Boletín – Agosto 2021
Queridos Amigos,
Da la sensación de que el verano «relativamente tranquilo» empieza a bullir de nuevo con acontecimientos políticos mundiales que muestran perturbaciones. Puede que esto solo sea el preludio de un «invierno de descontento» aún mayor cuando lleguemos a los últimos meses de 2021. Pero, también siento que se está creando una dirección externa deliberada, de modo que toda nuestra atención se centre en los acontecimientos externos, y eso nos lleve a perder las ondas del fenómeno menos obvio. Con esto quiero decir que percibo una aceleración de lo invisible que ocurre detrás de las manifestaciones externas. Es la misma estrategia que utiliza el mago en sus juegos de manos. El espectador está mirando el conejo blanco que se saca de la chistera, pero esta distracción de la atención aleja nuestra perspectiva del verdadero truco del mago: ¿qué está haciendo con la otra mano? Y justo ahora, siento que en nuestras sociedades está pasando lo mismo, a través de los medios de comunicación y las narrativas dominantes en general. Las «no tan buenas noticias» se están difundiendo por todos los medios de comunicación, con todo el alarmismo que ello conlleva. Pero también hay movimientos, redes y comunidades sociales que se están reorientando con una visión y una energía renovadas y que tienen una consciencia más crítica de la situación y de las capas de manipulaciones, pero estos movimientos no despiertan la atención. Es como si hubiese una oleada creciente de consciencia que se estuviese filtrando hacia dentro y a través de más y más personas. Por una parte, existe insatisfacción y frustración; y al mismo tiempo una marea creciente de energía entusiasta para hacer el cambio contra el statu quo. ¿Tal vez podríamos llamarla una nueva energía heroica? Y en esta energía creciente hay también un reconocimiento de la necesidad de encontrar un nuevo sentido y valores personales en la vida. Esta es la misma cuestión que planteo y exploro en mi breve ensayo-blog de este mes: Nuestra búsqueda de sentido.
En el ensayo analizo cómo «… hemos entrado en un periodo de profunda transición. Durante tales tiempos de cambio, el impulso por el sentido y el significado se convierte en un deseo más prominente y necesario. En semejantes momentos de transformación sociocultural, en los que se cuestionan las bases del conocimiento y de las construcciones de la realidad, la necesidad de buscar sentido dentro de sí mismo crece con más fuerza en el individuo». Es mediante el sentir del individuo como se debe encontrar el significado; es decir, se nos está obligando a que nuestro estado del ser y nuestra intención comparezcan en nuestras vidas. Que no nos quedemos en el umbral como observadores, sino que lo crucemos con nuestra noble intención y nuestro sentido de la dignidad (nuestro «estado del ser»). Uso el término «estado del ser» refiriéndome a una presencia perceptiva y consciente y a ser conscientes de nuestra participación. En otras palabras, no como individuos zarandeados por los vientos de las circunstancias sino respondiendo a nuestra propia intención.
Antes de terminar, me gustaría repetir que estamos viviendo tiempos muy significativos, y que esta década (2020-2030) será tumultuosa, de cambio tremendo y de importancia singular para la futura dirección de la humanidad. Muchas cosas se van a desarrollar (y desenmarañar) en esta década, y tenemos que estar preparados para afrontarlas con una energía heroica: de nobles intenciones y sensación de dignidad personal. La búsqueda de sentido nunca ha sido más urgente que ahora. Empecemos cada uno con nuestros propios pasos, a iniciar Nuestra búsqueda de sentido.
Nuestra búsqueda de sentido
Recientemente he estado examinando y tratando de describir la situación en relación con nuestra búsqueda humana de sentido. De hecho, el capítulo que abre mi nuevo libro UNIFIED se centra exactamente en esto y describe cómo la mayoría de la gente ha vivido durante tanto tiempo con una visión particular del mundo que se le hace difícil, extremadamente complicado, abandonarla. Como humanos, al adentrarnos en un nuevo territorio tendemos a llevar adelante nuestro bagaje previo. Es como el cuento del tonto que llega a su casa en burro e intenta entrar montado en él. El vehículo, o medio, que lleva a una persona a un destino es muy probable que no sea apropiado para continuar el resto del viaje. Como ese tonto, la humanidad tiene que darse cuenta de que ahora no puede continuar su viaje épico hacia casa agarrada al lomo de un asno.
Hay un sentimiento de que, como grupo social colectivo, nos hemos alejado de nosotros mismos, de los demás, de nuestro entorno natural y de la realidad cósmica más grande en la que vivimos y respiramos. Nos sentimos solos entre las estrellas. La humanidad se levanta a diario a la rutina de unas vidas cada vez más fragmentadas. Vidas escindidas en franjas horarias digitalizadas, monitorizadas por sonidos electrónicos constantes, vigiladas por ojos artificiales, maniobradas y colocadas en posición por las manos visibles e invisibles del poder, alimentadas por comida a crédito, y programadas por una maraña de información idiotizada. En algún lugar a lo largo del camino nos perdimos terriblemente. No solo perdimos nuestro sentido de nosotros mismos, también perdimos nuestro sentido más grande de ser participantes cósmicos en un maravilloso juego de vida.
Pero no siempre fue así. Hace tiempo, cuando mirábamos hacia el cielo nocturno y veíamos el brillo de las estrellas, estábamos asombrados y encantados. Reconocíamos la gracia, el asombro y el entusiasmo de lo desconocido. Todo cobraba vida con posibilidad. Esa posibilidad todavía está ahí; nunca se fue. Solo que muchas personas han cerrado los ojos –sus corazones y sus mentes– y clausurado la conexión. O las circunstancias inciertas y a veces crueles de la vida sellaron la conexión por ellas. Pero ahí fuera permanece un mundo encantado y nos hace señas a la espera de que la humanidad responda a su llamado. Subyacente a toda la vida está la búsqueda de sentido.
Como seres humanos deseamos, anhelamos –necesitamos– una sensación de sentido y propósito en nuestras vidas. La moderna consciencia científica racional se ha convertido en una forma alienada de consciencia, temerosa de su propia participación. Contempla el mundo desde la posición de un observador desinteresado o un huésped no invitado. Pero no es así como son las cosas, solo es la última imagen de cómo nos parecen. Hemos sido forzados a construir nuestros propios significados acerca de un mundo que hemos dejado escapar de nuestra comprensión. En otras palabras, la humanidad se ha desencantado a sí misma de un cosmos viviente. Así ha llegado a ser, hasta ahora.
Las cosas van a cambiar: tendrán que cambiar. Tenemos que apartarnos de un paisaje moderno que actualmente es más de administración que de aventura. Un panorama que se esfuerza por el control más que por la compasión. La gente está siendo programada para enredarse en un sistema que en el fondo no busca su bienestar. En lugar de desenredarse por sí misma, mucha gente está siendo persuadida en exceso para que se convenza e invierta en el sistema, y acepte su ideología inanimada. El panorama psicológico interno de mucha gente se ha infectado con una forma de cansancio del mundo que se está difundiendo como un contagio, lo que no es sorprendente si se considera que la lente dominante con la que hemos mirado el mundo que nos rodea, y el cosmos, ha sido de un aburrido desencanto. Ya sea que llamemos a nuestra época actual moderna o posmoderna, la corriente subyacente es la misma. Mucha gente parece estar pasando su vida no solo con miedo de lo que pueda pasarle (fantasías de temor) sino también con miedo a que no pase nada. Para muchos, este malestar general se ha convertido en una manifestación de enojo y de causar daño tanto a sí mismos como a los demás. Este espacio físico, donde la realidad y lo irreal están en conflicto, es una respuesta a nuestro estado de consciencia dominante.
Pero ahora hemos entrado en un periodo de profunda transición. Durante tales tiempos de cambio, el impulso por el sentido y el significado se convierte en un deseo más prominente y necesario. En semejantes momentos de transformación sociocultural, en los que se cuestionan las bases del conocimiento y de las construcciones de la realidad, la necesidad de buscar sentido dentro de uno mismo crece con más fuerza en el individuo. En tales momentos de transición hay urgencia, oportunidad y un empuje interior para reconectarse con una sensación de sentido, tanto personal como cósmico. En otras palabras, hay una necesidad fundamental de entender el propio «ser» y su lugar en el esquema más amplio de las cosas. La inestabilidad del mundo actual es una indicación más de la necesidad de encontrar las raíces que conectan a la humanidad con una corriente más permanente de conocimiento y sentido. Este es precisamente el tema de mi libro UNIFIED: Cosmos, Life, Purpose donde exploro cómo ahora cada persona tiene que encontrar un camino de vuelta a sí misma, para ponerse en orden.
La búsqueda de sentido nunca ha sido tan urgente como ahora. Nuestra especie humana anhela la unificación. De una manera natural necesitamos sentir una empatía integral en las relaciones, el contacto y el significado. Esta es la realidad sagrada que ha de reinstalarse y reiniciarse en la consciencia colectiva de la humanidad. Este es, para cada persona, el camino de vuelta a casa.