Allí donde hay luz brillante, hay sombras profundas.

Antiguo dicho

 

Hay que reconocer que el estado actual de «realidad invertida» es una fase, y como tal hay que superarla. No podemos eludir el hecho de que primero tenemos que aprender a vivir entre estas fuerzas entrópicas antes de poder sortearlas (véase la parte 2 de este ensayo), ya que tales son las condiciones de nuestro tiempo. Pero debemos encontrar la forma correcta de acercarnos a estas fuerzas sin dejarnos dominar o subsumir por ellas. Lo que puede ser necesario para contrarrestar las fuerzas ahrimánicas es la perseverancia y la coherencia: un objetivo y un desarrollo a largo plazo. Debemos ser conscientes de que las fuerzas que actúan contra nosotros pretenden dirigir la inteligencia humana hacia una mera inteligencia intelectual, impulsada por pasiones y deseos inferiores, y cada vez más divorciada de una realidad trascendental y metafísica. Este es el vehículo ideal para las fuerzas entrópicas: un intelecto puro, seco y mecánico. Si a través de la humanidad actual no se logra resolver con éxito esta situación, el camino de desarrollo se intentará por medio de lo maquínico o robótico; y esto es lo que conecta a esas fuerzas con la luz artificial de la electricidad.

En un artículo previo[i], escribí que Rudolf Steiner consideraba la electricidad como una fuerza de la subnaturaleza y, por tanto, correspondiente a las fuerzas entrópicas (negativas). Steiner afirmaba que los impulsos contrarios al desarrollo (los que él llamaba ahrimánicos) están conectados con las fuerzas de la electricidad (creadas por el hombre en lugar de formadas de manera natural), que son los mismos procesos energéticos en los que se basa gran parte de nuestras tecnologías. Afirmó que:

Debemos tener esto muy claro: en los días en que no había corrientes eléctricas, cuando no había cables eléctricos zumbando en el aire, era más fácil ser humano. En aquellos días estas fuerzas ahrimánicas no estaban allí, robándonos constantemente nuestro cuerpo incluso cuando estamos despiertos. En aquel entonces no era necesario que la gente hiciera tales esfuerzos para acercarse al espíritu. Por eso hoy, para seguir siendo humano es necesario reunir fuerzas espirituales mucho más fuertes que hace cien años.1

Esta advertencia para que la gente se esfuerce por acercarse al espíritu se produjo hace cien años; cuánto más lejos se encuentra hoy en día la humanidad enmarañada con las fuerzas mecánicas. Estas fuerzas entrópicas, se nos dice, encuentran un medio de entrada en esta dimensión a través de la electricidad, que es luz sub-natural. Una infraestructura mecanicista podría servir de vehículo –un «cuerpo»– para estas fuerzas antihumanas. De manera similar, en la cultura árabe e islámica se reconoce el concepto de djinn como espíritu maligno. Tanto es así, que el libro sagrado islámico, el Corán, menciona varias veces el poder y la malevolencia de los djinns. En las narraciones sobre los djinns, a menudo se hace referencia a ellos como seres de «fuego sin humo», lo que en términos modernos podría equipararse fácilmente a seres eléctricos. Tales seres o fuerzas, ya sean malignos, ahrimánicos o djinns, parecen tender hacia una forma de tecnología atomizada, es decir, alimentada por el movimiento de los átomos, lo cual debería alertarnos, ya que la vida moderna se está convirtiendo rápidamente en una vida totalmente electrificada.

Una civilización técnica y tecnológica resultaría ser un reino ideal para que dichas fuerzas entrópicas tuvieran su señorío, desde la cual actuar para contrarrestar los impulsos de desarrollo de la evolución humana. De nuevo, citando a Steiner al respecto:

Pero en la era de la ciencia tecnológica, hasta ahora al hombre se le ha escapado la posibilidad de encontrar una verdadera relación con la civilización ahrimánica. Debe encontrar la fortaleza, la fuerza interior del conocimiento, para no ser vencido por Ahrimán. Debe comprender la subnaturaleza por lo que realmente es. Esto solo puede hacerlo si se eleva, en el conocimiento espiritual, al menos tan lejos hacia la supernaturaleza extraterrenal como ha descendido, en la ciencia tecnológica, hacia la subnaturaleza. La época requiere un conocimiento que trascienda la naturaleza, porque en su vida interior debe luchar a brazo partido con un contenido vital que se ha hundido muy por debajo de la naturaleza y cuya influencia es peligrosa. . .2

Steiner nos está instando a desarrollar nuestra comprensión de los asuntos espirituales para no caer víctimas de estas fuerzas subnaturales que han intensificado su presencia en esta fase tecnológica del desarrollo de la humanidad. ¿Por qué, podríamos preguntarnos, son tan prevalentes estas fuerzas desde principios del siglo XX en adelante? Casualmente, o de forma pertinente, Steiner señaló el año 1879 como el momento en que ciertas fuerzas negativas fueron expulsadas de su dimensión y entraron en la realidad menor de la Tierra (y, por tanto, en la Inversión). Si escrutamos más de cerca el año 1879, también encontraremos que Thomas Edison inventó la bombilla eléctrica y presentó su patente el 4 de noviembre de 1879 (patente estadounidense 223.898), que le fue concedida el 27 de enero de 1880. Edison había hecho la primera demostración pública de su bombilla incandescente el 31 de diciembre de 1879, en Menlo Park. Y la luz artificial, dice Steiner, lleva el impulso negativo de las fuerzas entrópicas ahrimánicas.

Steiner también reveló el hecho oculto de que, desde el año 1879, el cuerpo etéreo humano está cada vez menos ligado al cuerpo físico, abriendo así la posibilidad de nuevas facultades de percepción, como los poderes psíquicos. Sin embargo, esta capacidad y potencial están siendo bloqueados por fuerzas contrarias, especialmente mediante el uso del miedo y la inseguridad. En el estado actual de la Inversión, parece que hay fuerzas negativas que intentan infiltrarse en el cuerpo humano al mismo tiempo que buscan expresarse a través del ecosistema maquínico. Además, se especula con que el aumento del materialismo en la vida física endurece el cuerpo etéreo, de modo que no se disuelve tras la muerte, sino que permanece cerca de la Tierra durante más tiempo. Este cuerpo etéreo podría servir de vehículo, o anfitrión, para tales fuerzas ahrimánicas, de modo que estas envolturas sin alma se mantuviesen permanentemente atadas a la dimensión terrenal y no pudiesen seguir adelante. Es decir, las entidades pueden encontrar «cuerpos» –o un hogar– para seguir influyendo en esta dimensión. Este estado de cosas podría reflejarse en la Tierra a través del transhumanismo si a los cuerpos físicos no se les permite morir por completo, brindando directamente dentro del reino físico, material, un cuerpo anfitrión a esas entidades. Parece que se está desarrollando un mundo o reino artificial –es decir, nuestro mundo actual está siendo terraformado– para dar cabida a estas fuerzas que se muestran menos dispuestas a un entorno orgánico de carbono. Sin duda, esto invita a la reflexión cuando contemplamos un mundo al que se castiga por sus «abundantes cantidades de dióxido de carbono», así como los entusiastas esfuerzos actuales por alcanzar un futuro con «cero emisiones» del mismo.

Si esta agenda para un dominio mecánico-material completo se lograra alguna vez, los impulsos de desarrollo de la Fuente podrían quedar aislados de la evolución humana; lo puramente ahrimánico dominaría esta esfera. Teniendo esto en cuenta, se puede reconocer cómo la mecanización progresiva de la civilización humana se halla bajo una influencia ahrimánica. Como Rudolf Steiner comentó en una ocasión: «La humanidad se enfrenta a un destino en el que el cuerpo puede llenarse de poderes demoníacos ahrimánicos».3 La destrucción en curso del mundo natural y orgánico se abre a su sustitución por fuerzas entrópicas ahrimánicas, en las que una civilización maquínica (basada en el impulso maquínico) construiría un reino tecnocrático y automatizado totalmente nuevo. Cuando los ecosistemas de la naturaleza se descomponen, reduciéndose a sistemas materiales, se establecen los bloques de construcción de estructuras artificiales –desprovistas de vida– que dan cobijo a la encarnación y expresión de seres y fuerzas involutivos. Esto acabaría produciendo un entorno y un contexto totalmente nuevos para la existencia en este planeta.

Los tiempos actuales son hipermaterialistas y están fuertemente dominados por el intelecto. Esto crea una esclavitud del pensamiento humano en la cual la libertad de expresión, la imaginación humana y la intuición están muy controladas y sometidas a vigilancia, gestión y administración tecnocrática. Si esto sigue así, es probable que la especie humana, sin saberlo, pierda la capacidad de pensar de forma auténtica y genuina. El mundo interior habrá disminuido y cualquier impulso de desarrollo será anulado por las fuerzas materiales. La Inversión habrá completado su cambio total respecto al reino de la Verdad Superior. Esto obliga a los individuos conscientes de estos tiempos a mantener la conexión entre el reino trascendental y el mundo físico. Dentro del reino terrenal, en todo momento, debe haber una correspondencia viva y mantenida. Esta es la línea vital que permite que las fuerzas de desarrollo operen dentro de la esfera física a través de la materialidad misma. La única manera de atravesar estos tiempos es que la humanidad se enfrente a las fuerzas entrópicas mientras está en el mundo, superándolas y transformándolas.

Se acercan tiempos en los que los seres humanos volverán a tener acceso a las capacidades psíquicas –como la clarividencia– que antes formaban parte de su herencia natural; esto sucederá de nuevo como parte del desarrollo natural de la humanidad. Sin embargo, las fuerzas ahrimánicas están trabajando para desviarlo, empujando a la humanidad hacia un materialismo profundo. Las señales de ello serán el aumento del pseudo-pensamiento intelectual, la falsedad, las pseudo-verdades y la pérdida del discernimiento. La omnipresencia de las fuerzas entrópicas trabajará para bloquear la evolución de la humanidad y conducirla hacia una ruta de estancamiento evolutivo. La inteligencia humana será arrebatada y colocada en sistemas automatizados, de modo que los músculos del pensamiento y la imaginación humanos se atrofiarán con el tiempo. Sin las fuerzas vitales del espíritu humano, el impulso mecánico seguirá siendo inmoral y carente de ética. Seguirá funcionando, pero sin ser. Sin una interpenetración de lo mecánico y lo moral –materia y espíritu–, es probable que el desarrollo futuro en este ámbito se estanque.

Es responsabilidad de los individuos conscientes actuales asegurarse de que este estancamiento no se produzca. En su lugar, debe producirse una operación alquímica de grandes proporciones. La infiltración y penetración de fuerzas entrópicas en esta realidad no tiene por qué ser necesariamente un acontecimiento negativo. Las fuerzas son correctivas en ambos lados: así como hay un empuje también hay una tracción que puede provenir del interior del individuo. Si reconocemos que la intervención de las fuerzas entrópicas en la vida humana es un desencadenante necesario para desarrollar nuestra propia intención y evolución conscientes, podemos utilizar estos acontecimientos en nuestro beneficio. Precisamente, resistiendo a las fuerzas contrarias a la evolución, la humanidad encuentra su fortaleza para la libertad. La cuestión es si podemos hacer frente a estos desafíos de la manera correcta. Abordaré este tema en mi siguiente ensayo.

 

Referencias

1 Steiner, R. (1923) ‘Concerning Electricity.’ A lecture given in Dornach, January 28th 1923 (GA 220)

2 Steiner, R. (1925) A lecture ‘From Nature to Sub-Nature,’ subsequently published in Anthroposophical Leading Thoughts (trans. George and Mary Adams). London: Rudolf Steiner Press, 1973 (GA 313)

3 Steiner, R. (2009) The Incarnation of Ahriman: The Embodiment of Evil on Earth. Forest Row: Rudolf Steiner Press

[i] «La máquina irreal: el hechizo letal».

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