«No temáis a quienes pueden matar el cuerpo pero no el alma. Temed más bien a aquel que puede destruir el alma y el cuerpo en la vida que sigue a la muerte.»

  Evangelio de Mateo (10-28)

 

He descrito el impulso maquínico como una fuerza que está acelerando la automatización del ser humano y de la vida en este planeta. El impulso maquínico equivale a las fuerzas del materialismo que propagan un impulso y una influencia que, si se llevan más allá de su función necesaria, pueden conducir a la entropía y la decadencia. El materialismo está bien, pero hasta cierto punto. Algunos lo denominan la «Caída»: la inmersión profunda en la realidad física. Hasta cierto punto, esta inmersión en la fisicidad era necesaria para desarrollar la individualización y percibir la existencia en relación con la Fuente. Una vez obtenido este reconocimiento, comienza el «viaje de regreso» a la consciencia de la Fuente/Origen. Sin embargo, si una especie permanece demasiado tiempo atrapada por las fuerzas materialistas, puede producirse un endurecimiento –o amortiguamiento– que cristaliza ciertas facultades y órganos de percepción y conduce a un estancamiento evolutivo. Como tal, el estancamiento de la evolución puede deberse a la influencia excesiva de las fuerzas entrópicas. El filósofo Rudolf Steiner, en su ciencia espiritual, se refirió a estas fuerzas entrópicas como el impulso ahrimánico. Para los fines que me propongo aquí, me referiré a menudo a este impulso ahrimánico (o a las fuerzas de Ahrimán) como una manera de conceptualizar las energías de decadencia, deterioro y declive.

Las fuerzas entrópicas que se oponen pretenden «sobrematerializar» el materialismo, profundizar el enmarañamiento en el seno de la materia física y crear formas materiales artificiales que no habrían surgido en el curso natural de la evolución humana. Esto se está aplicando de tal manera que bloquea una renovación de la cultura humana más allá de la era actual y la dirige hacia una nueva forma de materialismo, una forma más etérica que parece no material (o des-solidificada). Es decir, los reinos digitales y virtuales, aunque parezcan opuestos al materialismo físico, de hecho contribuyen a profundizar el enredo humano con las fuerzas materiales. Como ya he mencionado anteriormente, me refiero a esto como la «falacia material» en el sentido de que el reino digital y su extensión a la realidad aumentada, y a espacios como el Metaverso, supone una mayor profundización en el materialismo en lugar de una liberación del mismo. Estos espacios digitalizados, debido a su sentido de no fisicidad, son en realidad una manifestación etérica del materialismo; o más bien, un reino de materialismo teórico (también un término de Steiner). El materialismo teórico representa un constructo de realidad que no tiene por qué ser físico al tacto, pero que se basa en, o es una proyección de, un fundamento material. Tanto en el materialismo teórico como en el habitual, el ser humano está encapsulado en una amalgama de procesos materiales. Además, es un mundo de hechos y evidencias externas dentro del cual la persona llega a perderse. Toda experiencia vital procede de este reino material, lo que condiciona al ser humano a adquirir una visión de la vida basada en hechos y a aceptar que no existe otra realidad salvo este mundo de materialidad. Cualquier noción de alma o espíritu –el impulso trascendental– se considera un subproducto de la realidad material o se rechaza por completo como una noción falsa. Tal es el poder de la inmersión en la realidad material.

El materialismo extremo se convierte finalmente en una mitología de entropía y decadencia y conduce a modos de pensamiento mecánicos y artificiales que acaban provocando un estancamiento de las fuerzas que impulsan el desarrollo humano. De continuar, estas fuerzas materialistas –el impulso maquínico– labran un camino de avance y evolución tecnológica que bloquea aún más las fuerzas vitales y espiritualizadas. En este camino, el ser humano se esfuerza por obtener mayores beneficios materiales, pero descuida las fuerzas humanas vitales de conexión espiritualizada. Según Steiner, nuestra época actual se ocupa del desarrollo del mundo material; y para que el ser humano no degenere totalmente en un mero cómplice de las máquinas, hay que encontrar un camino que conduzca desde el impulso mecánico hacia una vida del espíritu. Sin embargo, entran en juego fuerzas entrópicas que se oponen a las formas de espiritualización (libertad espiritual) y que trabajan para reducir y, finalmente, eliminar el desarrollo interno y sustituirlo por un «paraíso virtual» etéreo y de otro mundo, en el que todas las necesidades pueden satisfacerse de manera ilusoria. Una parte de este «hipermaterialismo» es la noción de inmortalidad que está surgiendo a través de los tropos transhumanistas. Esto puede denominarse inmortalidad ahrimánica, ya que no funciona a través del alma espiritual, sino mediante una prolongación de la experiencia de la vida física por la fusión con formas maquínicas. Se trata de un modo de inmortalidad potencial dentro de la esfera física, pero no dentro de la espiritual. A fin de cuentas, es caer en una trampa, ya que niega que el espíritu interior se pueda liberar del dominio físico, lo que puede conducir en el ser humano a un estado de carencia de alma, ya que el contacto con la Fuente disminuye con el tiempo. O, tal vez, esta agenda materialista y transhumanista atraiga a aquellas personas que ya carecen de una encarnación plena del alma-espíritu.

Puede que haya personas que anden por ahí físicamente encarnados, en cuerpos físicos, pero que carezcan, a falta de una palabra mejor, de alma. Rudolf Steiner hizo notar esto hace cien años cuando afirmó:

 «…en nuestra época está apareciendo una especie de excedente de individuos sin ego [«yo»], que no son verdaderamente seres humanos. Esta es una terrible verdad… Si no los miramos de cerca dan la impresión de ser humanos, pero no los son en el sentido más pleno de la palabra.1

Steiner nos advirtió que fuéramos conscientes de que lo que nos encontramos como seres humanos en forma humana puede que no siempre sean lo que parecen ser. Afirmó que la apariencia externa puede ser solo eso: apariencia. Y añadió: «Encontramos personas con forma humana que solo son individuos en su apariencia exterior… en realidad, se trata de seres humanos con cuerpo físico, etérico y astral, pero en ellos se encarnan seres que se sirven de estos individuos para operar a su través.»2 A lo que esto se refiere es que los cuerpos humanos pueden ser receptáculos para que otros seres actúen a través de ellos.

Esto sugiere que el mundo del «espíritu» –o de lo oculto– puede que no siempre sea lo que hemos pensado que es, ya que hay actores y fuerzas que ejercen una gran influencia dentro del mundo físico. Y algunas de estas influencias actúan a través de la presencia de ciertos individuos que pueden parecer «normales» exteriormente. Desde este punto de vista, en la humanidad actual opera una espiritualidad completamente distinta, a la que me he referido repetidamente como la Inversión. De ello se desprende que ciertos grupos de poder, y sus miembros individuales, están influidos (y quizá dominados) por una especie de seres no humanos (fuerzas entrópicas) que pretenden poner en práctica objetivos no humanos. En este caso, tales grupos e individuos mostrarían una clara carencia de «alma», es decir, de empatía y compasión, y a los ojos de los demás parecerían mostrar tendencias casi sociopáticas. Pero, al mismo tiempo, tales personas pueden parecer inusualmente carismáticas y son capaces de ejercer una gran influencia sobre otras personas, especialmente con sus palabras y discursos, mientras que ellas mismas están emocionalmente atrofiadas. Si echamos un vistazo superficial a las acciones de muchos líderes, políticos, empresas, instituciones financieras, etcétera, podemos ver una ausencia evidente de comportamientos o intenciones anímicos. Antes bien, muchos de estos individuos y grupos parecen decididos a recortar las libertades humanas, la soberanía y el empoderamiento interior. Si Steiner viviera hoy, sin duda diría que lo que estamos presenciando actualmente en el plano físico es un acto de terraformación desalmada del planeta y una manipulación controladora de la experiencia vital humana por parte de fuerzas nefastas que tienen objetivos e intenciones antihumanas.

Es más, tales seres podrían actuar con la motivación de intentar bloquear la conexión de otros seres humanos con su propio impulso interior/espiritual individual. Mediante una serie de acciones, podrían centrarse en distraer a la gente de la noción de una realidad metafísica y de su conexión inherente con la Fuente (o con un reino de inteligencia vital consciente más allá de la realidad material). En casos extremos, estos agentes podrían incluso apuntar al cuerpo humano biopsíquico con la intención de sabotear el recipiente para convertirlo en un vehículo menos viable para la encarnación del alma-espíritu. ¿Qué otra cosa podrían esperar conseguir? De nuevo, refiriéndome a Rudolf Steiner, él afirmó que: «Su objetivo es mantener toda la existencia como mera vida económica, ir erradicando gradualmente todo lo que forma parte de la vida intelectual y espiritual, suprimir la vida espiritual precisamente allí donde es más activa… y engullirlo todo a través de la vida económica».3

Estas fuerzas entrópicas, que Steiner denomina fuerzas ahrimánicas, distraen a la humanidad de alinearse con su potencial evolutivo y su fuente de desarrollo, introduciendo mecanismos y procesos de estancamiento y decadencia. Para lograrlo, se establece un constructo vital materialista y mecánico específico basado en un dogma racional-materialista y científico. Este es el impulso que ahora impregna el modo actual de la Inversión. Nuestra realidad menor se ha trocado en un territorio aclimatado para las fuerzas entrópicas ahrimánicas.

Para dar una descripción más amplia de este entorno, se trata de uno que cultiva las siguientes características: los nacionalismos antagónicos y las fricciones en torno a identidades étnicas y raciales separadas; la polarización de los partidos y las tensiones políticas; el sometimiento de la vida cultural al poder económico; la mecanización de la industria y la vida moderna; la censura cultural y la corrección política manufacturada; las confusiones identitarias; la división social y la ruptura de las alianzas sociales; la asistencia sanitaria industrializada y corporativa; las estadísticas científicas y los datos empíricos; la búsqueda del beneficio empresarial y los poderosos intereses corporativos; la creciente automatización y artificialidad de la vida humana; la dominación económica; la negación de todas las tradiciones espirituales genuinas; el auge de la tecnocracia y las formas tecnocráticas de gobierno; la creciente gestión social y vigilancia de las poblaciones; la estandarización del entretenimiento y los eventos culturales; la visión de un mundo donde predomina la mecanización sobre lo orgánico;  el aumento de la inmoralidad; la pérdida de valores y tradiciones; y muchísimo más. Steiner también fue explícito al afirmar que el aspecto más peligroso de Ahrimán es que su presencia pase desapercibida, ya que trata de ocultarse. Y añadía: «pensad en todo lo que nos oprime sobre la tierra, lo que nos vuelve aburridos y filisteos, lo que nos lleva a desarrollar actitudes materialistas, lo que nos penetra con un intelecto taimado, etcétera: ahí tenéis una imagen de los poderes de Ahrimán».4 Para muchos, tal progreso materialista parece opuesto a las nociones de estancamiento y decadencia. Y es aquí donde la inteligencia astuta y taimada de las fuerzas entrópicas muestra su fortaleza. Tales «fuerzas ahrimánicas» pretenden bloquear la evolución estimulando una forma particular de progreso; es decir, acelerando todo tipo de procesos mecánicos. Lo podemos ver si echamos un breve vistazo a los acontecimientos de hoy en día: casi todo tiene accesibilidad total veinticuatro horas al día y siete días a la semana; distracciones continuas a través de dispositivos en línea; proyectos a corto plazo; presión para obtener resultados rápidos, etcétera. Las fuerzas ahrimánicas organizan esta aceleración deliberadamente para evitar que el ser humano desarrolle y madure su ser interno, e impedir que las personas alcancen una relación plenamente consciente con los impulsos de desarrollo. Estas fuerzas están moldeando personas superficiales, sin mundo interior, que actúan y piensan automáticamente y se alinean con una sociedad de mentalidad mecánica.

Lo que ocurre en este caso es que hay un impulso deliberado para acelerar los asuntos prematuramente, lo que creará un mayor desequilibrio. La libertad individual y la autonomía de la vida interior forman parte de la herencia innata de la humanidad; sin embargo, fuerzas opuestas actuarán para frustrar, ralentizar e incluso bloquear el desarrollo humano. Un aspecto de estas fuerzas actúa a través de espejismos y fantasías oníricas (metaverso), mientras que otras pretenden empujar a la humanidad hacia un materialismo más profundo (automatización – transhumanismo). En esta mezcla podemos ver la fantasía vacía engranada con la mente automatizada. El destino de estas fuerzas entrópicas es una cultura oscura y profundamente materialista, dentro de la cual cualquier rastro de seres humanos libres e individualizados se convertirá en un objetivo que posiblemente intentarán ir destruyendo. Lo que se pretende es desviar al ser humano para que no desarrolle una consciencia individualizada y encaminarlo hacia masas dóciles, una forma de pseudohumanidad. También puede decirse que estas fuerzas representan la naturaleza inferior de la humanidad, tal y como se expresa egoístamente a través de las culturas comerciales-consumistas, llenas de personalidades superficiales. Es la mirada hacia afuera que busca lo material y que niega el espíritu interior y la consciencia expansiva. Las personas que están profundamente inmersas en el materialismo muestran una «consciencia ahrimánica»; las formas sociales de individualización responden a pulsiones egoístas e individualistas. El auge de estas fuerzas entrópicas en nuestras sociedades se manifiesta a través de la creciente popularidad de las palabras vacías. La comunicación profunda se convierte en emoticonos, palabras abreviadas, mensajes de texto cortos, eslóganes y twitteos. Las palabras y el lenguaje quedan subsumidos por fuerzas subconscientes, y la gente es cada vez más ajena a ello. Como se suele decir, los demonios del materialismo hablan a través de palabras vacías.

 Continuará …

[Este artículo se ha extraído del nuevo libro de Kingsley L Dennis The Inversion: How We Have Been Tricked into Perceiving a False Reality (Aeon Books, September 2023). Existe una versión en español pendiente de publicación]

 

Referencias

1 Cited in Grosse, Erdmuth Johannes (2021) Are There People Without A Self? Forest Row: Temple Lodge, p31-2

2 Cited in Grosse, Erdmuth Johannes (2021) Are There People Without A Self? Forest Row: Temple Lodge, p60

3 Cited in Grosse, Erdmuth Johannes (2021) Are There People Without A Self? Forest Row: Temple Lodge, p63

4 Steiner, R. (2009) The Incarnation of Ahriman: The Embodiment of Evil on Earth. Forest Row: Rudolf Steiner Press, p1

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