Décadas de prácticas y creencias expansionistas nos han llevado a un nuevo umbral que aún no es portal entre lo humano y el espíritu, como algunos hubieran preferido, sino un umbral de agotamiento.
La era moderna de la postindustrialización ha alimentado un ciclo de aceleración que se basa en la expansión y el consumo continuos. Estas políticas expansionistas son, en gran medida, el resultado de la sed neocapitalista de beneficios cada vez mayores. Estas rentabilidades siempre crecientes se han basado en las guerras continuas, la expansión del comercio (por ejemplo, la globalización) y los patrones persistentes de consumo. La moderna expansión mundial ha saqueado y agotado los recursos físicos del mundo y ha explotado el sistema nervioso de la humanidad, llevándola a una situación de psico-fragilidad y agotamiento biológico. El cerebro global está entrando en un estado de demencia al mismo tiempo que se encuentra con la competencia del cerebro global automatizado. El actual empuje humano, y sin embargo inhumano, ha llevado a las generaciones actuales a un umbral de agotamiento. Hemos saturado nuestros límites de atención y nos vemos rápidamente abrumados por el más mínimo impacto. La psique humana se está volviendo excesivamente sensible a los estímulos ambientales que ahora nos bombardean desde todos los canales de comunicación con los que podemos atiborrar nuestros dispositivos. En el último siglo –y especialmente durante las últimas décadas– la humanidad se ha forjado un nuevo entorno que nos aleja de un contexto natural y nos acerca a una construcción artificial y antinatural. Muchas personas, o al menos las de las culturas industrializadas, perciben ahora la realidad desde dentro de una burbuja de estimulación. La sobrecarga de imágenes, sonidos, píxeles y digitalización, y el estilo de vida «siempre conectado» en tiempo real que nos envuelve han creado un nivel de contaminación electromagnética sin precedentes. Nos hemos introducido en un ecosistema electrónico sin ser conscientes de lo que ocurría hasta que ya estábamos profundamente inmersos en él. Este nuevo entorno electrificado hace que los seres humanos pasen de un estado de autopercepción a un modo de infoestimulación. Nuestras mentes y nuestros cuerpos se están resintonizando y recalibrando para existir dentro de un estado de excitación permanente.
Ahora, para muchas personas la vida humana es una experiencia de hiperexpresión. La vida interior del ser humano nos está siendo arrancada y se está expandiendo sobre el caótico paisaje mediático externo. No es de extrañar que asistamos a tantos casos de agotamiento del sistema nervioso. Nuestros sistemas nerviosos están siendo instrumentalizados hasta el punto de estar al borde de explotar. Lo triste es que se ha creado una industria médica para atender esto mediante la medicalización química de nuestros cuerpos y mentes con fines de lucro. Ya no hay que tener cuidado con la píldora abrasiva, sino con la plétora de píldoras suaves que se nos ofrecen constantemente y que mucha gente está más que dispuesta a echarse al coleto. El sistema nervioso humano (el cuerpo-mente) ha llegado a un punto de saturación: demasiado ruido, demasiados estímulos nerviosos, demasiada disonancia vibratoria; la gente se está desquiciando, literalmente. Hay un estado sutil de traumatización que ha entrado como un zumbido de bajo nivel dentro de nuestra vibración global. Mucha gente se ha dejado arrastrar por este ronroneo que está creando una sensación subyacente de ansiedad, inquietud, incertidumbre y nerviosismo inquieto. Algo se avecina; muchos de nosotros lo sentimos, pero no podemos localizarlo. Hay una presencia en la sala, pero no está a la vista. Ahora se necesita un momento de reunificación.
Se requiere un momento de reagrupamiento ya que tanto individual como colectivamente estamos fuera de sintonía con nuestra alineación vibratoria. La tecnología ha creado parte de esta disonancia, aunque no toda. A lo largo de los años, la humanidad ha recibido empujones para ayudar a su reajuste. Pero ahora se necesita algo más fuerte: «no habéis querido sentir ese empujón. Ahora, ha de ser más un golpe que un empujón».[1] Como especie, aún no estamos lo suficientemente unidos ni conectados como para sacar el máximo partido de la tecnología. Podemos verlo claramente en el comportamiento que observamos en Internet y en las redes sociales. Todavía estamos demasiado divididos para que nuestras tecnologías nos sean de gran utilidad. Si no estamos alineados, existe el peligro de que cualquier tecnología que desarrollemos cree más disonancia y disfunción. La humanidad debe responder a esta situación, pero mediante la toma de conciencia y el reajuste vibratorio, y no alejándose más de la vida: «nunca se trata de liberarse de la vida, de sentarse en la cima de una colina vacío de uno mismo, vacío del mundo, no».[2] Lo que necesitamos es despojarnos de todo, despojarnos de nuestras vidas socialmente construidas hacia una forma de vivir más cercana a lo esencial. Tenemos que permitir que la esencia vibratoria expansiva fluya a través de nosotros: «Permitid que esta esencia vibratoria fluya a través de vuestro ser, dando a luz una nueva firma vibratoria no fragmentada sino unificada».[3] La humanidad tiene que quitarse las vendas y permitir que sus heridas sanen. Es hora de cambiar a una vibración de especie más armonizada; esto es crucial ahora. Una humanidad más alineada y vibratoriamente resonante puede emerger de ello: «una consciencia y una alineación vibratoria cada vez». Y es aquí donde los seres humanos pueden tener un propósito, tanto físicamente en su vida cotidiana como en la alineación con la resonancia de la consciencia pura.
La vida humana también tiene que ver con la expansión de nuestro campo de consciencia, para permitir que la consciencia pura se manifieste a través del ser humano físico. El ser físico está encerrado biológicamente, pero esto no significa que debamos estar encajonados en nuestras limitaciones de consciencia. La humanidad ya ha explorado a lo largo y a lo ancho: nos hemos adentrado en los océanos, hemos atravesado la Tierra, hemos subido a la atmósfera y hemos orbitado. Sin embargo, si no exploramos y llegamos primero a nosotros mismos, entonces no habremos encontrado nada: «Solo podéis encontraros a vosotros mismos. Pero si lo hacéis partiendo de una mente escindida, estaréis encontrando todo lo demás menos a vosotros mismos».[4] Ha llegado el momento de abrir lo cerrado; de revelar lo no revelado. ¿Cómo podemos ir hacia lo «post-humano» si aún no hemos llegado a lo plenamente humano? Al volver a nuestro ser esencial, se nos abrirán nuevos caminos, se obtendrá una nueva resonancia. Se revelará una nueva visión: «serán novedades para los ojos que aún no han sido abiertos, pero viejas noticias para quienes han estado despiertos».[5] El ser humano está a la vez en el ser y en el devenir, entre la quietud y el movimiento. Este es el flujo de la evolución y siempre ha sido así. La consciencia siempre ha fluido a través de la humanidad, pero se manifiesta en relación con los caminos que se han creado. Ahora es el momento de establecer nuevos caminos, para que la consciencia pura pueda fluir más abundantemente. Ha llegado el momento de una auténtica recalibración humana hacia una vibración de consciencia, no hacia una vibración artificial de electro-esmog.
Al recalibrar y recablear, también estamos dejando de lado viejos patrones (modelajes) y hábitos. A medida que las conexiones y los patrones se modifican internamente, esto también afectará a nuestra vida exterior. Para cambiar el exterior, primero debemos cambiar el interior: «abrirse para que se formen nuevos caminos que estén más en resonancia con tu ser y con aquello que está tratando de manifestarse en la forma».[6] Este es nuestro momento para el reencuentro y la recalibración. Es tiempo de reajustar y volver a la resonancia del hogar de la humanidad; es el momento de que todos encontremos El camino de vuelta a casa. Se nos ha enseñado a estar en una lucha constante de extremos; a ser empujados entre rachas de acción y un descanso repentino y constante. De esta manera, en realidad estamos aplanando la vida: «La estáis enderezando, y también va hacia el otro extremo del descanso constante. Ha de ser de resonancia: de movimiento, de descanso, de respiración».[7] La energía siempre está ahí, disponible para nosotros, solo que necesita estar en resonancia con el «mecanismo u organismo que está recibiendo dichas vibraciones». Y en este momento, el organismo humano requiere cierta recalibración para que la energía, la consciencia y la percepción más expandidas, puedan surgir a través de nosotros. Si una persona está en disonancia, en desequilibrio consigo misma, en lugar de alinearse con las energías de la consciencia expandida, es más probable que sea absorbida por el ecosistema de las electroenergías. Estas energías son sub-naturales; forman parte de la existencia viva, pero son una forma inferior de vibración vital. La electricidad, decía Rudolf Steiner, es la luz en un estado sub-material. Es decir, es una forma de luz que ha caído por debajo del nivel de la naturaleza y se ha convertido en lo que él denominó «sub-naturaleza». Por ello, Steiner advirtió a la humanidad que tuviera cuidado de no construir culturas dependientes o basadas en la electricidad. Un electro-ecosistema sólo servirá para alejarnos de nuestro ecosistema natural y llevarnos a un estado vibratorio inferior de sub-naturaleza.
La vida moderna, tal como podemos atestiguar, ha hecho que muchos de nosotros no seamos sensibles a las energías naturales de la Naturaleza. Y el cambio hacia una mayor digitalización no ha hecho más que acentuar esta situación. Para sintonizarnos con las fuerzas vitales naturales necesitamos acercarnos a nuestros entornos naturales. Tenemos que pasar más tiempo al aire libre, en contacto con la tierra, para dejar que nuestras manos y nuestros pies se enraícen en las energías terrestres. No debemos tener miedo de la suciedad terrestre ni de las bacterias del suelo; no hay que tener remilgos a mancharse con los bichos. Lo que necesitamos es abrirnos a un estado de receptividad y reequilibrio. Tenemos que dedicar tiempo a la permisividad: permitirnos Ser, estar presentes y ser receptivos a las fuerzas vitales de la vida. De esta manera, podemos empezar a superar nuestra desensibilización colectiva y permitir que las energías vibratorias más finas de las fuerzas vitales fluyan a través de nosotros en este hermoso mundo que tenemos el privilegio de experimentar.
Habiendo alcanzado el umbral del agotamiento, podemos aprovechar esta oportunidad para atravesar una entrada diferente, un portal hacia una nueva fase en la que el ser humano se fusione con las fuerzas vitales de la consciencia pura. Se está iniciando una nueva fase: para esta nueva concesión solo tenemos que estar equilibrados, estables y en sintonía.
Notas finales
Todas las citas se han tomado de las comunicaciones con ABE tal como aparecen publicadas en mis libros previos (no traducidos al español): UNIFIED: Cosmos, Life, Purpose – Communicating with the Unified Source Field & How This Can Guide Our Lives[8] y The Way Back Home: The ABE Conversations (Vol.1)[9].
8 N.T: UNIFICADO: Cosmos, vida, propósito. Comunicarse con el campo de la fuente unificada y cómo esto puede guiar nuestras vidas
9 N.T.: El camino de vuelta a casa: las conversaciones con ABE (Vol.1)
Foto: Pedro Duran – http://piedrasenequilibrio.com/