Las últimas décadas atestiguan un enorme auge de la toma de conciencia ecológica y de la perspectiva acerca de los sistemas vivientes. Actualmente, muchos de nosotros nos relacionamos, a nivel personal y consciente, con la interconexión e interacción entre humanos, naturaleza y medio ambiente. No obstante, este nuevo paradigma de pensamiento no debería restringirse solo a un nivel material de interconexión sino que necesita abarcar asimismo los niveles no materiales de la psique humana y la consciencia. El mundo del yo interno se está abriendo cada vez más y está siendo explorado mediante las ciencias transpersonales, la autorrealización, y la autoactualización. Mediante nuestras diversas culturas estamos desarrollando el lenguaje, las facultades, y las percepciones necesarias para sentir y articular nuestras experiencias personales de revelación. A medida que vamos encarando una realidad física más habituada a renovar los paradigmas de percepción, el contacto extrasensorial, perteneciente en su día a la esfera de lo chamánico, está empezando a normalizarse. Por ejemplo, los nuevos descubrimientos científicos explican y validan realidades no-locales de conexión y entrelazamiento energético. En la actualidad, estamos aprendiendo que existen campos ampliados de información y comunicación consciente entre individuos y grupos, como medio de coherencia que podría entrelazar aún más la humanidad camino de una ‘gran familia’ colectiva.
De la infancia a la adolescencia, y hasta la edad adulta, la distinción entre lo interno y lo externo, lo objetivo y lo subjetivo, siempre ha tenido una demarcación transitoria, indefinida. Nuestros parámetros culturales – nuestro condicionamiento social – han tratado de cristalizar esas fronteras fluctuantes. Sin embargo, hoy en día, un número creciente de personas está empezando a percibir la presencia de campos de energía sutil, ya sea alrededor de sus cuerpos, alrededor de los cuerpos de otros, o en el medio ambiente. El interés por los temas metafísicos se ha disparado en nuestros días, con un nuevo lenguaje y una mentalidad que emergen para afrontar estos fenómenos cada vez más comunes. En la actualidad hablar de reiki, chi, energía pránica, e incluso usar términos de energía cuántica, se está volviendo aceptable. No sólo existen muchas culturas y sociedades que están aprendiendo a encarar una nueva oleada de redes sociales tecnológicas – con Facebook, Twitter y YouTube – sino también un aumento de la consciencia energética de las conexiones humanas y de una mente ampliada.
En cierto sentido, la humanidad está aprendiendo cómo ser una familia colectiva más interactiva. En la historia conocida de nuestra especie, nunca hasta ahora habíamos llegado a un punto en el que navegásemos en el mismo barco, afligidos por las mismas preocupaciones, y afectados de manera similar por toda una gama de impactos globales. Cuando, por ejemplo, una cosecha exigua afecta las áreas de cultivo de China, Australia y EE.UU., las redes de distribución mundial de alimentos hacen que eso repercuta sobre todas las naciones. Cuando una pandemia vírica se extiende a partir de un mercado abarrotado de aves de corral de algún lugar del sur de Asia, eso afecta a todas las naciones sin excepción, enlenteciendo los centros de transporte hasta hacerlos rechinar. La comprensión de que ya formamos parte del tejido estructural de una familia colectiva está alboreando en todos los pueblos del mundo.
Asimismo, esta comprensión está siendo profundamente experimentada por las generaciones más jóvenes: generaciones que están creciendo acostumbradas a tener una red de cientos, quizás miles, de amigos virtuales a lo largo y ancho del planeta; compartiendo intimidad y empatía con un grupo social internacional de personas con mentalidades afines. Esta generación más joven está poniendo de manifiesto, sea o no consciente de ello, relaciones no-locales (es decir, ‘efecto campo’). Este tipo de relaciones respaldan al individuo mientras que, al mismo tiempo, refuerzan redes que forman parte de un todo unificado – y aun así diversificado. Es una configuración que imita el estado cuántico de la partícula y la onda: cada persona está claramente aislada del resto por un espacio físico, y aun así, al mismo tiempo, está entrelazada en un espacio consciente de conectividad y comunicación. En otras palabras, cada quien está participando en un campo de visión de la realidad; una realidad que crea un conjunto ampliado de responsabilidades ya que los propios pensamientos y acciones pueden ‘resonar’ mucho más allá.
El individuo humano posee la capacidad de darse cuenta conscientemente del efecto de los pensamientos y acciones sobre los demás: de considerar sus reacciones, reflexionar sobre sus pensamientos, y decidir si comportarse de otra manera. En otras palabras, cada persona posee la habilidad de desarrollarse conscientemente, y con atención, a partir de cada interacción con los impactos y experiencias tanto internas como externas. Hasta ahora, los sociólogos se han estado centrando en la identidad humana tal y como ésta se caracteriza por la individualización. Esto es especialmente cierto en la sociedad ‘moderna/posmoderna’, en la que cada persona se caracteriza por actuar con autonomía; con una actitud de autopromoción ‘al servicio del Yo’. Pero ésta es una visión miope por dos motivos: por un lado se olvida de que los humanos son animales sociales que instintivamente buscan agrupamientos y conexiones; y por otro no reconoce que la naturaleza de la consciencia humana también experimenta cambios al tiempo que suceden las revoluciones socio-culturales. Es pues muy probable que surja una forma de consciencia, inicialmente en la periferia, quizás entre las generaciones más jóvenes, que a continuación se infiltre en el núcleo de todas nuestras sociedades futuras.
El investigador social Duane Elgin considera que lo que sigue representa los estados de cambio de la consciencia humana a lo largo de las épocas históricas:
1 Consciencia contraída (humanos primitivos)
2 Consciencia perceptiva (cazadores-recolectores)
3 Consciencia emocional (era agraria)
4 Consciencia pensante (era científico-industrial)
5 Consciencia observadora (era de las comunicaciones)
6 Consciencia compasiva (era de vinculación)
7 Consciencia fluyente (era excepcional)
Usando esta escala parecería como si en estos momentos el conjunto de la humanidad estuviese cambiando desde la era de las comunicaciones (consciencia observadora) hacia la era de la vinculación (consciencia compasiva). Quizás podríamos cambiar el énfasis de la era de vinculación en la ‘consciencia compasiva’ haciendo hincapié en la ‘consciencia empática’. Esta transición desde mostrar una consciencia observadora hasta manifestar una consciencia compasiva/empática representa el movimiento, a partir de las energías de la ‘mente antigua’ que nos condujeron hasta el estado actual de un mundo globalizado, hacia las energías de la ‘mente nueva’ que enlazarán nuestro mundo heterogéneo con coherencia y equilibrio.
De igual modo, la era excepcional podría renombrarse como era planetaria y representar no solo el surgimiento de la consciencia de campo no-local sino también la comprensión científica de las fuerzas sutiles del universo. Esta era de ‘consciencia fluyente’ encajaría bien con el siguiente estado de la evolución de la consciencia humana que parece estar exhibiendo elementos de naturaleza transpersonal-integral.
No obstante, ninguno de estos estados está totalmente separado del otro; más bien se superponen y emergen cuando una era se desvanece y converge en la siguiente. Habitualmente, la nueva era, o paradigma, surge inicialmente en la periferia hasta que alcanza un punto de inflexión en el que se convierte en el nuevo paradigma aceptado. La consciencia fluyente está ya filtrándose lentamente en nuestras percepciones humanas a medida que cada vez más y más gente adopta información no-materialista e instintivamente confía en ella. La dominante visión materialista del mundo está siendo objeto de un creciente escrutinio a medida que más gente despierta a la posibilidad de que sus vislumbres intuitivos – sueños, visiones, premoniciones, etc. – sean fuentes fiables de información que tienen su origen en sentidos alternativos. Mediante la búsqueda de prácticas que en su momento se consideraron como metafísicas (o incluso insólitas) – tales como prácticas espirituales, yoga, meditación, psicoterapia, terapia transpersonal, bio-feedback, estados alterados de consciencia, y otros – en la actualidad, la gente está accediendo a un ámbito de sentidos y auto-conocimiento que antes permanecía escondido, o más bien era desestimado.
A medida que más gente se vaya dando cuenta de que el ámbito de la información extrasensorial no es una ficción de fantasía y engañosa ilusión sino que, de hecho, tiene fundamento científico, estos estados de consciencia irán siendo cada vez más ampliamente aceptados, creíbles, y buscados. Así mismo, podemos encontrarnos con que nuestras ortodoxas instituciones sociales empiezan a incorporarlos en el estatus quo de la realidad y la experiencia consensuadas. Aunque pueda parecernos que la transición no se revela súbitamente, en términos evolutivos será una revolución. Y participar en este despliegue revolucionario de consciencia será tanto un imperativo de crecimiento personal como una responsabilidad humana colectiva.
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