El mundo está anegado por grandes presagios de renacimiento espiritual, escenarios tipo Argamedon, y mercantilismo de auto-ayuda que están conformando una especie de cáscara global que circunscribe la totalidad de nuestro mundo mental. El teórico político Benjamin Barber ha destacado que el mercantilismo que se esconde tras la conquista global de la esfera mental equivale a una especie de “totalitarismo por defecto”. Si no somos cuidadosos, los focos emergentes de cambio positivo corren el riesgo de ser consumidos por un ambiente socio-cultural en el que los tópicos pasan por ser algo profundo. El crítico social Morris Berman, hace más de una década, destacaba: “En la actualidad, pensar no significa otra cosa que deambular por el parque temático mental más reciente” El “parque temático” se encuentra en pleno proceso de cambio debido a que nuestras sociedades interconectadas están atravesando una época de gran incertidumbre. Son momentos en los que el “núcleo central” se siente vulnerable frente a la periferia. Esto es, las estructuras consolidadas de control están viendo como surgen elementos perturbadores que ayudan a incorporar un nuevo modelo más apropiado para la siguiente fase. En lugar de colapsos repentinos, lo que existe son patrones de transformación en los que junto al surgimiento de una nueva civilización permanecen los fragmentos de la vieja. Aún así, entre estos “patrones de transformación” se abren ventanas de oportunidad para que los adivinos, los falsos profetas, y los auto-proclamados maestros “espirituales” se aprovechen del creciente sentimiento de perturbación e inestabilidad. A menudo existe una fina, si bien importante, línea divisoria entre empoderarse y ser tranquilizado y apaciguado. Al estatus quo nada le gusta más que utilizar a los apaciguados, que ahora se sienten más cómodos con la situación. Sin embargo, hasta que la masa de la periferia gire hacia el núcleo, las fuerzas que fomentan la conformidad social coaptarán estos desafíos incorporando los murmullos de los descontentos a sus propios discursos. Esto sirve para dar la ilusión de que se están produciendo grandes cambios. Desafortunadamente, la verdad es que hay pocos cambios en el núcleo central del estatus quo – nuestras trivialidades se convierten en suyas, y lo único que cambia de manos son palabras vacías. Aunque, como ya sabemos acerca de la vida de los ciclos sociales, el cambio real sucede cuando las “anomalías” – otra palabra para denominar a los agentes del cambio – llegan a ser demasiado numerosas como para ser absorbidas dentro del sistema autorizado. Esta es la razón por la que, precisamente ahora, son tan importantes los individuos y grupos “que hacen sus propias cosas”. Todas las grandes ideas e innovaciones nacen desde la periferia como “perturbadoras”, de gente de fuera del sistema – esa gente que va por su cuenta, a menudo “fuera de los cauces”. Morris Berman llama a esta gente los Nuevos Individuos Monásticos y piensa que es en ahí donde reside el futuro. Me siento inclinado a pensar como él. Berman propone un nuevo modelo “monástico” de acción mediante el cual individuos y grupos se reúnen y crean nuevas formas de hacer las cosas, sin fanfarrias ni grandes carteles publicitarios. Ese trabajo monástico, por así decirlo, a menudo pasa desapercibido, al ser auténtico en su actividad en lugar de buscar visibilidad. El trabajador monástico, al buscar el cambio, escoge una manera de vivir que tiene sentido y que puede ser un patrimonio para su familia. A menudo el trabajador monástico se esfuerza por ayudar al cambio dentro de sus propias comunidades. Son como gotas de tinta sobre un papel, extendiendo lentamente su impacto mediante su trabajo diligente y creativo. Lo que hace que hoy en día este modelo no solo sea más atractivo sino además mucho más efectivo es el aumento de las comunicaciones globales y las redes de distribución. Hoy en día, los trabajadores monásticos pueden conectarse, compartir y colaborar. Así que, seamos cautos mientras esperamos “el próximo gran asunto” o algún gran milagro televisado. Si estamos esperando a que el sistema global actual implosione completamente lo haremos durante mucho tiempo. Los sistemas mundiales no desaparecen – se reestructuran. Esa reestructuración normalmente ocurre durante la fase de caída, con las partes del viejo modelo luchando por mantenerse hasta que se convierten en los materiales de los que emerge la reestructuración. No es el caso simple de un modelo que surge repentinamente para sustituir al otro. Durante el patrón de “apogeo y decadencia”, se produce el reciclaje y reutilización de las estructuras, prácticas y recursos sociales. En otras palabras, es un proceso de transformación que ocurre dentro de las dinámicas del colapso interno. A veces es difícil ver esta transformación, como si la transición en sus primeras fases fuera indistinguible de la desintegración. Aún así, en tiempos de transición (como los actuales), los trabajadores monásticos – o “innovadores perturbadores” como podría llamárselos – gozan de un mayor potencial debido a la existencia de tanta inestabilidad en el mundo. Esto es, los “sistemas” más grandes son más vulnerables a las perturbaciones. De modo que hacer las cosas a nuestra manera, participar con nuestras contribuciones a “pequeña escala”, puede suponer un impacto mayor de lo habitual. Ahora es el momento ideal para observar nuestras propias vidas, nuestro futuro, y empezar a crear para nosotros mismos aquello que desearíamos ver. Es momento de examinar nuestro estilo de vida (la comida que ingerimos, nuestras seguridades, nuestras dependencias, nuestras redes, nuestras finanzas, etc.), y de ser verdaderamente honestos con nosotros mismos. ¿Podemos, por ejemplo, iniciar proyectos alimenticios comunitarios? ¿Podemos empezar con nuevas monedas locales? ¿Qué podemos compartir, o intercambiar, con otros? El futuro va a ser de la gente de base. Radicará en los cambios que cada uno de nosotros introduzca en sus vidas para estar mejor colocado para seguir adelante. Tratará de nuestra resilencia a las perturbaciones y los cambios que se avecinan. Se tratará de cómo cultivar un estado mental, de estar enfocados y ser positivos. Y, lo que es importante, será cuestión de cómo ser inherentemente espirituales y, al mismo tiempo, prácticos en nuestros menesteres. Los periodos de transición no son tiempos normales – son periodos en los que la acción individual puede suponer un impacto mucho mayor en los desarrollos históricos… ¿quizás un tiempo para esfuerzos monásticos? Descargar pdf – Los nuevos monásticos
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