Algo está muriendo y algo está naciendo. Hay mucho en juego, el futuro de la humanidad y el futuro de la Tierra.
Richard Tarnas
Para continuar con el hilo que inicié en mi último ensayo, Nuestra iniciación. Atravesando el inframundo, volveré a echar un vistazo a una parte del libro Nuevas revoluciones para un pequeño planeta, esta vez al capítulo 3: Ritos de iniciación: una experiencia colectiva cercana a la muerte.
La primera parte del capítulo 3 aborda el tema de los «ritos de iniciación», que será el enfoque principal de este ensayo (la segunda parte del mismo versará sobre «Una experiencia colectiva cercana a la muerte»). En esta sección del libro, comencé a examinar cómo el rápido auge cultural reciente hacia «un estado mental tecnológico» condujo a una época de técnica científica que «corre el peligro de precipitar a la humanidad hacia un abismo irreversible». Esta carrera hacia el «abismo» o la transición, según argumenté en 2010, implicará una «experiencia ritual colectiva, no muy diferente de los ritos de iniciación de las sociedades indígenas: un rito de iniciación de la especie». Además, añadí que los cambios tecnológicos que han llevado a la civilización humana a este estado también han reconfigurado «las relaciones sociales y las percepciones espacio-temporales del momento, lo que a su vez influye en la forma en que el cerebro humano percibe la realidad». Estas alteraciones en la forma en que los seres humanos «perciben la realidad» han influido en una «conciencia psicológica subyacente». Afirmé que:
Nuestras formas modernas de guerra encarnan una mezcla de consciencia ideológica (nacionalidad, religión, etcétera) y consciencia psicológica (miedo a la pérdida/escasez, necesidad de seguridad, etcétera) que no han hecho otra cosa que exacerbar una guerra mental contra los individuos y empujarnos colectivamente hacia un estado global de psicosis.
Continué señalando que, en períodos históricos anteriores, las sociedades humanas gestionaban su tiempo, su trabajo y su equilibrio social integrando sus actividades con los ciclos estacionales y los movimientos de la naturaleza, mientras que nuestras megasociedades han abandonado prácticamente estos ciclos y corpus de conocimiento:
Con esta pérdida de la cosmología funcional y del ritmo planetario-solar-cósmico, hemos entrado en un periodo de progreso técnico alejado de un significado y una pertenencia más amplios. La mente humana, que en otro tiempo estaba encantada, inspirada por la epifanía, la revelación, la intuición y la conexión cósmica, se ha aventurado en el desencanto y en lo que para muchos es una laboriosa rutina. A pesar de haber pasado por varias etapas de consciencia, de estados mentales, y de haber alcanzado el último paso de esta secuencia, ahora necesitamos desesperadamente dar un salto hacia una mente nueva. En otras palabras, nuestra consciencia psicológica actual puede parecer una mente nueva, incluso radical, pero yo sostengo que es una mentalidad que representa un crecimiento ininterrumpido de la vieja consciencia y, como tal, es la etapa final del antiguo ordenamiento. Al igual que la octava de la escala musical necesita un intervalo para «saltar» al siguiente tono, nuestra octava actual de consciencia también necesita un intervalo para saltar a una nueva secuencia.
Afirmé que se requería nada menos que una experiencia reveladora a nivel mundial. Una experiencia que fuera capaz de despertar una consciencia colectiva humana hacia el gran viaje evolutivo que nos espera, tanto para nuestra especie como para el planeta Tierra. Escribí que «hemos entrado en nuestra ventana de crisis, un periodo de cambios intensos en el que se nos pide dar el salto desde la octava de la vieja mente (caracterizada por la patología del poder) a la secuencia inicial de una nueva mente integral». Como señala el mitólogo Richard Heinberg:
A medida que la consciencia humana perdió contacto con su fuente interna y celestial de poder, la tecnología surgió como un sustituto del mismo. Su primera aparición fue a modo de magia simpática y como una invocación de seres espirituales para cambiar la naturaleza en beneficio del ser humano. Sin embargo, a medida que la consciencia humana se fue restringiendo cada vez más al mundo material, aparecieron las tecnologías puramente mecánicas.[1]
De manera similar, Michael Grosso se hacía eco de las palabras del sociólogo ruso Pitirim Sorokin cuando decía que:
… la nuestra es una cultura sensorial en desintegración, a punto de convertirse en una nueva cultura de las ideas, una cultura de mayor consciencia. Podríamos decir que nos encontramos en medio de la experiencia cercana a la muerte de nuestra civilización sensorial.[2]
La única alternativa que nos queda si no queremos implosionar, afirmé en 2010, es someternos a un rito de iniciación: una experiencia iniciática de muerte y renovación que marque nuestro paso de la infancia a la adolescencia como especie:
En una obra de Luigi Pirandello, El hombre con una flor en la boca, un hombre sale de la consulta del médico con un diagnóstico fatal; al saber que la muerte es inminente, el mundo del hombre cambia repentinamente y cada pequeña cosa cobra significado. Se produce una conversión de la consciencia: un diagnóstico sombrío y el shock, seguidos de una renovada valentía. De manera similar, la humanidad puede verse inmersa en un diagnóstico fatal que la fuerce a cambiar, ahora que nuestras civilizaciones globales comienzan a entrar en su agonía. Quizás el nuestro sea un mundo con una flor en la boca.
Hace quince años, mientras intuía lo que nos depararían los años venideros, especulé que, como especie, quizá nos encontráramos inmersos en una carrera entre la iniciación y la catástrofe. Y si elegíamos el camino de la iniciación, esto implicaría una búsqueda intrínseca de sentido: «el viaje al inframundo y el regreso no es solo una prueba externa de fortaleza, voluntad y determinación, sino también un viaje necesario para purgarse y prepararse. La dura experiencia nos prepara para emerger después de la prueba como seres maduros y, con suerte, más sabios». Me parecía entonces, y más aún ahora, que la humanidad se encuentra al borde del viaje del héroe –el descenso al inframundo y el regreso– la iniciación, el rito de paso, nuestra noche oscura del alma.[3]
Según el famoso mitólogo Joseph Campbell, en los ritos de iniciación hay tres fases: separación, iniciación y retorno. La fase intermedia, la iniciación, es la etapa transformadora, el impulso transitorio, la transfiguración que prepara el camino para el retorno: un regreso al mundo con una fuerza renovada. Mencioné en el ensayo anterior que esta iniciación bien podría ser la «noche oscura del alma» colectiva de la humanidad. Como escribí en el capítulo 3:
Nuestra propia «noche oscura del alma» global bien podría simbolizar el ritual de muerte y renacimiento de la humanidad que las culturas chamánicas e indígenas reconocen durante las transiciones, como la de la infancia a la edad adulta, de la dependencia a la independencia, de la inocencia a la madurez. Al atravesar un periodo de iniciación global, una inmersión psíquica masiva, es posible que recibamos las energías y los impulsos necesarios para catalizar un crecimiento de la consciencia y la comprensión psíquicas.
Mi perspectiva sobre estos tiempos de transición era/es que nosotros, como especie consciente, estamos experimentando una «inmersión psíquica masiva» que tiene el potencial de catalizar un nuevo impulso de crecimiento evolutivo. Sin embargo, no se trata tanto de un crecimiento físico, de las extremidades o de los apéndices biológicos, sino más bien de la perspectiva psíquica. En otras palabras, la revolución tecnológica externa (como sucesora de las revoluciones industriales anteriores) sería en sí misma precursora de la verdadera revolución psíquica de la humanidad: un avance en las capacidades perceptivas y cognitivas más allá de nuestro actual rango de los sentidos.
Terminé la primera parte del capítulo 3 con las siguientes palabras: «Un trauma psicológico, compartido combinado con una serie de profundas crisis físicas, puede que sean los requisitos necesarios —el precio mínimo de admisión— para la inmersión iniciática global hacia una transformación psicofísica de la vida en el planeta Tierra». Escribí estas palabras hace unos quince años y las mantengo hoy. Lo que estamos viviendo en estos tiempos puede parecer un trauma (y para algunos segmentos de la sociedad humana será un trauma físico terriblemente real), pero esta prueba psicológica también facilitará una nueva apertura para que surja una comprensión y un despertar colectivos. No se desarrollará de la noche a la mañana, ni de la forma que esperamos, ya que la «experiencia colectiva cercana a la muerte» tiene múltiples capas. Pero algunos ya la han vislumbrado con anterioridad. En la segunda parte de este ensayo, exploraré cómo, hace quince años, expuse algunas de las crisis venideras que desencadenarían una entrada colectiva en una noche oscura para el alma humana.
Escucha aquí el tema The Dark Night of the Soul de Dr.Dennis & Dedfela
[1] Heinberg, R, Memories & Visions of Paradise: Exploring the Universal Myth of a Lost Golden Age, 1990, The Aquarian Press.
[2] Grosso, M, The Final Choice: Playing the Survival Game, 1985, Stillpoint Publishing, p5
[3] La noche oscura del alma es el título de un poema y un tratado escrito en el siglo XVI por el místico español de la iglesia católica San Juan de la Cruz.