El ser humano ha de convertirse
en lo que piensa que es.
~ Rudolf Steiner
Tenemos que adaptarnos a una nueva pérdida: la desaparición de una vieja realidad. Sin embargo, no debemos lamentarnos, sino acoger lo nuevo. No hay por qué sufrir en esta readaptación; tampoco tiene por qué ser abrumadora. Sin embargo, habrá quienes necesiten un tiempo de recuperación. En términos modernos, el mundo está pasando por una remodelación. Visto a través de la lente metafísica, se trata de una transfiguración. El sistema nervioso humano pasará por una recalibración vibratoria, la mente recableará sus vías neuronales y surgirá una nueva orientación. Con el tiempo, la lucidez sustituirá a la niebla. A medida que la humanidad atraviesa el actual periodo de transmutación, se enfrenta a un momento y una oportunidad para el «arrepentimiento». Generalmente, la gente considera el «arrepentimiento» desde un punto de vista religioso, como el arrepentimiento por nuestros pecados, lo que significa una expiación o penitencia. Sin embargo, la etimología original de la palabra procede del griego, de metanoiein, lo que hoy conocemos como «metanoia», que significa cambiar de opinión. Viene de meta-noein; literalmente, más allá de «nous», o pensar más allá. Arrepentirse –metanoia– es, pues, cambiar de pensamiento y de consciencia, adoptando pensamientos que van más allá de las limitaciones actuales o de los patrones de pensamiento vigentes.
En este contexto, propongo que hemos entrado en un momento importante para el arrepentimiento: la humanidad, como un todo, pero empezando individualmente, necesita superar su actual inercia en el pensamiento consciente, alterando la forma en que comprendemos los asuntos y percibimos nuestra realidad. Y es crucial que lo hagamos, de lo contrario nos encontraremos con que una forma diferente de pensar nos superará y conducirá a la humanidad en una dirección específica que no nos beneficiará en el futuro.
Durante demasiado tiempo, la cognición y las percepciones humanas han estado constreñidas a un ámbito y un alcance muy limitados. Sin exagerar, se ha producido una densificación y solidificación del pensamiento humano que ha sido literalmente arrebatado de las alturas creativas (lo que algunos pueden denominar «vuelos de la fantasía») e incrustado en la roca. Es la roca del materialismo. La noción de realidades metafísicas, la existencia de sucesos y sentimientos más allá del ámbito físico, se ha reducido hasta el punto de extinguirse. ¿A qué se debe esto? ¿Se debe a que la humanidad se ha «civilizado» de repente? Lo dudo mucho. De hecho, me atrevería a afirmar lo contrario: que la humanidad se enfrenta a fuerzas que actúan deliberadamente contra su impulso civilizador. Hay muchos grupos (incluyendo grupos ocultos, iniciados y círculos de élite) que están muy interesados en difundir el materialismo y en hacer arreglos para asegurar que la mayoría de la humanidad crea solo en el materialismo y esté enteramente bajo la influencia de las fuerzas materialistas. Como afirma Steiner: «Estos iniciados quieren asegurarse de que aquí, entre la vida y la muerte, tantas almas como sea posible adopten solo pensamientos materialistas»1.
Sin embargo, esta forma de materialismo no solo concierne a nuestros hábitos externos, dispositivos y modos socioculturales, sino también (y lo que es más significativo) a la negación de todas las cosas «del espíritu». Esto se refiere a una agenda sistemática con el fin de establecer para los humanos una realidad que niega la existencia de cualquier cosa relacionada con el espíritu, el alma y lo metafísico. Se trata nada menos que de un encarcelamiento del espíritu dentro de la dura roca del materialismo. Podemos incluso referirnos a ello como una forma de hiper-materialismo. Para algunas personas, puede que esto no parezca tan peligroso o significativo; al fin y al cabo, todo lo relacionado con el espíritu y lo metafísico no es más que superstición y no tiene cabida en un mundo moderno y tecnológico. Este no es lugar para hadas, genios, demonios o ángeles; es un mundo de realidad física, máquinas y computación cuántica. Ah, pero verán, aquí hay una contradicción. La ciencia moderna, incluida la tecnología, considera el dominio y la aplicación de las capacidades cuánticas como el santo grial. Y, sin embargo, el propio mundo cuántico es un reino de lo sobrenatural, de energía e interrelación a través del tiempo y el espacio. Es una entremezcla del mundo del espíritu (o consciencia-energía) con el mundo de la materia. Y como el mundo cuántico es lo que sustenta toda manifestación física –es el campo de energía de punto cero subyacente–, todo lo que conocemos en nuestra realidad física está entremezclado con la dimensión de la consciencia-espíritu.
Otra forma de decirlo es que todo lo perceptible por los sentidos se entremezcla con lo no perceptible por los mismos. Lo físico y lo metafísico son aspectos de la misma realidad, dependiendo de nuestra escala de percepción. Sin embargo, al reconocer solo un lado, permanecemos ciegos ante el otro. Si no reconocemos, y mucho menos comprendemos, el reino metafísico, no podremos entender ni apreciar plenamente el mundo físico. Y esto nos deja en una gran desventaja. ¿Por qué es así? Porque quienquiera que entienda cómo opera el reino metafísico y cómo se entremezcla (y por tanto influye) en el reino físico, tendrá el conocimiento y el poder para manipular el mundo físico en su propio beneficio. Al bloquear la consciencia general de la gente sobre lo metafísico, poniendo toda su atención y enfoque en lo físico, aquellos aspectos e influencias más allá del rango general de consciencia pueden operar sigilosamente y sin ser detectados. Esta es la razón por la que los aspectos etiquetados como «paranormales», «ocultos», «metafísicos» y demás son ridiculizados en la cultura de masas. Se trata de una táctica de distracción para desviar la atención de cualquiera que desee explorar y profundizar en lo metafísico. Debido a esto, aquellos individuos y grupos que tienen conocimiento de cómo opera el reino metafísico pueden continuar, implacables y sin ser molestados, aplicando ese conocimiento para establecer eventos dentro del mundo físico que pasan en gran parte desapercibidos. Su dominio de control e influencia sobre la vida física continúa incuestionable e incontestado. Rudolf Steiner reconoció y habló de esto hace más de cien años:
…algo aparentemente incomprensible externamente debe, en efecto, parecer ininteligible en el mundo exterior, porque en los acontecimientos de la historia del mundo hay fuerzas y hechos espirituales que se desarrollan entre bastidores, tanto para bien como para mal.2
En este momento de crecimiento de la humanidad es preciso mirar más allá el «escenario de la existencia» y desarrollar una consciencia general no solo de una realidad metafísica que coexiste con la física, sino también de que ambas realidades están entrelazadas en todo momento, con lo invisible, o no perceptible sensorialmente, actuando a través del mundo físico. Para la humanidad, en este momento concreto de su transición evolutiva, es contraproducente que permanezca inactiva al respecto; mantenerse firme en los patrones de pensamiento y creencias de una era puramente materialista será perjudicial para sus perspectivas de avance. Por supuesto, algunas personas pueden argumentar que es precisamente esta era materialista la que conducirá a la humanidad hacia un futuro brillante, mediante las innovaciones y las soluciones tecnológicas a muchos de nuestros males actuales. El resultado de esta perspectiva, sin embargo, será un futuro en la línea de la tecnocracia social y el transhumanismo de la especie; lo cual traerá como consecuencia la disolución de la conexión del individuo con la consciencia espiritual (la muerte simbólica de los reinos espirituales).
Ahora, más que nunca, es el momento de que la humanidad se guíe de conformidad con principios metafísicos –o esotéricos, trascendentales–; de lo contrario, las mayores concentraciones de poder estarán en manos de cada vez menos personas, que ejercerán su control sobre las masas de forma negativa. La lucha que se está librando actualmente pasa por ciertos grupos (y agendas) que se esfuerzan por desarrollar un entorno cultural de hipermaterialismo que paralizará, o como mínimo impedirá, el desarrollo perceptivo del ser humano. Todo lo relacionado con lo «invisible» –y esto incluye la consciencia– será considerado como extravagancia, disparate y fantasía, hasta el punto de que todos los aspectos relacionados con algo remotamente metafísico serán rechazados de plano como pertenecientes a una época arcaica. Incluso ahora se puede ver que la gente está siendo inoculada, metafóricamente hablando, contra la inclinación a percibir impulsos metafísicos, lo que da como resultado que pierda cualquier estímulo hacia una vida espiritual genuina, o hacia el desarrollo interior.
Las fuerzas del materialismo (lo que con anterioridad he llamado fuerzas entrópicas) operan en la mayoría de nuestras sociedades y en el escenario mundial, y su objetivo es confundir a las masas en general y hacerles creer lo que se les muestra. Es una gran operación tanto psicológica como oculta, ya que actúa en varios niveles simultáneamente y solo son visibles las esquirlas exteriores. Con la determinación de alejar a la humanidad de las verdades metafísicas, estas fuerzas intentan abrumar nuestros sentidos y emociones, y conducir a la colectividad a situaciones de miedo, inseguridad y dependencia. Estos estados estresantes alinean al individuo con una frecuencia más baja que conecta (o arrastra) a la gente a una tasa vibratoria más densa. Enredarse dentro de estas vibraciones más densas y más bajas tiene como resultado una conexión decreciente con impulsos más selectos y metafísicos, lo cual opera erosionando la pulsión interna de desarrollo. Como argumento aquí, los seres humanos tienen que establecer una relación correcta con la realidad espiritual/metafísica; algo que nunca antes había sido tan indispensable para nosotros. Se puede decir que ahora esto es algo tan necesario como elegir lo que consumimos para la salud del cuerpo.
Tenemos que estar muy atentos y alerta a cómo se desarrollan los acontecimientos en el plano físico –especialmente en el escenario mundial–, tomar nota de aquellas cuestiones que atraen nuestra atención; y darnos cuenta de cómo se nos revelan las cosas a través de los medios de comunicación dominantes. Deberíamos ser conscientes de tales impactos y cuestionarnos por qué están intentando influir en ciertas reacciones y respuestas; los pensamientos, emociones y reacciones que generamos sirven para moldearnos a su imagen y semejanza. Como nos recuerda la cita inicial de este ensayo, debemos convertirnos en lo que pensamos que somos, y no en la imagen que otros pintan para nosotros.
Por lo general, no se reconoce que la forma de pensar y la manera de transmitir nuestros pensamientos tenga gran importancia. Sin embargo, no es así; recordamos que: En el principio fue el Verbo. El poder de la palabra, y el pensamiento que hay detrás de ella, se ven hoy en día como algo casual y casi abstracto. En lugar de ser reconocido como una fuerza real, el poder de la palabra se ha convertido en twitters, emojis y cuchicheos abreviados de tick-tock. Nuestras sociedades modernas han recortado y corrompido el poder del pensamiento. La expresión humana ha sido hábil y rápidamente sustituida por pensamientos y comunicaciones abstractos e inconexos, apoyados por la programación de los medios de comunicación, el mundo del espectáculo y demás. Las masas han sido organizadas tecnológicamente en corrales dominados por vídeos rápidos, memes virales, sketches cómicos y (sí, tengo que decirlo) gatos adorables. Es una feria que celebra la muerte del espíritu y la consciencia. Sin embargo, es una defunción solo por ausencia y no de hecho. En todo momento, el impulso de la consciencia espiritual se mueve por y a través del mundo físico, de forma desconocida e insospechada para la mayoría. Pero el hecho de que no seamos conscientes de ello no niega su existencia. Puedes cerrar los ojos para tapar el sol, pero eso no niega su existencia y su influencia. No obstante, la cuestión es que, si la gente no es consciente de estos factores, estas fuerzas o impulsos permanecen en el inconsciente colectivo. Ahora es fundamental para nuestra época que el mayor número posible de individuos esté al tanto de las fuerzas/energías conscientes y metafísicas que se encuentran más allá del umbral de la consciencia.
La percepción consciente de los acontecimientos y los impulsos que van más allá de nuestra capacidad normal de percepción nos ayuda a reconocer la acción y la influencia de las fuerzas negativas o contrarrestantes. Yo propondría que en estos tiempos es responsabilidad de la humanidad «enfrentarse al mal como un impulso para la evolución del mundo»3. Porque si somos conscientes de la influencia de estas agencias intervinientes y perturbadoras, podemos empezar a despojarlas de su poder a través, en primer lugar, del reconocimiento y la aceptación de su existencia. Como está escrito en el evangelio gnóstico de Felipe: «Mientras la raíz de la maldad está oculta, es fuerte. Pero cuando se la reconoce, se disuelve. Cuando se revela, perece… Es poderosa porque no la hemos reconocido». Nuestra responsabilidad actual es difícil pero necesaria: debemos reconocer y enfrentarnos a estas fuerzas negativas y contrarrestantes y sacarlas a la luz (literal y metafóricamente). El mayor obstáculo para ello es nuestra ignorancia colectiva.
Sin embargo, también debemos reconocer que las fuerzas metafísicas siempre están alineadas con nuestras intenciones de crecimiento y avance perceptivo. La razón por la que ciertos grupos hambrientos de poder pretenden causar tanta confusión, distracción y disonancia como sea posible en la vida humana es oscurecer estos impulsos metafísicos de nuestra consciencia y mantenernos literalmente en la oscuridad. Temen nuestra consciencia creciente, que está aumentando entre la población en general. Es necesario que los individuos despierten mediante su propia exigencia; es hora de un gran reconocimiento y revelación. Y este cambio de nuestras mentes (nuestras percepciones) es el gran momento del arrepentimiento –metanoia– que significa el cambio de consciencia al abrazar la percepción consciente más allá de las limitaciones actuales.
La gran defensa de la humanidad no son los medios físicos, sino el conocimiento. Si conocemos esas cosas, podemos protegernos de ellas; pero no debemos ser perezosos a la hora de buscar el conocimiento real de las mismas. No debemos dejarnos disuadir por operaciones de señales falsas o por promesas falaces; tampoco dejarnos desviar por informaciones y acusaciones fraudulentas. Cuando el dedo señala hacia fuera, debemos mirar hacia dentro y al corazón (e ignorar el guion). El verdadero poder lo tenemos a través de lo que sabemos y, por tanto, de lo que somos capaces de pensar. Haríamos bien en recordar que nos transformamos en lo que pensamos. Y cada uno de nosotros está llamado a convertirse en aquello que realmente es capaz de pensar, conocer y ser.
Referencias
1 Steiner, R. (2006) Secret Brotherhoods and the Mystery of the Human Double. Forest Row: Rudolf Steiner Press, pag.135
2 Steiner, R. (2006) Secret Brotherhoods and the Mystery of the Human Double. Forest Row: Rudolf Steiner Press, pag.78
3 Steiner, R. (2006) Secret Brotherhoods and the Mystery of the Human Double. Forest Row: Rudolf Steiner Press, pag.162