Mucho de lo que las sociedades contemporáneas toman por espiritualidad – rituales, talismanes, ejercicios, etc. – o bien ha sido importado desde otros lugares, o bien se ha adaptado de versiones anteriores, o se ha atrofiado, se ha congelado en un símbolo y se ha vendido como estímulo emocional. ¿Demasiado crítico?

Pues bien, lo que pasa a menudo es que muchas prácticas espirituales que en su tiempo fueron legítimas pierden su funcionalidad cuando se las saca de su contexto original. Cuando esas herramientas precisas se utilizan de una manera aleatoria corren el riesgo de convertirse, en el mejor de los casos, en conjuros o, lo que es peor, en condicionamientos. Cuando esos emblemas de ‘enseñanza superior’ se atrofian – lo que quiere decir que ya no están adaptados a la cultura, el momento, y la gente – con frecuencia desencadenan  una respuesta ‘pavloviana’ en quienes los practican. Se trata  de un estímulo emocional que genera una respuesta automática anhelante y asiduamente gratificante. Tales herramientas que quizás alguna  vez, en un tiempo y un contexto específicos, tuvieron una función muy precisa se transforman fácilmente en tótems fetichistas.

La gente que tiene un deseo genuino de encontrar un camino de desarrollo interno puede ser fácilmente vulnerable a tales mecanismos inconscientes o deliberados. Cuando se trata de manipulaciones deliberadas, estos iconos emocionales pueden conducir a la gente a sentimientos de complacencia, quizás incluso de satisfacción basada en el ego, pero no son el fundamento de ningún tipo de aprendizaje real. No es un camino de deseos, sino un sendero de necesidades y capacidad.

Con frecuencia, las que consideramos como formas culturales de ‘espiritualidad’ apenas son técnicas de condicionamiento. Puede suceder que el impulso original haya perdido su contexto y utilidad; o que sea aplicable a otra cultura en la que fue diseñada; o que sus representantes hayan escogido una ‘mescolanza’ de varias técnicas para dar forma a algo atractivo y ‘holistico’. De cualquier manera la función interna real de la enseñanza se ha perdido.

En el mundo moderno la espiritualidad se ha convertido en su propio mercado, de manera muy parecida a como las antiguas indulgencias saldaban por un precio el perdón de los pecados. La responsabilidad de tener un mecanismo interior de filtración enfocado y atento corresponde al individuo. ¿Vamos a la búsqueda de estímulos emocionales y satisfacción? ¿Queremos inconscientemente encontrar una comunidad para reemplazar alguna carencia en nuestras vidas sociales? o ¿Verdaderamente necesitamos un proceso operativo preciso de desarrollo interno?

La ciega imitación de prácticas que a menudo se nos venden como técnicas  espirituales puede parecer inofensiva. No obstante, el extravío de nuestras necesidades, y el rechazo de una alimentación adecuada, pueden hacer a la persona no solo vulnerable a la explotación sino también ávida de nutrición apropiada. Cómo en el dicho:

‘El pájaro que no conoce el agua dulce mantiene el pico en agua salada todo el año’

 

Estamos viviendo tiempos en los que existe tanto una gran cantidad de energía disponible como una eclosión de consciencia, que estimulan a la gente a re-evaluar su propósito, dirección, y sentido del yo. Al mismo tiempo, muchos de nosotros estamos viviendo en ambientes sociales eclécticos, consumistas, comerciales, que ofrecen posibilidades exorbitantes de elección en la creencia de que ‘más es bueno’. Esto anima a ciertas personas a adoptar, experimentar, degustar, e interesarse por un batiburrillo de delicias espirituales con la esperanza de que la fusión resultante les ‘haga algún bien’. Es, eso parece, un camino bastante complicado para algo que comienza sencillamente – con el yo.

La sociedad ofrece todo el estímulo que precisamos; no necesitamos buscar más. De igual modo, no es necesario que nos retiremos a una cueva para escapar a esa sobrecarga sensorial. Cualquier verdadero esfuerzo espiritual debe estar en armonía con nuestra propia vida. Si existe fricción e incompatibilidad con una vida normal, equilibrada, en tal caso debemos cuestionarnos la ‘espiritualidad’ que estamos ejercitando. No debería existir un planteamiento de ‘o-esto-o-aquello’ ciñendo nuestro propio desarrollo interno. Trabajar en uno mismo también entraña trabajar en la vida. Es la única manera de modelar un yo equilibrado, armónico e integrado.

Hay una historia que cuenta cómo, después de cierto tiempo, una buscadora spiritual encontró un maestro que ella sintió que era genuino y de quien deseaba aprender. La buscadora preguntó al maestro si la aceptaría como discípula.

‘¿Por qué buscas un camino espiritual?’ pregunto el maestro.

‘Porque quiero ser una persona generosa y virtuosa; deseo ser equilibrada, atenta, compasiva, y ponerme al servicio de la humanidad. Ese es mi objetivo’ dijo la buscadora.

‘Bien’, replicó el maestro, ‘esos no son objetivos del camino espiritual; esos son los fundamentos básicos del ser humano que necesitamos antes incluso de empezar a aprender’

 

La sociedad moderna es una vida ‘por encargo’ en la que estamos acostumbrados a recibir aquello que solicitamos – un condicionamiento de demanda-suministro. Debido a ello con frecuencia estamos a merced de la cinta transportadora de suministro-espiritual. Pero los primeros pasos deberían comenzar con la persona dialogando consigo misma. Presentimos un montón de respuestas; disponemos en nosotros mismos de filtros muy refinados que pueden, si los activamos, cribar la mayor parte de la basura que se nos pone por delante. Por tanto necesitamos información. ¿Qué es, en mi cultura y en estos momentos, un proyecto activo correcto de transformación interior? No necesitamos aprender sanscrito para entrar en contacto con un camino activo de desarrollo. Sólo necesitamos perder nuestro condicionamiento hacia la estimulación emocional, el apego a rituales arcaicos y, aun así, atractivos, y nuestro fetichismo con los talismanes y los objetos exóticos. Las tendencias obsesivas con la apariencia de ‘algo más elevado’ son poco más que una fijación de la codicia y un tipo de adoctrinamiento de bajo nivel.

Haríamos bien en considerar que lo ‘espiritual’, como hemos dado en llamarlo, no es otra cosa que la nutrición humana necesaria, un requerimiento diario para vivir. No obstante, como el comer y el respirar, debe estar correctamente integrado en nuestras vidas sin grandes aspavientos. Y, por supuesto, sin olvidar que,

 

‘Si insistes en comprar comida defectuosa, debes estar preparado para que  te desagrade cuando la sirvan’

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