Hoy en día la única solución es moverse constantemente o huir definitivamente.
Paul Virilio, La administración del miedo.
Para muchos de nosotros la vida ha entrado en un periodo de tiempo ininterrumpido que nos da la sensación de velocidad y aceleración. Los acontecimientos se suceden tan rápido que resulta difícil mantenerse al corriente de las noticias sobre las últimas innovaciones, la investigación tecnológica, los descubrimientos, y todo lo demás. Por todas partes están sucediendo demasiadas cosas a un ritmo rapidísimo. Nadie tiene toda la información o es capaz de conectar todos los puntos para ver hacia dónde va todo esto. Simplemente es demasiado, y está disperso por todo el globo. Todo «debería» reunirse en algún momento; pero hasta entonces estamos inmersos en un cambio y un movimiento sin precedentes. El tiempo está literalmente reorganizándose, y en lugar de oponerse a jornadas laborales más largas la gente se involucra en disponibilidades que consumen mucho tiempo; la aceleración del tiempo también tiene que ver con cuántas horas más estamos accesibles. No dejamos la oficina a las seis en punto cuando nos vamos a casa. En un mundo acelerado rara vez nos permitimos el lujo de dejar cosas atrás; se trata de vivir cada vez más en un alargado presente continuo. Podemos imaginarlo como vivir en una ciudad sensorial global abovedada llamada el «sensorio global».
El sensorio global está obsesionado con el instante, que es a la vez el futuro y el ahora; o, más bien, ambos se funden en un instante. Estando presentes estamos viviendo el futuro. Quizá sea esta la razón por la que mucha gente no puede encontrar nada que anhelar porque se diría que más allá del instante presente no hay futuro. La civilización humana ha entrado en un periodo de vida intensificada que muchos experimentamos como de gran velocidad, altamente conectado y denso en información. En la actualidad vivimos en una realidad cinética que está incrementando su velocidad de giro. En lugar de en segundos medimos en milisegundos.
Si unos viajeros espaciales visitasen nuestras vidas modernas probablemente concluirían que estábamos en un estadio tecnológico primitivo de adoración del instantaneísmo[1]. Queremos vivir en lo omnipresente como si nos pudiéramos convertir en participantes, que todo lo ven y todo lo saben, de un mundo nuevo que sucede en «tiempo-real».
Bienvenidos al Ahora del «tiempo-real»
La vida moderna nos ha presionado hasta el extremo de estar obsesionados con el tiempo-real, el a-tiempo, y el «todo-ya». Y tal es el caso, sobre todo, de la vida en los densos entornos urbanos. Siempre se debe evitar (¡erradicar!) el retraso como si fuese un virus peligroso. De hecho, podemos comprar un seguro que nos indemnice si se nos somete a la experiencia de un retraso innecesario. Esperar a que se descargue la página web lenta amenaza nuestro bienestar. El estado previo de «tiempo real» que experimentaban nuestros padres ahora nos proporciona una sensación de inercia. Aquel tiempo real de nuestros padres se equipara con el eufemismo de «tiempo de calidad» que quiere decir estar con la familia, pasar el tiempo en el jardín, o deambular sin rumbo por centros comerciales. Que un tiempo o un acontecimiento, como un concierto de música o un evento deportivo, fuese real solía significar que se hacían los preparativos de viaje para llegar al lugar del evento; se esperaba en una cola para entrar; se encontraban los asientos; y entonces se iban contando hacia atrás los minutos que quedaban hasta que comenzaba el espectáculo. Eso era tiempo real e implicaba el despliegue del tiempo en un sentido muy real.
El tiempo real, tal y como lo conocíamos hace tiempo, adquiere ahora un significado distinto y representa el tiempo lento que existe como dos palabras separadas. Mientras tanto el «tiempo-real» de hoy día es tan instantáneo que para distinguirlo del tiempo real «real» de antaño hay que escribirlo con una palabra con guión. El tiempo-real está entrelazado lingüísticamente y no puede contener un espacio de separación: sucede demasiado rápido como para escribirlo con dos palabras separadas. Tiempo-real quiere decir actualmente que el evento se transmite a nuestras vidas —a nuestro dispositivo o nuestro cuarto de estar— en el preciso instante en el cual está sucediendo sin que tengamos que estar allí. Nos sincronizamos con ello y a la vez estamos lejos. Esa es la realidad del tiempo-real ahora: la descarga inmediata, la transmisión simultánea que no necesita esperar. Podemos acceder a ella mientras estamos en movimiento, en un transporte público o, lo que resulta enojoso, en un restaurante con amigos.
El tiempo-real no es igualitario, favorece a los favorecidos. La alta velocidad casi siempre echa a andar primero para los privilegiados. Y estos son aquellos a quienes se les considera merecedores de disponer de derecho al acceso. El tiempo-real, sí se quiere expresar así, es una economía de acceso: si pagas, consigues que te lo transmitan a tu cuenta.
Pero si navega en tiempo-real y se conecta sin pagar le pillaremos como hicimos con Kim Dotcom[2].
El tiempo como medida, tal y como lo conocíamos, se está haciendo obsoleto. Nuestras ciencias cuánticas nos dicen que todos estamos conectados simultáneamente a un nivel de campo esencial; es decir, siempre estamos tanto «allí» como «aquí». Nuestros átomos girando pueden ser inseparables y estar al mismo tiempo a millones de años luz. En nuestra realidad estamos conectados y separados en el mismo instante. Estamos conectados en secreto y aún así rara vez nos comunicamos verdaderamente. ¿Dónde está en esto la sensación de «tiempo»?
A muchos de nuestros hijos se los anima a entrenarse en técnicas de lectura dinámica acelerada: leer más rápido y comprender mejor para ahorrar horas de tiempo. Los editores de libros para niños ahora venden colecciones de libros de «lectura acelerada» para jóvenes en edad escolar. Una promoción online de Amazon afirma que «miles de escuelas por todo el Reino Unido usan los programas de lectura acelerada para estimular los niveles de alfabetización y el amor a la lectura». Disponemos de libros con títulos como Técnicas de aprendizaje acelerado para estudiantes: aprender más en menos tiempo y Aprendizaje acelerado en tiempos de aceleración. Y, afortunadamente para el lector ávido, están «disponibles para descarga inmediata» de manera que no haya que esperar a la entrega al día siguiente. Actualmente, esperar se considera casi como algo negativo; como si aguardar fuese un obstáculo para conseguir lo que queremos en lugar de algo que nos prepara para poder beneficiarnos de ello. Y además está la velocidad de la información.
La información sin significado solo es, después de todo, un batiburrillo de letras y dígitos. La información se acumula rápidamente pero todavía no está claro si añade algo o no al significado. Actualmente la velocidad de los supercomputadores se mide en petaflops: lo que es muchísimo más rápido que en flip-flops. En junio de 2016, cuando salió la 47 edición de la lista de los 500 supercomputadores más rápidos, el más veloz era el chino «Sunway TaihuLight» de noventa y tres petaflops por segundo. Pero espera un minuto (¡¿un minuto completo?!): ¿qué es un petaflop? Bien, un petaflop es igual a mil billones (1015) de operaciones por segundo, lo que significa que nuestro supercomputador puede llevar a cabo noventa y tres mil billones de cálculos por segundo. Espera un poco: ¿qué significa esto? Realmente nada: qué puede significar cuando la mente humana es incapaz de comprender tales velocidades. Carece de sentido humano y para la humanidad.
Actualmente están sucediendo tantas cosas que es como si hubiésemos entrado en una cámara de eco repleta de datos, información, voces y pensamientos rebotando; y no pudiésemos decir de dónde proceden. Todo lo que podemos llegar a manipular son los rastros que esos datos sonoros velocísimos dejan tras de sí. O quizá seamos nosotros, cuando hablamos por nuestros artilugios y dejamos una parte de nosotros mismos en nuestros mensajes en los medios sociales, quienes nos hayamos convertido en los rastros. Somos como una multitud de códigos fractales archivados en alguna nube (que, por cierto, no es una nube real).
Lugares fractales
El filósofo francés Paul Virilio cree que hemos entrado en la aceleración de la realidad. Dice que en la era actual hemos alcanzado los límites de la instantaneidad, los límites del pensamiento y el tiempo humanos. También, que esta era de realidad acelerada no nos ha conducido al fin de la historia, como algunos nos han querido hacer creer[3], sino al final de la geografía. Virilio dice que hemos contaminado nuestra medida y nuestro sentido de la distancia y del lugar, y eso supone una pérdida del cuerpo, de lo corporal. El tiempo, el lugar y el espacio se fractalizan. Es decir, nuestro sentido histórico de continuidad, de expansión física, se menoscaba y se divide en fractales. Tenemos que detener esta fractalización de la realidad, dice Virilio: ¿pero cómo? Ahora los lugares se están haciendo menos importantes que las conexiones que les sirven. Los que crean el estatus, la significación, son los flujos de interconexión en lugar de las localizaciones físicas. Los centros o concentradores (hubs) solo son tan importantes como los lugares con los que se conectan y el flujo que facilitan. En este caso algunos de los aeropuertos más ajetreados del mundo son aquellos que ofrecen las mejores conexiones en lugar de los mejores destinos finales.
Según las estadísticas actuales, el tercer aeropuerto más concurrido del mundo está en Dubai. Pero Dubai tiene muy poco tráfico como destino final, aparte de gente de negocios y algunos exaltados turistas de compras. Y el aeropuerto más transitado del mundo está en los Estados Unidos. Esto puede que no sorprenda a nadie, pero no es el JFK (New York), el O’Hare (Chicago), o el de Los Angeles; lo es, desde el año 2000, el aeropuerto internacional Hartsfield-Jackson que actualmente recibe alrededor de 105 millones anuales de pasajeros. ¿Y dónde está ese aeropuerto? Pues en Atlanta, Georgia. ¿Quiere esto decir que unos 105 millones de personas visitan anualmente Geogia? Lo dudo. Pero Georgia es un aeropuerto concentrador, que comercia con conexiones, con flujos de tránsito. No es un lugar sino un lugar-conector. En el mundo de alta velocidad del sensorio global el atractor[4] no es el lugar sino los flujos, la posibilidad interminable de movimiento continuo. Igualmente, ya no es la luz lo que atrae al ojo humano (o a la polilla) sino el relámpago: blitzkrieg[5].
Ahora estamos en un blitzkrieg
La guerra es el triste y desafortunado ejemplo de esta táctica militar que consiste en golpear fuerte y rápido de manera que no se la vea llegar. Esta táctica militar se ha transferido actualmente a muchas otras áreas de nuestras vidas modernas: economía, educación, espectáculos, seguridad/policía (drones), videojuegos, comunicaciones e inevitablemente las relaciones sociales. En nuestro sensorio global el tiempo es el culpable: vivimos bajo la cúpula de todo a alta-velocidad.
Esta estrategia se ha infiltrado especialmente en el comercio global y lo ha llevado más allá del entendimiento humano. A medida que el turbo-capitalismo pone en órbita nuestras finanzas, el blitzkrieg de alta-frecuencia, el «comercio flash», se extiende desenfrenadamente en el mercado de valores global del mundo. Esta terminología militar es idónea ahora que las tecnologías que se utilizan en los mercados financieros son tan poderosas como las que se usan en la defensa militar. Tampoco sorprende que los sectores militar y financiero sean ahora los principales patrocinadores de la investigación en inteligencia artificial. Juntos, ambos sectores buscan aprovechar los dominios cada vez más rápidos que ninguna mente humana puede alcanzar. Fue a principios de la década de 1980 cuando los mercados bursátiles globales se conectaron por primera vez en lo que para entonces era tiempo-real; conexión que se denominó «Program Trading». Desde entonces los mercados financieros globales han operado a velocidades cada vez mayores, y de formas cada vez más inmanejables cuando se consideran desde el punto de vista humano. Y a continuación se introdujo el comercio algorítmico, que conduce a unas prácticas de «comercio flash» de alta-frecuencia usando computadores tan sofisticados como los que se utilizan en los niveles más altos de defensa. Lo siguiente que saldrá a escena es el comercio financiero mediante IA (inteligencia artificial).
La mayor parte del comercio financiero carece de un contexto temporal con el que ustedes o yo estemos familiarizados. Es demasiado rápido como para compartirlo entre humanos, y por consiguiente está por encima de la capacidad humana de cognición, más allá de nuestros sentidos, y opera en una esfera de hiperrealidad. Ya no está en manos de operadores; la competencia ya no se negocia, se comercia en un flash, antes de que podamos pestañear. Pero no todo es suave ya que los mercados también tienen sus propios miedos (y los de los intermediarios financieros) en lo que han denominado «el índice del miedo»: el índice de volatilidad del mercado (MVI)[6]. Parece que la instantaneidad, el «comercio flash» de alta-frecuencia y el comercio algorítmico inducen sus propios miedos en los mercados, no es necesario inventar más. Los mercados bursátiles de todo el mundo pueden desplomarse en segundos creando un pánico generalizado. Todo el mundo tiembla ante la posibilidad de una perdida inminente, sin saber de dónde llegará la próxima. De lo único que podemos estar seguros es de que llegará otra vez. ¿Procederá de uno de los superambiciosos «flash boys»? ¿O de la revelación de un esquema piramidal Ponzi? ¿Quizá provenga del resbalón de un dedo humano o del acto exacerbado de un algoritmo?
En pocas palabras, las economías algorítmicas están más allá de nuestra comprensión. El tiempo es demasiado lento para la «inteligencia» algorítmica artificial, que en estos momentos está realizando su propio trafico de información comercial privilegiada. Con anterioridad, las operaciones con información privilegiada y las estafas financieras las llevaban a cabo en tiempo cronológico, horas y días, responsables humanos a quienes se podía poner nombre y avergonzar en juicios mediáticos. Ahora la economía se ha llevado «fuera del tiempo», más allá de la cronología, y hacia una nebulosa. Pero los algoritmos no se pueden llevar a juicio ni encarcelarse, así que todo va bien, ¿vale?
Las economías, y por tanto la deuda, se cuentan por billones y aún así carecen de realidad física posible. Son dígitos ilusorios que por fíat (decreto consensuado) atan y controlan nuestros negocios globales, así como crean y destruyen (es decir, arruinan devastadoramente) a individuos, grupos, corporaciones y naciones. Pero se diría que no hay forma de escapar del sistema actual ya que ahora todos los mercados están interconectados. Al igual que con los aeropuertos, lo que importa más que su localización son sus interconexiones. Para estar «en» el mercado tienes que ser «del» mercado, lo que significa ser una de sus conexiones y seguir la corriente de sus normas y reglamentos. De otro modo se corta tu conexión: muerte económica.
Así mismo, para no enfrentarse a ser desconectado, la vida moderna está aumentando sus siempre-encendidos flujos y conexiones. Y parece que, en cierto modo, las cosas se están saturando.
¿Estamos en el punto de saturación?
La cultura moderna occidental se está encaminando hacia un punto de saturación, y a una velocidad acelerada. Es posible que para activar un punto de inflexión, indispensable para poner en marcha la siguiente fase, se requiera esa alta-velocidad. Al igual que un aeroplano necesita alcanzar un cierto grado de aceleración de alta-velocidad en la pista para iniciar el despegue. Por supuesto, la pregunta que debemos hacernos es ¿qué vendrá después de la saturación?
Ya hay un alto grado de estrés psíquico borboteando en la vida moderna; en gran parte proveniente de la velocidad de la desinformación o la falsa información que llega a toda máquina. La conectividad es genial, sin duda alguna, pero ahora el mundo global ha llegado al umbral de nuestra puerta trayendo consigo nuevos riesgos, nuevas obligaciones y circunstancias sin precedentes. Como es natural la gente se siente abrumada.
En un mundo de actualizaciones constantes siempre vamos retrasados en ponernos al día. La vida se vive cada vez más a través de nuestras bandejas de entrada de emails, mensajes en los medios sociales, perfiles online, cotizaciones, y actualizaciones personales obsesivas. Para estar siempre al día, corremos contra nosotros mismos dentro de un entorno de alta-velocidad e hiperrealidad. Y el ritmo se acelera y nos suplica que nos mantengamos conectados. El resultado es que se ha creado un nuevo tipo de riqueza. En tanto que la riqueza se definía tradicionalmente por la adquisición y el consumo financieros, ahora la «nueva riqueza» se mide en términos de liberarse del tiempo o de tener poder sobre el mismo, disponibilidad, conexión y movimiento. El poder sobre nuestro propio tiempo mental también es una medida de riqueza. Bienvenidos al sensorio global: un aparato sensorial completo, lleno a rebosar de estímulos emocionales, conexiones y flujos, tiempo-constreñido y, para algunos, sobrecarga sensorial. Como manifiesta Virilio: «Yo prefiero la revelación a la revolución»[7].
Descubrimiento de la velocidad
Se ha puesto al descubierto que el tiempo huye y simultáneamente lleva la voz cantante. Nuestros relojes de pared, relojes de pulsera, y una gama creciente de artículos digitales gestionan el tiempo automáticamente. Ya no tenemos que pensar en cambiar la hora para ahorrar luz diurna por las diferencias estacionales ya que nuestros aparatos lo hacen por nosotros. Cuando chateamos online con amigos o colegas de todo el mundo a menudo nos olvidamos (o preferimos no recordar) que su huso horario es diferente. No importa que estén en pijama porque el único momento para hablar es ahora, en tiempo-real. Y si eso quiere decir que una persona (probablemente en el huso-horario minoritario) tenga la mala suerte de tener que levantarse de la cama: que así sea. El tiempo ya no nos ofrece como excusa una ubicación fija. El tiempo es esa zona-de-flujo que nos hace disponibles en tanto se aleja deprisa de nosotros. Solo gozamos de oportunidades brevísimas para decir si estamos o no disponibles, e incluso a veces las decisiones automáticas de nuestros dispositivos nos arrebatan la posibilidad de elegir. Y mediante esto se nos deslocaliza. Pero esta deslocalización ocurre de muchas maneras. Puede deberse a una pérdida del tiempo fijo disponible, o del lugar estable de trabajo; o a estar en una posición en la que no podemos decir «no» a peticiones inoportunas. De hecho, la inoportunidad ha dejado de ser una posibilidad. La vida sedentaria está siendo carcomida hasta que se convierta en un mausoleo.
Nuevas formas de imaginación e innovación, así como toda una nueva gama de impactos están afectando nuestros sentidos. Como especie tratamos de adaptarnos, de reprogramar nuestros sentidos, pero nos enfrentamos a una velocidad de cambio que puede abrumarnos y darnos la impresión de que no podemos mantenernos al corriente o reprogramarnos a tiempo. Esta alta-velocidad afecta y modifica nuestra manera de pensar acerca la causa y el efecto de una experiencia. Nuestra comprensión de la linealidad se está difuminando debido a la turbulenta aceleración de los acontecimientos. Quizá sea hora de sopesarlo antes de que sea demasiado tarde, tal y como se dice en la nueva jerga[8].
Los fragmentos de audio son ideales para el tamaño de los dispositivos que los transmiten. Las imágenes se consumen a toda velocidad y luego se remiten y se comparten a través de Whatsapp, Messenger, Instagram, Snapchat, y las demás aplicaciones, y así hasta el infinito, etcétera: se entiende ¿verdad? Es un movimiento increíblemente rápido de la imagen que se acelera alrededor del mundo como si estuviese dentro de un Hadron Collider[9] social. Nuestros datos –bits de código binario– viajan a una velocidad cercana a la de la luz y se hacen añicos, como si reprodujesen su propia versión del Big Bang. Y todo está sellado dentro de esta perspectiva de alta-velocidad de la realidad. El sensorio global es un todo-incluido absorbente.
Buscar la inercia
Frente a la rápida aceleración y la alta velocidad existe una necesidad acuciante de encontrar un estado de inercia, que no es una actitud de apatía sino de inactividad consciente. La inercia consciente es una neutralización de la aceleración excesiva y el agotamiento debido a la velocidad. Es aprender cómo crear momentos de pausa en medio de la prisa de nuestras vidas modernas de alta-frecuencia. El tiempo es realmente uno de los bienes más escasos y como tal se debe salvar de un ajusticiamiento social. Puede que, como una manera de apartarnos de nuestras vidas de alta-velocidad, resulte necesario intentar desarrollar esos «momentos de pausa».
A medida que el sensorio global se expanda se hará cada vez más necesario desconectar de situaciones que nos distraigan, nos desconcierten o sean ruidosas. En un mundo de alta-velocidad tenemos que asegurarnos de que nuestras energías no nos sean arrebatadas. Se trata de elegir no permitir que los impactos externos nos afecten o entren en nuestro espacio interior privado. En ocasiones el sensorio global debe mantenerse a raya.
Tampoco se trata de dejar atrás el mundo: todavía tenemos que estar relativamente alerta por si acaso algún desconocido del continente africano quiere usar nuestro número de cuenta bancaria para transferir online ingentes cantidades de dinero a su madre agonizante. Se trata de estar atento al mundo en rápida evolución de la información, las discusiones, las emociones y todo lo demás. No se trata solo de crear un retiro físico sino también, lo que quizá sea más significativo, de crear un espacio íntimo mental y emocional de inercia; o, por usar la terminología moderna, de desenchufarse del sensorio global.
La vida en el sensorio global consiste en ejercitar la paciencia y la contención en las condiciones adecuadas si queremos encontrar mejor un equilibrio en un entorno de tan alto-estímulo. La alternativa puede ser que inconscientemente nos veamos absorbidos en una información-diversión 24/7[10] de alta-frecuencia, en un mundo disneificado más parecido a The Matrix en ácido. Puede que necesitemos tomarnos un tiempo libre de la «tablet», de publicar fotos en los medios sociales, o de navegar a través de los mensajes sin fin de Facebook que cada vez están más salpicados de anuncios «personalizados». La vida en el sensorio global es cuestión de saber cuándo soltar las cosas que se nos adhieren.
A veces, como dice la frase popular, nosotros somos nuestro peor enemigo. Estar conectados nos da acceso a un abanico completo de información, noticieros, noticias falsas, cotilleo, cultura de las celebridades y prácticamente todo el escenario mundial. Parece que no hay una época mejor que la actual para estar en control de nuestros sentidos en un momento de sobrecarga de los mismos.
Extraído de su último libro: Los tiempos del bardo: hiperrealidad, alta velocidad, simulación, automatización, mutación, ¿un fraude?
[1] Neologismo del autor que hace referencia a la cualidad de instantáneo.
[2] Kim Dotcom es un empresario finlandés–alemán, hacker fundador del sitio web Megaupload y de otros sitios asociados.
[3] En referencia al tratado de Francis Fukuyama El fin de la historia
[4] https://es.wikipedia.org/wiki/Atractor
[5] En alemán en el original: nombre popular que recibe la táctica militar conocida como «guerra relámpago».
[6] Iniciales del nombre en inglés «Market Volatility Index»
[7] La administración del miedo, Paul Virilio. Ediciones Barataria, 2012
[8] N.T.: En el original expresión abreviada intraducible (W8 up B4 its 2lte) que equivale a «weight up before is too late» valiéndose del sonido de mayúsculas y números: 8 (eight) 4(four) 2 (two).
[9] https://es.wikipedia.org/wiki/Gran_colisionador_de_hadrones
[10] Es una abreviatura que significa «24 horas al día, 7 días a la semana», refiriéndose usualmente a los negocios o servicios que están disponibles durante todo el tiempo sin interrupción.
[11] Los tiempos del bardo – hiperrealidad, alta velocidad, simulación, automatización, mutación – ¿un fraude? (pendiente de publicación en español).