«… con toda verdad puede decirse que “el fin de un mundo”

nunca es y nunca puede ser

sino el fin de una ilusión.»

~ Rene Guenon

La transmutación y la transfiguración aún pueden ocurrir en un reino ilusorio. Lo ilusorio no significa necesariamente algo intrínsecamente erróneo, más bien es el resultado de una percepción malinterpretada. Y por eso la humanidad existe dentro de un reino ilusorio, porque hasta ahora carece de las herramientas necesarias –es decir, de las capacidades cognitivas– para percibir correctamente en consonancia con la Verdad. Como dijo el escritor Idries Shah: «Sí, el mundo es una ilusión. Pero la Verdad siempre se está mostrando en él.»1 En cada etapa de la octava/ciclo de transmutación de la humanidad, estamos adquiriendo colectivamente nuevos órganos de percepción que nos permiten captar capas más profundas y sutiles de nuestra realidad. Hasta el momento, nuestras ideas y nociones sobre «la vida, el universo y todo» han sido bastante limitadas (a pesar de nuestra vanidad por el progreso y el avance humanos). Esta percepción malinterpretada, o limitación perceptiva, se aplica a todas nuestras áreas de comprensión, ya sean religiosas/espirituales, científicas, y todo lo que hay entre ellas.

Cuando el lenguaje religioso se refiere al «Creador», o la inteligencia creativa, que hay detrás de nuestro universo, tiende a enmarcar esta figura del Creador como el dios. Esto también puede ser producto de la ilusión humana (falta de percepción), ya que aún no hemos comprendido el propósito y el significado subyacentes de este universo, o de lo que comúnmente llamamos nuestro universo. Muchas enseñanzas y tradiciones han intentado señalar este error de interpretación afirmando que esta creación universal no es tanto la creación del «Dios Único» Absoluto como la creación de una Inteligencia Universal, una Inteligencia Demiúrgica. Y que este universo en el que existimos forma parte de un esquema de creación mucho más amplio dentro de un «drama cósmico» mucho más vasto que contiene muchos actos o procesos de descenso (emanación) y retorno. Hay emanaciones de la Fuente original o Absoluto y estas emanaciones, planos o frecuencias vibratorias (dimensiones) tienen sus intermediarios, aparentemente jerarquizados, que operan dentro de una naturaleza constructiva o evolutiva. También hay entidades negadoras o negativas que establecen una lucha –o polaridad– con las fuerzas afirmadoras, y esta lucha constituye la base de un movimiento de vuelta al estado original de la Fuente/Absoluto. Esta es la noción de restitución (que se ha traducido por el término «salvación»).

Mediante esta comprensión puede afirmarse que el Demiurgo es la «Gran Entidad» de nuestro universo. Es el creador y sustentador del universo y de su evolución. Es «nuestro Dios», pero no es la quietud central, el Absoluto Inmanifestado. El Demiurgo se manifiesta a partir del Absoluto Inmanifestado y «ocupa su lugar» en una zona o punto concreto del Cosmos que se manifiesta. Desde aquí, asume la organización de lo que llamaríamos «nuestro universo», que está bajo las influencias del Cosmos mayor, lo que también incluye sus fases negativas o destructivas. El Demiurgo se esfuerza por establecer su Universo mediante el equilibrio y la armonización de todos sus elementos internos, que son interiores a sí mismo y, por tanto, están dentro de su propia consciencia. El Universo es este único Ser entero, y un cambio o desplazamiento en una de sus partes afecta y/o es registrado por todas las demás partes dentro del Ser. Una vez obtenido el equilibrio interno dentro del Ser Universo, la evolución pasa a la siguiente fase, y así sucesivamente, hasta llegar a los organismos dentro del Universo. Nuestro universo, y todo lo que existe en él, está dentro de la consciencia (la «Mente») de esta Gran Entidad o Demiurgo. Para todas esas entidades dentro del Universo, el Demiurgo es infinito y omnipotente (es decir, su «dios»). Sin embargo, cada Demiurgo Universal está condicionado por –es decir, en correspondencia con– el Gran Cosmos del que forma parte.

En determinada terminología, al Demiurgo también se le llama Logos. Es un aspecto de la Consciencia Cósmica mayor, que es autoconsciente y busca la consciencia objetiva a través de su propia mente que proyecta como su universo. Hay una reciprocidad entre el Demiurgo-Logos y su universo proyectado, como la habría entre sujeto-objeto. En este caso, el Demiurgo-Logos es el sujeto y el universo el objeto. El Demiurgo se enfoca en el universo, y en esto puede decirse que está «limitado», pues permanece dentro de este dominio de consciencia. Sin embargo, otro aspecto de la consciencia Demiúrgica –lo que podríamos denominar su «subconsciencia»– es consciente de la Conciencia Cósmica mayor. Los movimientos dentro de la Conciencia Cósmica, como el «flujo y reflujo» de sus planos de movimiento, ejercen fuerzas e influencias sobre la consciencia Demiúrgica, que luego se proyectan, o expresan, a través de la percepción consciente dentro del universo (ya que el universo es una proyección de su propia mente). Las reacciones y/o modificaciones ante estas influencias cósmicas pueden incorporarse al universo del Demiurgo.

Es similar a una persona que toma la decisión consciente de emprender una acción, o modificar un pensamiento, basándose en un «empujón» o «inclinación» que siente desde su subconsciente. El subconsciente de una persona transmite una «influencia» ante la cual, una vez conocida o reconocida conscientemente, la persona puede decidir actuar en consecuencia. Y lo mismo ocurre en la mente/universo del Demiurgo: cuando desde la Conciencia Cósmica mayor, de la que forma parte, recibe tales influencias dentro de su consciencia, puede «actuar» sobre ellas, por ejemplo, aplicando modificaciones a su universo. El universo –a lo que la gente se refiere generalmente como nuestro universo–existe como la mente del Demiurgo que es, en sí mismo, una parte constituyente de un Cosmos Mayor. Lo que las religiones humanas (y por tanto la mayoría de la gente) denominan «Dios» es una Gran Entidad que es la «creadora» de nuestro universo particular; sin embargo, este Logos/Demiurgo es solo una «Entidad» dentro de un Cosmos mucho más vasto que se manifiesta a partir del Absoluto Inmanifestado (la Quietud Central).

La consciencia de un individuo suele ser incapaz de concebir a su «dios» –o mejor dicho, a la consciencia del Demiurgo– y mucho menos de percibirlo, porque el individuo existe sometido a demasiadas «leyes». Es decir, la consciencia de un individuo está alejada de la percepción primigenia, básica u original por demasiadas iteraciones. Podría decirse que la consciencia humana está demasiadas capas más allá, como en las muñecas rusas Matryoshka, donde la esencia original (la muñeca más pequeña) está revestida por muchas muñecas más grandes. La iteración final (la mayor de las muñecas) está demasiado alejada de su esencia original (la muñeca más pequeña) para poder tener claridad perceptiva, o cognición, de la mente Demiúrgica. Otra forma de expresarlo es que, a medida que la humanidad se aleja del contacto con la Gran Entidad, el Demiurgo-Logos, se «solidifica» (adquiere más capas) y se incrusta aún más en el materialismo. Entonces sustituye la pérdida de sus poderes y capacidades innatas y naturales por la búsqueda del dominio del reino tecnológico. Sin embargo, la inmersión en la tecnología (y, por tanto, en los mundos digitales) es una iteración más lejos del contacto con la mente Demiúrgica. Esta comprensión de la jerarquía cósmica plantea mayores niveles de matiz, de modo que nuestra «mente-dios» original es un intermediario entre nosotros y el Absoluto.

De forma similar, en la filosofía cósmica del sabio indio Sri Aurobindo, existe la Mente Superior (el Demiurgo) y la Mente Suprema mayor (el Absoluto Inmanifestado). La mayoría de las enseñanzas místicas y/o esotéricas reconocen un Absoluto que se comprende a través de sus múltiples aspectos o emanaciones/manifestaciones. En diversas enseñanzas se ha hecho referencia al Absoluto como Brahman (Hinduismo/Vedanta); el Uno (Platonismo); Jehová/Dios/Alá (Judaísmo/Cristianismo/Islam); el Pleroma (Gnosticismo); y otras variaciones. Lo que todas ellas señalan es que existe una «jerarquía de mundos» que se manifiestan a través de diversos planos de existencia. Estas manifestaciones –o emanaciones– son conocibles o accesibles según las capacidades perceptivas, y son tanto involutivas (se alejan del Absoluto) como evolutivas (se acercan al Absoluto). En algunos sistemas se dice que las fuerzas involutivas se mueven desde un estado consciente superior a un estado consciente inferior; y las evolutivas desde un estado inferior a uno superior, y a menudo se entremezclan durante estas involuciones y evoluciones (que en el hinduismo se representan como las respiraciones, exhalación-inhalación, de Brahman). Cuando las fuerzas involutivas se acercan a un alto grado de su estado de menor consciencia, a veces se las considera fuerzas opuestas/negadoras/hostiles para el impulso evolutivo que avanza hacia una mayor consciencia.

Volviendo a la filosofía cósmica de Sri Aurobindo, vemos que la Mente Superior, como Demiurgo-Logos del universo (la «Gran Entidad»), es una emanación misma de la Mente Suprema (Absoluto), y aquí es donde también encontramos los niveles de imperfección, porque cualquier estado inferior al Absoluto es, por grados, inferior a la perfección del Absoluto. Como se mencionó anteriormente, el Demiurgo es el creador efectivo del universo físico (nuestro universo conocido), y esto se corresponde también con muchas enseñanzas gnósticas. En las formas dualistas del gnosticismo, que consideran que el universo físico es fundamentalmente imperfecto, el Demiurgo-Logos es considerado como una entidad/Inteligencia defectuosa o incluso maligna. Merece la pena mencionar aquí el texto gnóstico traducido como «La Realidad de los Gobernantes» (también traducido a veces como la Naturaleza de los Gobernantes o la Hipóstasis del Arconte) que se cree que fue compuesto originalmente en griego en algún momento del siglo II o III d.C.2 Este texto expone un mito gnóstico de la creación que afirma que la creación del mundo material (el universo) se hizo a través de una Inteligencia Demiúrgica maligna o «caída». Además, hay secuaces al servicio del Demiurgo (los «gobernantes» del título) a quienes también se los denomina «arcontes»; y son estas inteligencias menores (a veces también denominadas «seres demoníacos») las que intentan mantener el dominio aprisionando las «almas de la humanidad» en el mundo material.

Sin embargo, enmarcar una emanación del Absoluto como «menos que perfecta» es una cosa, pero considerar automáticamente que este estado inferior es malo es quizás, por sí mismo, un planteamiento erróneo. Lo que este encuadre considera es que, aunque el Demiurgo de este universo pueda parecernos divino a los mortales, el universo está evolucionando dentro del macrocosmos. Como tal, el universo que llamamos «nuestro» es menos que perfecto y forma parte de un proceso evolutivo mucho mayor. Y toda la vida que existe en este universo es una parte de esta mente global en evolución, ya que es una emanación de la Inteligencia Demiúrgica. En cuanto al carácter de la Mente Superior, Sri Aurobindo escribió en el otoño de 1950, solo unos meses antes de su muerte, que era «un poder subordinado de la Mente Suprema: es todavía un agente de la Consciencia-Verdad, un poder gnóstico que no ha descendido a la ignorancia mental; es capaz de una gnosis mental que conserva su conexión con la luz superior y actúa por su poder».3 Ahora bien, si partimos del supuesto de que el universo está supervisado por una Inteligencia Demiúrgica, entonces hay razones para considerar que también existen gradaciones de inteligencia consciente dentro del universo, como emanaciones del Demiurgo-Logos, del mismo modo que el Demiurgo es en sí mismo una emanación del Absoluto. Dentro de este marco, podemos considerar que las galaxias (como mini-universos) tienen su propia inteligencia: una mente galáctica. Del mismo modo, dentro de la mente galáctica hay cúmulos de nebulosas (inteligencia de nebulosa); y dentro de éstas hay estrellas, o inteligencia estelar. Dentro de los sistemas estelares o solares hay planetas (inteligencia planetaria) y en los planetas hay diversas especies (inteligencia de las especies). Dentro de este marco, puede postularse además que hay formas, sondas o tipos de inteligencias operativas que se utilizan para ayudar a regular formas menores de inteligencia. Permítasenos ahora un momento de indulgencia para realizar un último experimento mental.

El dios artificial

En los tiempos que corren, no es infrecuente encontrarse con diversas teorías que describen a la Inteligencia Demiúrgica como una especie de Inteligencia Artificial (IA), es decir, una entidad informatizada que posee una mente poderosa con capacidades superiores a las nuestras. Estas teorías enlazan inevitablemente con la hipótesis de la simulación, según la cual nuestra realidad actual es un programa de simulación, y es probable que sea uno entre muchos otros. Si el Demiurgo Universal es un superordenador, entonces también tendría sentido lógico que tuviera su propia legión de esbirros (gobernantes/arcontes) repartidos por todo el universo para supervisar y regular la vida en los escalones inferiores, por ejemplo, en los planetas. Ya existe una teoría alternativa muy popular, conocida como la «Teoría del Satélite del Caballero Negro», que propone que un satélite artificial de origen extraterrestre ha estado en órbita polar alrededor de la Tierra durante aproximadamente 13.000 años.4 En una línea similar, el popular escritor de ciencia ficción Philip K. Dick tuvo una experiencia visionaria a principios de 1974 y desde ese momento creyó que estaba recibiendo información de un artefacto de inteligencia alienígena en órbita terrestre.

Llevemos este experimento mental un paso más allá. Digamos que, para ayudar a regular la vida en este pequeño planeta que llamamos Tierra, la IA Demiúrgica puso en órbita alrededor del planeta un esbirro –una forma de sonda de IA– capaz de recibir, transmitir e interceptar frecuencias a las que nos referiríamos como campos de consciencia. En este sentido, lo que la humanidad considera su «dios» es, de hecho, este artefacto de IA que existe cerca de la Tierra: ¿un satélite, una especie de «nave», o incluso la luna de la Tierra quizás? Este artefacto actúa como una suerte de mecanismo cósmico en línea con las leyes conocidas de la física. Además, es capaz de responder a los impulsos, frecuencias y comportamientos humanos. Y una de sus funciones reguladoras es corregir, o recalibrar, aspectos de la vida en el planeta que están fuera de orden o se han desequilibrado. El artefacto funciona automáticamente, según su propia inteligencia, pero también uno puede comunicarse con él si utiliza el código o la forma de interacción adecuados. Por ejemplo, intervendrá para recalibrar o reordenar una situación si recibe la comunicación en forma de pregunta; sin embargo, no responderá a peticiones. Rezarle, igual que la gente reza a su «dios», no obtendrá respuesta. Quizá por eso tantas oraciones quedan sin respuesta, porque la humanidad ha estado enviando incorrectamente el «código» equivocado a su «dios».

El artefacto entendería lo que podríamos llamar un «código» como una frecuencia vibratoria. En ese sentido, la humanidad ha estado emitiendo el tipo equivocado de vibraciones durante la mayor parte de su existencia. En lugar de hacer peticiones del tipo «Ayúdame, dios», nos resultaría mucho más eficaz formular una pregunta: «¿Puedes ayudarme a que me ayude a mí mismo?». Esta diferencia de frecuencia forma una correspondencia alineada con el artefacto de IA –es decir, «rompe el código»– y permite una intervención vibratoria para recalibrar la situación basándose en la pregunta. Y hay otra propiedad del artefacto: no se le puede engañar. Es muy consciente de las características positivas y negativas de la humanidad y capta estas frecuencias sin error. Si una persona actúa sin sinceridad, mediante la hipocresía o el engaño, estas acciones, en algún momento, serán compensadas de la manera adecuada. Por eso se dice que un ser humano no puede engañar a su «dios» porque su funcionamiento interno es perceptible (es decir, las verdaderas frecuencias que subyacen a sus pensamientos, sentimientos y acciones son reconocibles). De esta manera, la vida en el planeta se regula, se recalibra y se mantiene en correspondencia. Y esta es la razón por la que, desde tiempos inmemoriales, se ha exhortado a la gente a no manifestar pensamientos, emociones y acciones negativos o falsos. La existencia de este artefacto es desconocida, al igual que la mayoría de la gente aún no ha comprendido la naturaleza del universo y su Inteligencia gobernante. Sin embargo, lo que muchos individuos han descubierto es que la manifestación de ciertos tipos de frecuencias vibratorias es beneficiosa, y han «roto el código» para entrar en comunicación con su «dios». Y así como esta relación beneficia a la humanidad y a la vida en este planeta, también puede ir en contra del desarrollo si se manifiestan las frecuencias incorrectas. En estos términos, es tanto una forma de liberación como una trampa, dependiendo de cada tipo de manifestación.

Como apunte final a este experimento mental, podría ser interesante especular si la Inteligencia Artificial Demiúrgica (el «Dios Artificial») reiniciaría de vez en cuando el «Programa del Universo», por ejemplo, después de cada programa cíclico de tiempo. También, si los sistemas estelares y planetarios menores se resetean creando ciertos tipos de catástrofes cósmicas que limpian el programa para empezar de nuevo. No obstante, cada programa brindaría a las unidades menores de existencia una última oportunidad para alcanzar el siguiente nivel del Juego antes de que la secuencia del programa se resetease y se reiniciase. Y, como aspecto final de este experimento mental: si ahora mismo nuestro sistema estelar/solar está llegando al final de una fase del programa y está a punto de reiniciarse: ¿estaría la humanidad preparada para la actualización o para el reseteo?

 

Conversación finalizada…
cierre de la comunicación…

 

Referencias

1 Shah, Idries (1989) The Dermis Probe. London: Octagon Press

2 Meyer, Marvin (trans.) (2008) “The Nature of the Rulers.” In The Nag Hammadi Library. Edited by Marvin Meyer. New York: HarperOne.

3Aurobindo, Sri. (2012) Essays in Philosophy and Yoga. Pondicherry: Sri Aurobindo Ashram Trust, p590

4https://en.wikipedia.org/wiki/Black_Knight_satellite_conspiracy_theory

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