«Debemos aprender a reconocer lo que está funcionando en el mundo y responder en consecuencia para el bien del mismo»
Rudolf Steiner
A medida que la civilización humana avance hacia una existencia materializada, surgirán fuerzas específicas que encontrarán su dominio dentro de dicho entorno. Es decir, cada época de la civilización se enfrenta a fuerzas, conocidas y desconocidas, según el estado de desarrollo y consciencia de la humanidad, y en correspondencia con la forma de las culturas y estructuras sociales existentes. Las fuerzas que inciden y participan en la vida humana en este ámbito lo hacen en relación con el tiempo y el lugar. En otras palabras, puede decirse que las fuerzas congruentes que participan en el viaje evolutivo de la humanidad se adaptan constantemente según la época. La vida humana en este planeta está ahora en transición hacia una era de tekné. En su sentido original, en la filosofía griega, este término significaba las artes mecánicas; mientras que Aristóteles consideraba que representaba la imperfección de la imitación humana de la naturaleza. Es decir, las artes mecánicas eran imperfectas al intentar imitar, reproducir y/o sustituir los procesos de la Naturaleza. Asimismo, las artes mecánicas representaban no solo los objetos/estructuras mecánicas en sí, sino también los conjuntos de prácticas y habilidades ordenadas que los acompañaban. En otras palabras, la tekné no es solo, en términos modernos, una pieza de tecnología, sino también el comportamiento, las prácticas de estilo de vida, las actitudes, los conjuntos de habilidades, y demás, que corren a la par, o son promovidos, por la tecnología para su inclusión en la vida humana. Si el comportamiento humano se automatiza gracias a una tecnología, como el uso de un corrector ortográfico (como el que aquí se utiliza), la pereza gramatical personal que resulta de ello también forma parte de la tecnología del ordenador y del software de procesamiento de textos. Lo que estoy diciendo aquí es que la dirección que está tomando la humanidad, en nombre del progreso, tiende al establecimiento de una nueva infraestructura ambiental que reorganizará y recalibrará el comportamiento humano. También requerirá una readaptación, ya que no se trata de una transición menor, como una progresión lineal generacional, sino de una gran transformación en la forma de experimentar la vida en este planeta. La adaptación humana también requiere una adaptación de la consciencia.
Cada eón, o periodo mayor de la historia, trae consigo un modo particular de consciencia. Por ejemplo, el filósofo suizo Jean Gebser señaló que la consciencia humana no es continua, sino que está en transición; y que estas transiciones, o cambio de modos, no son progresivas sino más bien «mutaciones»: se producen saltos, a veces radicales, que no son lineales. Gebser esbozó las siguientes estructuras de consciencia: i) la arcaica; ii) la mágica; iii) la mítica; iv) la mental; y v) la integral. Cada una de estas estructuras enmarcaba la forma en que las personas percibían el mundo que les rodeaba y las fuerzas que había en él. Estas estructuras de consciencia también influían en la forma en la cual surgían determinadas visiones del mundo, comportamientos y entornos. En cada etapa, cómo pensamos afecta a lo que creamos. Como la humanidad ha entrado ahora, según Gebser, en la «estructura integral», esto se proyecta en cómo se reconstruyen nuestras culturas y civilizaciones. La construcción del mundo de cada eón de la historia está influenciada por la estructura de la consciencia humana (que a su vez lo está por factores cósmicos)[b]. Según Gebser, la estructura integral de la consciencia se hizo evidente por una nueva relación con el espacio y el tiempo. En cierto modo, podemos ver cómo esto se manifiesta a través de nuestras culturas cada vez más digitalizadas que han alterado drásticamente la forma en que las personas experimentan las relaciones espacio-temporales. La consciencia y la inteligencia son en sí mismas fuerzas invisibles (y a menudo no reconocidas) que tienen una enorme influencia en la vida humana. A la inversa, la forma en que se construye un entorno también revierte en determinadas influencias e impulsos sobre la consciencia de las personas. Una analogía muy básica es la diferencia entre estar inmerso en la naturaleza, en un entorno natural, y estarlo en un ámbito urbano de alta densidad. En este contexto, el ser humano está expuesto ahora no solo a un ecosistema digitalizado, sino también a uno electromagnético sin precedentes. Existimos literalmente en un mar de fuerzas invisibles y ocultas. Se puede decir que el planeta está experimentando un a modo de terraformación. Y la «forma» que se está construyendo será apta para un determinado tipo de inteligencia. Para empezar, será amable con una inteligencia que entienda cómo utilizar las herramientas, las aplicaciones y el software digitales. Y será desagradable para aquellas inteligencias a las que les resulte difícil entender todo este «material online». Será amable con quienes estén dispuestos a aceptar una vida «dentro de la red» de todo lo digital –finanzas, vigilancia, internet de los cuerpos, 5G/6G/7G/8G, etcétera–, y será desagradable para aquellos que deseen un estilo de vida fuera de la red, o menos denso digitalmente.
Para algunos, lo que se describe aquí es el cambio hacia el transhumanismo, junto con el ascenso de una tecnocracia civilizatoria. Lo que también se describe es un nuevo tipo de materialismo que no necesita depender de la solidez física para ser material, ya que la inmersión en el ecosistema físico-digital sigue siendo una modalidad de materialismo, aunque más etéreo. Me he referido a esto como la «falacia material» que representa una reterritorialización de la materia física. Esta falacia consiste en que la continua encapsulación del ser humano en construcciones artificiales (como el Metaverso) es un engaño cada vez más profundo de la materialidad. Y ese entorno también afecta al funcionamiento cognitivo de la mente, ya que esta se sumerge cada vez más en un reino electrificado. Esto determinará el nuevo ámbito de la técnica en el que se necesitarán habilidades cognitivas diferentes. También enmarcará el modo en que la humanidad es rastreada, supervisada, catalogada y procesada. La humanidad se volverá simbiótica. Se están estableciendo nuevos procesos de integración entre el mundo biológico, el digital y el electrónico. Lo que puede estar surgiendo aquí es una forma totalmente diferente de planetización que fusiona genes, máquinas y sociedades. La inteligencia humana que resultará de ello está, todavía, sin formar y, en la mayoría de los aspectos, es desconocida. Y puede llegar a ser el hogar de más de una forma de inteligencia. Como he mencionado anteriormente, existe el peligro de que, a medida que las personas se adentren en un ecosistema de automatización, vean afectados no solo su comportamiento sino también su estado de cognición. El humano inconsciente puede transformarse, por etapas, en el robosapiens, en el que los conjuntos de comportamiento y la percepción cognitiva se limitan a un nivel muy bajo. Esa persona será, efectivamente, poco más que un engranaje de la máquina. Y la máquina estará bien engrasada por las infraestructuras reguladas por la IA. Sin embargo, la verdadera «fuerza oculta» en un mundo tan electrificado puede ser algo más nefando que el ser humano automatizado.
La terraformación en curso del mundo natural y orgánico se abre a la sustitución por una «civilización maquínica» basada en la gobernanza tecnocrática y en los procesos de tekné. Cuando los ecosistemas de la naturaleza se descomponen, reduciéndose a sistemas materiales, se establecen los bloques de construcción de estructuras artificiales –estructuras desprovistas de vida orgánica– que dan cabida a la manifestación y expresión de fuerzas antidesarrollo (o lo que yo a veces llamo fuerzas entrópicas). Los tiempos actuales son hipermaterialistas y fuertemente dominantes en cuanto al intelecto. Esto permite una organización del pensamiento humano en la cual la libertad de expresión, la imaginación y la intuición humanas, están muy controladas y sometidas a la vigilancia, la gestión y la administración tecnocrática. Si esto continúa, es probable que conduzca a un estado en el que la especie humana, sin saberlo, habrá perdido la capacidad de pensar verdadera y genuinamente. El mundo interior habrá disminuido, y cualquier impulso interno de desarrollo quedará anulado por las fuerzas materiales. Además, podemos ser ajenos a los muchos campos invisibles que conforman nuestro ecosistema de electro-energías. Estas energías son sub-naturales; forman parte de la existencia viva, pero son una forma inferior de vibración vital. Según el místico-filósofo austriaco Rudolf Steiner, la electricidad es la luz en un estado sub-material. Es decir, es una forma de luz que ha caído por debajo del nivel de la naturaleza y se ha convertido en lo que él denominó «sub-naturaleza». Por ello, Steiner advirtió a la humanidad que tuviera cuidado de no construir culturas dependientes o basadas en la electricidad. Un electro-ecosistema solo servirá para alejarnos de nuestros entornos naturales y llevarnos a un estado vibratorio inferior de sub-naturaleza. En una conferencia de 1925, Steiner dijo:
Todavía son muy pocos los que sienten la grandeza de las tareas espirituales que se le plantean al hombre en esta dirección. La electricidad, por ejemplo, admirada desde su descubrimiento como el alma misma de la existencia de la naturaleza, debe ser reconocida en su verdadero carácter: en su peculiar poder de conducir hacia abajo desde la naturaleza a la sub-naturaleza. Pero el hombre debe tener cuidado de no deslizarse hacia abajo con ella.[c]
Rudolf Steiner se esforzó mucho por esbozar aspectos de las diversas fuerzas que actúan contra el desarrollo de la humanidad. A una de estas fuerzas la denominó ahrimánica, y la intención de estas fuerzas era atraer a la humanidad a su reino; es decir, arrastrar a los seres humanos a un profundo enmarañamiento material.
Puede decirse que las fuerzas que desean una inmersión más profunda en el materialismo (ya sea físico o digital) son fuerzas entrópicas, pues actúan contra el desarrollo interior del ser humano. Y en su mayor parte, no se ven o están ocultas. Para Steiner, Ahriman es un ser inteligente, o una forma de inteligencia, muy real y representa un reino (o realidad) que es seco, mecanicista, intelectual, desprovisto de energías vitales (lo que llamaríamos «espíritu» o «alma») y que incluso puede estar desprovisto de vida orgánica. Estas inteligencias –estas fuerzas ahrimánicas– se esfuerzan por persuadir a la humanidad de que ese entorno mecanicista es bueno para ella. No solo esto, sino también que tal cosa es positiva, necesaria e incluso progresista. El objetivo es presentar tales acontecimientos como la mejor dirección para el futuro de la evolución humana; en resumen, el transhumanismo. El advenimiento de tales fuerzas para congraciarse en un reino electrificado de la sub-naturaleza está siendo preparado por un entorno terrestre en el que la electricidad está sustituyendo nuestra necesidad de luz genuina, y los cielos químicos están bloqueando cada vez más la recepción de la luz solar. Además, estas fuerzas, al ser altamente materialistas, se centran principalmente en el predominio de un reino económico; una realidad en la que los humanos son coaccionados a pensar en la economía como el principal motor y preocupación. La atención se centra en la cantidad y no en la calidad, ejemplificada por una cultura que se rige por los números, las estadísticas, los algoritmos, la recopilación de datos y las pruebas basadas en la evidencia. Son estas fuerzas invisibles de catalogación, identificación y acreditación (véase también el sistema de puntuación de crédito social capitaneado por China) las que están separando a las personas de sus relaciones naturales y orgánicas.
Muchas culturas ya están separadas por «divisiones identitarias» –sociales, raciales y sexuales– que fomentan las luchas y las polarizaciones en nuestras sociedades. Todo lo que separa a los grupos, impide el entendimiento mutuo y divide a las personas, puede ser utilizado para apoyar a las fuerzas entrópicas. Es precisamente dentro de las divisiones humanas donde es más probable que intervengan las fuerzas antagónicas. Como escribió Steiner en su cuaderno en noviembre de 1920 «¿Dónde están las fuerzas ahrimánicas? Están allí donde pueden intervenir las fuerzas que separan a las personas»[d]. Como ya he dicho, no es necesario personificar aquí tales fuerzas, solo reconocer la presencia de fuerzas contrarias al desarrollo que, a través de cualquier funcionamiento, son hostiles al crecimiento interior y a las capacidades perceptivas del ser humano. A este respecto, en estos tiempos el mayor peligro es que las personas están adormecidas y, como tales, permanecen ignorantes o inconscientes de esas fuerzas que operan en su seno. Actualmente, ser consciente de tales fuerzas y de los vehículos/instrumentos a través de los cuales operan, es primordial para que no seamos seducidos por estos impulsos sin saberlo, y no nos convirtamos inconscientemente en sus marionetas. Además, mediante la consciencia y el conocimiento tales fuerzas pueden transformarse para servir a la humanidad, impulsando a los individuos hacia una mayor comprensión y hacia un deseo de desarrollo y mejora de la condición humana. Haciéndose consciente, la gente es capaz de ver cómo las aparentes «buenas intenciones» son secuestradas por grupos (políticos, financieros, sociales, etcétera) para convertirse en herramientas y canales de las intenciones y objetivos nefastos.
La terraformación de la vida moderna, a través de la tekné (automatismo) y el gobierno tecnocrático, está teniendo como resultado la insensibilización de las personas y su separación del reino de las fuerzas vitales y creativas. Los pensamientos de las personas se han convertido cada vez más en sombras muertas: opiniones que imitan la programación social, la limitación de la capacidad de atención y la disonancia cognitiva. Desde hace algún tiempo, la inteligencia humana se ha instrumentalizado, escindido y fracturado de manera que se ha producido una creciente sensación de alienación del mundo natural y de conexión con el élan vital (espíritu vital) del ser interno. Sin embargo, es posible que en estos tiempos tengamos que afrontar estas fuerzas para poder elegir nuestro propio camino de desarrollo. Pero este enfrentamiento es el que está causando disonancia en muchas personas en el mundo actual. Si una persona cae demasiado en el materialismo, la distracción, la niebla psico-emocional, esto puede resultar en una serie de factores como el automatismo, la inestabilidad, la depresión, la ansiedad y un estado general de inquietud. En definitiva, la persona se desvincula del ser interno.
Por otra parte, el enmarañamiento cada vez mayor con un ecosistema tecnológico está llevando a la gente a la sub-naturaleza y a estados de consciencia más bajos. En las circunstancias culturales en las que nos encontramos, la gente necesita profundizar a fin de encontrar la fuerza interior para no dejarse abrumar por estas fuerzas externas. Es precisamente a través del discernimiento consciente como podemos encontrar la fuerza interior para afrontar las condiciones del mundo. Este discernimiento permitirá al individuo ver a través de las narrativas fabricadas que están programando a la gente para que apoye las fuerzas externas de «eficiencia», «racionalidad» y «progresismo», que parecen ser cada vez más antihumanas. Como dijo un reciente historiador de la cultura popular: «Las personas ya no se considerarán seres autónomos que siguen sus propios deseos de acuerdo con su vida, sino más bien una colección de mecanismos bioquímicos que son constantemente monitoreados y dirigidos por una red de algoritmos electrónicos»[e]. Tales ideas y agendas, y sus fuerzas de apoyo, ven al ser humano como un componente dentro de un sistema técnico; es decir, como parte de los procesos de la tekné. Y desde esta perspectiva, el ser humano es una criatura defectuosa que requiere ser mejorada tecnológicamente. De nuevo, esta es una visión que se aleja cada vez más de la comprensión del ser humano como un receptáculo del espíritu: como una manifestación de la consciencia de la Fuente en el interior de un cuerpo físico. Esto forma parte de las fuerzas invisibles de la vida que actúan y orquestan los acontecimientos físicos en todo el planeta. Un investigador y escritor antroposófico[f] llegó a afirmar lo siguiente:
El objetivo ahrimánico de la captura integral en forma digital de todas las almas y cuerpos humanos de la Tierra, su «identidad digital», requiere la captación biométrica de cada individuo, sus datos de inmunización y otros, hasta su estructura molecular, fue planeado y puesto en marcha hace tiempo con el objetivo de crear un sistema de información sanitaria universal[g].
Un destino tal se encuentra en un camino de ignorancia y abandono de la vida interior. Un futuro así solo puede producirse por la continua acumulación de las tendencias presentes que actúan unas sobre otras para formar una escala hacia un fin determinado. Si esto se ve como un destino, entonces es uno que surge a través de la ignorancia o la pereza; en otras palabras, a través de circunstancias puramente físicas, y que no acepta o reconoce la presencia de verdades metafísicas. Es dentro de un paisaje tan estéril, desprovisto del impulso trascendental, donde tales fuerzas entrópicas pueden husmear y jugar con las debilidades de una humanidad que no ve ni percibe. Hay fuerzas invisibles y ocultas en la vida que se esfuerzan por lograr tales ambiciones antihumanas, pero su falta de gracia y energía vital es también su mayor debilidad.
Para los individuos –especialmente aquellos con capacidad de percepción y comprensión compasiva– caminar hacia el futuro ciegos a tales fuerzas y sus influencias será su mayor debilidad. Por eso se hacen tremendos esfuerzos para mantener al mayor número posible de personas ajenas a los acontecimientos que van más allá de la narrativa programada. Como dice la cita inicial de Rudolf Steiner, debemos aprender a reconocer lo que está funcionando en el mundo para tener la capacidad de responder en consecuencia por el bien del mismo. Porque este es nuestro mundo humano, y en él no hay lugar para las fuerzas antihumanas.
Kingsley L. Dennis, October 2022
[a] N.T.: Ambas palabras, que no aparecen en el diccionario de la RAE, se describen en estos enlaces: https://es.wikipedia.org/wiki/Tekn%C3%A9 y https://es.wikipedia.org/wiki/Terraformaci%C3%B3n
[b] Véase el monumental trabajo de Richard Tarnas Cosmos and Psyche: Intimations of a New World View (2006)
[c] Rudolf Steiner, «From Nature to Sub-Nature». Anthroposophical Leading Thoughts – https://wn.rsarchive.org/Books/GA026/English/RSP1973/GA026_c29.html
[d] Selg, Peter (2022) The Future of Ahriman and the Awakening of Souls. Forest Row: Temple Lodge Publishing, p53
[e] Yuval Noah Harari, citado en Selg, Peter (2022) The Future of Ahriman and the Awakening of Souls. Forest Row: Temple Lodge Publishing, p49
[f] La antroposofía es un movimiento científico-espiritual fundado a inicios del siglo XX por el místico-filósofo Rudolf Steiner.
[g] Selg, Peter (2022) The Future of Ahriman and the Awakening of Souls. Forest Row: Temple Lodge Publishing, p44