las fragmentaciones superficiales son un constructo que se ha establecido para romper determinadas cohesiones sociales. Esto se debe a que una falta de cohesión social fortalecerá inevitablemente la mano de las autoridades. Por esta razón, se ha ejercido una gran presión sobre la censura en los medios de comunicación. Las agrupaciones solidarias que cuestionan las narrativas principales son ignoradas o censuradas y suprimidas descaradamente. Las agrupaciones de personas que se unen con cohesión y alianzas compartidas contra las narrativas principales no serán vistas en los medios de comunicación. Por el contrario, el enfoque estrecho se mantendrá en las narrativas de ansiedad y división. Esto se debe a que son «estas relaciones superficiales y fracturadas las que os sacarán de vosotros mismos, de vuestros seres sociales programados, y os alejarán de las cohesiones subyacentes»…[7]

Aquí la estrategia es ganar poder sobre la gente dividiendo su cohesión y fragmentando las energías de solidaridad y unión. Como dice el escritor Kaleb Seth Perl: «Es un atraco a la soberanía humana innata».  Y estoy de acuerdo con esto. Nuestra consciencia se aleja de las cosas que nos unen y se dirige a los elementos que nos separan. Y esto es una afrenta al ser humano soberano. Kaleb Seth Perl continúa diciendo que: «Ahora se os están presentando falsamente todo tipo de cosas para desviaros del conocimiento de la situación. Estáis viviendo una época en la que los seres humanos deben volver a tomar las riendas de sus asuntos».[8] En otras palabras, es tiempo de ser dueños de vuestra propia soberanía. Y como paso inicial en este proceso, podemos desentendernos de las distracciones, la disonancia y el ruido y volver la mirada hacia dentro para centrarnos en nuestro Yo soberano. No debemos permitir que las narrativas dominantes nos enreden en nuestros personajes sociales, dejándonos arrastrar ingenuamente por los cuentos y la propaganda de los medios de comunicación. Debemos dar nuestros pasos desde un lugar de equilibrio fundamentado. Tenemos que ver la situación –el panorama más amplio– desde una perspectiva que trascienda las narrativas controladas.

Como dice la cita inicial de Kaleb Seth Perl, podemos ser «el silencio dentro del ruido». Y desde este lugar centrado, podemos estar conectados con nuestra propia fuente de energía, integridad y equilibrio resonante. Solo desde ese lugar podemos tomar las decisiones correctas sobre nuestra vida y el futuro que deseamos para nosotros y para todos.

[1] https://dailysceptic.org/interview-with-mattias-desmet-professor-of-clinical-psychology/

[2] «Sanar la mente herida».

[3] Véase Los orígenes del totalitarismo de Hannah Arendt

[4] Véase mi libro previo Hijacking Reality.

[5] https://kingsleydennis.com/nos-estan-toreando/

[6] https://dailysceptic.org/interview-with-mattias-desmet-professor-of-clinical-psychology/

[7] Kaleb Seth Perl, Sé dueño de tu soberanía (New Revolutions Publishing, 2020).

[8] Kaleb Seth Perl, Sé dueño de tu soberanía (New Revolutions Publishing, 2020).

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