Siempre es necesario cuestionar críticamente nuestros supuestos y la información que inspira nuestro comportamiento social. En este sentido, me propongo echar un vistazo a las manifestaciones colectivas actuales acerca de cómo la pandemia ha ido redefiniendo nuestras pautas y relaciones sociales. También examinaré estos patrones desde la perspectiva de la psicología de masas, la intoxicación mental y una solidaridad reprogramada. Según el profesor Mattias Desmet,[i] las cuatro condiciones que posibilitan la conformación de las multitudes –popularmente conocida como psicología de masas– son: la falta de vínculos sociales, experimentar la vida como algo sin propósito ni sentido, la ansiedad sin motivo aparente, y la frustración y agresión desorientadas. Desde hace décadas, estos padecimientos se han ido acumulando en nuestras sociedades modernas. Como mencioné en un ensayo anterior,[ii] la ansiedad social y el sufrimiento psicológico ya aumentaban exponencialmente incluso antes del brote pandémico del 2020. Las bases para establecer una psicología de masas existían en muchas, si no en la mayoría, de nuestras sociedades y culturas industrializadas antes de la experiencia traumática de la actual pandemia. En tales coyunturas de vulnerabilidad psicológica se puede lograr rápidamente un cambio de adscripción, es decir, una transferencia de identificación. Lo que probablemente ha ocurrido en los últimos dieciocho meses ha sido un proceso generalizado de reprogramación de la solidaridad.

El profesor Mattias Desmet cree que el mundo ha experimentado un enorme ritual global que ha establecido una nueva forma (una forma recalibrada) de vinculación social. Desmet también afirma que esta psicología de masas recién llegada es una forma de compensar muchos años de individualismo extremo en los que la gente sentía que necesitaba buscar nuevos y diferentes lazos colectivos de solidaridad. Esta nueva solidaridad libera a las personas de su anterior aislacionismo y atomización. Es un método de reagrupación comunitaria programado y gestionado socialmente que se está llevando a cabo a escala mundial. Además, se está gestando a través de un ritual. Los rituales no son solo para situaciones religiosas o sagradas; por definición, un ritual es «una sucesión de actividades, que incluye gestos, palabras, acciones u objetos, que se realizan según una secuencia establecida».[iii] Es decir, son una serie de acciones que se desarrollan según un orden prescrito. Y ese «orden prescrito» puede llegar a través de un acuerdo, por imposición, o por una mezcla de ambos. La participación en los rituales también desarrolla un grado de lealtad al grupo/agrupación mediante la adhesión y la realización de actos que apoyan las narrativas principales. Estos actos de obediencia (conjuntos de comportamientos) pueden considerarse rituales, similares a los rituales religiosos más conocidos que se llevan a cabo para demostrar la lealtad a una fe religiosa específica. Cuando los actos sociales se realizan a través del apego emocional a un ritual, se establece una forma de «lealtad hipnótica» de la que es muy difícil desprenderse. Esto puede conducir a una forma de ética errónea que puede hacer que las personas se involucren en actos de auto-sacrificio para mantener lo que se les ha hecho creer que es su posición ética. A las personas atrapadas en la hipnosis de masas se les hace creer sinceramente que las narrativas dominantes son correctas y que tienen razón al seguirlas y apoyarlas, incluso cuando la evidencia apunta a lo contrario. En otras palabras, estas personas creen firmemente en la rectitud moral de su posición, lo que les da un mayor sentido de solidaridad y justificación. Del mismo modo, durante las Cruzadas cada bando sentía que estaba llevando a cabo «la obra de Dios» al participar en una matanza masiva. Lo que vemos aquí es una condición de ética desplazada.

Las personas que se ven inmersas en una psicología de masas o multitudes tienden a protegerla y mantenerla, ya sea consciente o inconscientemente. Por ello, lo más probable es que rechacen cualquier información contraria cuando se les presente, o incluso la posibilidad de que se les muestre dicha información. Esto equivale a un estado de hipnosis inducida leve, que ha pasado de una identificación externa a un estado de auto-mantenimiento. Es decir, las personas participan en el proceso de su propia hipnosis inducida. Esto puede sonar inverosímil para algunas personas, pero es preciso observar las condiciones que se dieron para permitir tales estados de hipnosis. Esto se debe en parte a que muchas de las personas que aceptaron el desvío hacia la formación de una psicología de masas ya estaban experimentando un descontento psicológico posiblemente porque percibían una falta de propósito y sentido de la vida, sentían aversión a sus trabajos, o una inquietud y ansiedad generalizadas, o cuestiones similares relacionadas con su estado de vida anterior. En estos casos, la forma de interrumpir la hipnosis no consiste en intentar persuadir a estas personas para que vuelvan a su «antigua normalidad», con la que no estaban contentos anteriormente, sino en buscar formas de aliviar la fuente de su descontento psicológico. Y esto sugiere una transformación radical de nuestros sistemas sociales y culturales y de nuestras formas de vida; es más, apunta a un cambio que se aleja del creciente materialismo, la automatización y la dependencia tecnológica y se adentra en un camino que celebra más la belleza y el significado de ser humanos.

 

Hipnosis masiva de solidaridad

Las personas susceptibles a la psicología de masas son menos propensas a responder o ser sensibles a la argumentación y el debate racionales. Esto se debe a que no se alinean con la narrativa principal mediante el razonamiento, sino más bien a través de una forma de «intoxicación mental» que desencadena una transferencia del vínculo social a la solidaridad de masas recientemente establecida. Estos desencadenantes son, en general, más eficaces cuando se presentan a través de estados emocionales, que suelen estar basados en el miedo, las (in)seguridades y la mortalidad. Cuando estos factores desencadenantes relacionados con el miedo se intensifican y amplían a través de la cobertura mediática a gran escala, la mayoría de las narrativas alternativas, si no todas, se desacreditan, se descartan y se ignoran. En estos estados emocionales exacerbados, las decisiones cognitivas quedan anuladas por las circunstancias interpersonales. Es importante destacar que la narrativa apoyada por el estado (el nuevo consenso) proporciona a las personas un objeto con el que relacionar su ansiedad:  tienen una representación mental de cuál es la causa de la misma. Su condición anterior de ansiedad flotante se ha anclado, y las personas sienten que entonces son más capaces de controlar sus frustraciones. Quitarles la creencia en la narrativa impuesta de forma dominante enfrentaría a las personas con su malestar inicial y su descontento psicológico. Por esta razón, una vez que se han establecido es difícil romper o detener tales configuraciones psicológicas colectivas; cuando ya se ha construido el patrón psicológico y la identificación emocional, es difícil deconstruirlo: se ha instaurado una importante solidaridad colectiva que deja huella en la mente de las masas.

Otro factor que refuerza la psicología de masas es que las narrativas dominantes impuestas parecen hablar con una sola voz colectiva. Son más claras en lo que representan y parecen proceder de un lugar de consenso unificado (es decir, aquel donde todos los actores estatales y afiliados al estado muestran un acuerdo público). Es importante que no haya un desacuerdo público sobre los relatos. Esta sensación de claridad externa refuerza aún más la cuestión como un acto ritual, una formación hipnótica. Las otras voces que se manifiestan en contra de las narrativas dominantes impuestas no son consideradas ni vistas como coherentes porque se expresan con muchas y variadas voces. Esto suele deberse a que provienen de muchas y variadas fuentes que tienen libertad para decir las cosas de diferentes maneras. Sin embargo, esta aparente falta de coherencia narrativa es más débil a la hora de enfrentarse u oponerse al colectivo hipnotizado. Aquellas personas que siguen sin estar seguras y no se deciden del todo son más propensas a elegir la «narrativa multitudinaria» porque la argumentación de las masas aparece falsamente como más sólida. Quienes están atrapados en la programación de masas creen que están expresando sus propias opiniones, cuando en realidad se ha producido un hábil juego de manos en el que se les ha proporcionado un conjunto preformado de «paquetes de opiniones» que luego pueden presentar como propias. Por lo tanto, estas personas no expresan opiniones personales a las que han llegado a través de un cuestionamiento crítico individual, sino «paquetes de pensamientos» condicionados proporcionados a través de las técnicas de programación incorporadas al establecimiento de la masa psicológica colectiva. La hipnosis masiva de solidaridad viene acompañada de una colección preparada de conjuntos de opiniones para su dispersión a gran escala. Por muy arraigada que parezca esta situación, siempre existe la posibilidad de contrarrestar la hipnosis colectiva.

 

Recuperar nuestra unidad

Es importante que las personas que ven, perciben y comprenden las contradicciones y la falsedad de los relatos de las masas sigan expresándose. La hipnosis puede ser disminuida o debilitada a través de la exposición continua a la información racional, incluso cuando esta se opone a las narrativas de la psicología de masas.

El primer paso para contrarrestar la psicosis de masas es desconectar la ansiedad de la gente del «objeto» al que se le persuadió que transfiriera su identificación. Esto puede ser comprensiblemente difícil cuando los principales medios de comunicación no están a su disposición, sino que trabajan para mantener la impronta hipnótica de las narrativas de masas. Sin embargo, una forma que permite realizar esta desconexión es presentar un escenario –un «objeto amenazante»– que puede ser mayor que el utilizado en la impronta colectiva original. Por ejemplo, si la gente se diera cuenta de que la actual «crisis sanitaria» podría desembocar en una situación social de totalitarismo, esta constatación podría ser suficiente para despertarla de su hipnosis, ya que todavía tiene la capacidad cognitiva de comprender que dicha tesitura es una amenaza más grave que un agente biológico con una baja tasa de mortalidad.

Los verdaderos problemas que, en primera instancia, crean un terreno fértil para inducir una psicología de masas, son la falta de vínculo social en nuestras sociedades y la percepción de falta de sentido. Esta percepción de falta de sentido y propósito en la vida cotidiana es lo que produce la sensación de ansiedad «flotante». El peligro aquí es que una población bajo la influencia de la psicología de masas –la hipnosis inducida por las masas– es más probable que apoye o esté de acuerdo con un régimen totalitario que mantenga dicha hipnosis. Esta fue una de las razones por las que el nacionalsocialismo alemán (el régimen nazi) tuvo tanto éxito en sus objetivos.

Las personas menos susceptibles a la hipnosis de la psicología de masas solían ser aquellas que estaban en desacuerdo con la ideología que la sustentaba o tenían más experiencia en el uso del análisis crítico de los fenómenos sociales, y/o eran más conscientes de los procesos de condicionamiento social y de los usos de la propaganda dominante. Eran mucho más capaces de detectar desde el principio cómo las narrativas de la psicología de masas trataban a las personas como meras unidades biológicas que había que mover por el tablero. La pregunta que hay que hacerse ahora es: ¿cómo pueden unificarse las personas que se apartan de la hipnosis de masas? Quienes pueden expresarse en contra de la hipnosis masiva necesitan conectarse entre sí. Y su ventaja es que están unificados a través de una comprensión sin dejar de ser diversos en sus orígenes, estructuras de creencias, identidades, etcétera. Estas personas pueden encontrar cohesión en las perspectivas sin dejar de ser individuos distintos e independientes. Esta diversidad e independencia individual aportan más fuerza que una masa colectiva que se ha unificado mediante la programación de una falsa solidaridad.

 

Es importante que las personas con cognición perceptiva reconozcan la puesta en marcha de un ritual global que tiene como objetivo la «reeducación» de la población para que acepte un nuevo modelo de civilización. El acatamiento voluntario de este nuevo modelo de orden, a nivel local, regional, nacional y global, separará a la humanidad de sus propias raíces biológicas y constitucionales. Para avanzar como seres humanos, es probable que tengamos que rechazar ciertos futuros materialistas que se nos proponen. Estas ofertas llegarán con promesas de comodidad y conveniencia; sin embargo, esconderán un trasfondo de desconexión y pérdida del espíritu humano. Si se hace un trato con el diablo, podemos estar seguros de que nuestras almas serán recabadas sin demora. Y la gran verdad que da fuerza a la humanidad es que el alma y el espíritu humanos nunca pueden ser arrebatados sin nuestro consentimiento. En ese sentido, al negarles nuestra conformidad voluntaria, reforzamos nuestra unidad por defecto. La unidad que se establece a través de la percepción consciente es siempre mayor energéticamente que la unidad percibida a través de la programación inconsciente. Si unos cuantos son conscientes de lo que pretende la hipnosis de masas, esto nos brindara una unidad energéticamente más fuerte. Y la manera de romper la hipnosis de masas es alineándose con una verdad mayor que gradualmente resintonizará y recalibrará la vibración energética del colectivo.

 

[i] Psicoterapeuta y profesor de psicología clínica de la universidad de Gante

[ii] https://kingsleydennis.com/el-yo-soberano/

[iii] https://en.wikipedia.org/wiki/Ritual

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