La vida humana en este planeta, parece que está a punto de experimentar un periodo de transición que pondrá a prueba nuestra capacidad para readaptarnos y resurgir en una escala sin precedentes. Quizás es hora de preguntarse – ¿qué tipo de “revoluciones” estamos abocados a afrontar en nuestro “pequeño planeta” en los días y años venideros? ¿Está la humanidad dirigiéndose colectivamente hacia una “experiencia cercana a la muerte” como parte de un proceso de transformación y renovación?
La civilización occidental ha creado una mentalidad que, aunque denominada “moderna”, es demasiado racional y lógica, y busca reglamentar y controlar. Desafortunadamente, también ha tenido éxito en arrebatar el “encantamiento” a un universo misterioso. Lo que está claro es que la humanidad está inmersa en las brumas de una gran revolución. En la actualidad, los sistemas ecológicos, biológicos, sociales y tecnológicos están siendo reorganizados por los nuevos avances en la energía, las comunicaciones y la conciencia. La vida en el planeta Tierra está entrando en una fase de cambio de dimensiones casi rupturistas.
Hemos llegado al siglo XXI atravesando una serie creciente de umbrales críticos, moviéndonos hacia los actuales límites globales, sociales y ambientales. Sin embargo, en tales umbrales surgen forzosamente nuevos planes. Esos nuevos planes emergentes generalmente ocurren en el contexto de sistemas interrelacionados, donde el cambio en un sistema/estructura afecta potencialmente muchas otras estructuras, tanto directa como indirectamente. Podemos decir que la revolución que empieza a ocurrir en este planeta tendrá profundos efectos, tanto físicos – estructurales, ambientales, socioculturales – como psicológicos.
Los medios de comunicación nos informan de cambios dramáticos debidos a perturbaciones climáticas: terremotos, inundaciones, huracanes, y erupciones volcánicas. También somos testigos de un aumento de las protestas populares, a medida que décadas de sistemas sociales corruptos e ineficientes se enfrentan a su némesis. Aún así, dentro de este caos visible, están ocurriendo cambios más sutiles, como la transición de la mente “moderna” desde el modelo de globalización industrial hacia una visión del mundo ecológico-integral de mantenimiento vital. El pensamiento occidental, con su noción lineal de la historia y del progreso, nos ha privado de muchos “encantamientos” y “augurios”. Muchas enseñanzas antiguas (tanto espirituales como seculares) y muchas culturas indígenas nos hablan de procesos cíclicos durante largos periodos de tiempo histórico, tales como los ciclos Yuga. Estos ciclos también coinciden, o coexisten, con cambios en la percepción y en las visiones del mundo. En otras palabras, las grandes revoluciones sociales se acompañan de grandes cambios de la conciencia humana. Tales cambios también corresponden a transformaciones en la manera en la que la especie humana entiende, y subsecuentemente aprovecha, diversos tipos de energía, merced a una progresión de descubrimientos de formas de energía cada vez más refinadas y menos densas/corrosivas. Mi visión es que en los años venideros la humanidad se encontrará a sí misma formando parte de un mundo “en revolución” adaptándose a utilizar y a hacer buen uso de nuevos desarrollos en el campo de la energía, las comunicaciones y la conciencia.
Con la comprensión de cómo funcionan esas energías más refinadas y sutiles, podríamos desarrollar una relación con la tecnología que catalizase un “nuevo cableado” de la psique humana. Ya lo estamos viendo surgir con el aumento de una mente empática globalmente conectada. Esta mente empática, que nace de una conectividad física y emocional creciente, podría ser precursora de nuevas generaciones que nazcan con mentes intuitivas reforzadas. Podríamos referirnos a ellas como mentes “supramentales”, en las que la racionalidad intuitiva, o el sentido común reforzado, se convierten en el estado mental predominante. En otras palabras, se trata de reconocer la conciencia o atención plena (mindfulness) más allá de nuestra mente física, lo que incluye la creciente percepción de nuestro lugar dentro de un gran orden cosmológico creativamente dinámico. Podemos decir que se trata de una conciencia plena (mindfulness) que es, simultáneamente, tanto vertical (transpersonal) como horizontal (integral). En el ámbito de esta conciencia transpersonal-integral, podemos contarnos a nosotros mismos un nuevo relato – una historia de un cosmos viviente, dinámico y creativo, que es un flujo continuo de energía. Dentro de un universo viviente todo el orden energético subyacente es recreado y sostenido en cada momento, en lugar de ser una masa inerte aleatoria. Tal cambio en la percepción del sentido de nuestro cosmos contiene profundas implicaciones para nuestra comprensión y la significación de la vida humana. En los próximos años, la humanidad puede avanzar no solo en sus descubrimientos científicos de “energías más refinadas”, sino también en el desarrollo en la especie de capacidades innatas y órganos de intuición, empatía y nuevos patrones de pensamiento. Dando un paso adelante en su camino evolutivo, la humanidad verá que el cosmos no solo nos sostiene continuamente sino que todos nosotros estamos íntimamente relacionados con todo lo que existe. Después de casi 4.5 billones de años de evolución en la Tierra, los humanos pueden considerarse a sí mismos como agentes de participación dentro de un cosmos activo y creativo.
En los años que se avecinan, la humanidad se encontrará a sí misma necesitando adaptarse a un mundo en revolución – en la energía, las comunicaciones, y la mente –, a medida que nuestras vidas son catalizadas hacia nuevos planes y posibilidades. Necesitamos estar preparados para adaptarnos tanto a nuevos mundos como a nuevas visiones del mundo, y para percibir nuestras oportunidades para un futuro creativo.
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