- Ha afirmado que el mayor peligro de la tecnología no es el mecanismo en sí, sino su corrupción de la esencia humana. ¿Cuál es la peor amenaza de la tecnología contra la esencia humana?
Heidegger escribió sobre ello en su influyente ensayo La pregunta por la técnica. Expuso que la tecnología nos incita a adoptar una relación instrumental con el mundo, de forma que tendemos a ver las cosas como medios para nuestros propios fines, en vez de como fines en sí mismas. Si eso se convierte en el modo por defecto de relacionarse con el mundo, nos reduce como seres humanos. Perdemos la reverencia por la naturaleza, nuestra apertura al misterio fundamental de la existencia y nuestro sentido de la sacralidad de la vida. Entonces nuestros corazones se endurecen. En lugar de vivir maravillados, nos encontramos aislados del espíritu, y así es como perdemos el contacto con lo que significa ser humano. Ello se debe a que vivir humanamente es, como mínimo, vivir con nuestros corazones abiertos al misterio de la existencia. Añadiría también que la libertad pertenece a la esencia humana, y cuanto más sofisticada se vuelve la tecnología, más tiende a socavar nuestra libertad. Al decir libertad me refiero a la capacidad de vivir según los ideales, metas y valores que hemos adoptado, no los que nos han sido impuestos. Uno de los efectos de la tecnologización de nuestras vidas es que cada vez estamos más constreñidos y obligados a ajustarnos a un mundo dominado por las máquinas, lo que supone un peligro para nuestra capacidad de actuar libremente.
- Parece dar a entender que la tecnología va en contra del orden cósmico natural, o del flujo de la evolución. ¿De qué modo está la tecnología en oposición con el orden cósmico?
No quisiera decir que toda la tecnología nos sitúa en oposición al orden cósmico. Hay muchas tecnologías que no tienen los efectos devastadores que hemos visto en los desarrollos tecnológicos más recientes. Realmente fue con las revoluciones científica e industrial cuando nos embarcamos colectivamente en una dirección que nos ha conducido a «salir del Tao». El poder de nuestras modernas tecnologías se ha apropiado cada vez más de nuestras actividades humanas, y se debe a que nos hemos dejado vencer por una perseverante actitud instrumentalista según la cual cuanto más eficazmente explotemos a la naturaleza, mejor. Y así nuestras tecnologías nos conducen aún más profundamente al desequilibrio. ¿Cómo puede alguien ver lo que le ocurre actualmente al mundo y no saber que nos estamos rebelando contra el orden cósmico y natural?
- Su propia investigación examina lo que llama «lados sombríos de la tecnología». ¿Son estas «sombras tecnológicas» representativas de nuestras sombras humanas, o una proyección de ellas?
Si consideramos la revolución digital y el proceso de miniaturización que ha tenido la tecnología electrónica, vemos lo increíblemente útil que ha sido para nosotros. El ordenador y el smartphone se han vuelto indispensables para la mayoría, si vamos a funcionar en el mundo contemporáneo. Pero también debemos ver que estas tecnologías fomentan nuestras debilidades. No pueden satisfacer realmente nuestras ansias más hondas. Al contrario, tienden a distraernos y apartarnos de lo que vive en nuestro interior como nuestro propósito profundo, y en cambio caemos presa de nuestros deseos más superficiales. ¡Ahí está la sombra! O una de ellas.
Todos estamos hambrientos pero ¿de qué tenemos hambre verdaderamente? Es tan fácil malinterpretar nuestros anhelos internos. Debemos seguir preguntándonos: ¿qué es lo que nos va a satisfacer realmente? No creo que sea el próximo iPhone o smartwatch de seductor diseño. El factor de «hacernos sentir bien» del brillante dispositivo nuevo no dura mucho porque, al fin y al cabo, es solo una cosa. Y aunque esta tecnología nos permite hacer muchísimo más de lo que haríamos sin ella, no satisface por sí misma el hambre que reside en el alma.
- ¿Diría que hay una brecha infranqueable entre los tecnologistas y los «filósofos del alma» como usted? ¿Qué falta en ese diálogo?
Algunos de los autores sobre tecnología más interesantes y perceptivos han estado plenamente inmersos en el mundo de la tecnología; por ejemplo Sherry Turkle, profesora del MIT, y Stephen Talbott, que trabajó en la industria de los ordenadores durante catorce años. Conozco a varias personas que han trabajado muchos años en programación o en la industria tecnológica y que han reflexionado profundamente sobre ello. Creo que hay mucho espacio para el diálogo. Nuestro punto de encuentro es que todos somos seres humanos. La pregunta crucial es: ¿cuál es la verdadera imagen del ser humano? Creo que esta pregunta es muy urgente ahora, y todos debemos formularla.
- En su último libro se refiere a la «infraestructura del totalitarismo electrónico». ¿Diría que nuestra actual civilización global está transformándose en una especie de tecno-totalitarismo?
Me temo que eso es lo que ocurre, y se ha acelerado en los últimos meses debido al modo en que los gobiernos por todo el mundo han respondido ante la pandemia global del coronavirus. Hay un grave peligro de que en diferentes países, incluso los de larga tradición democrática, los ciudadanos se adapten a vivir en un estado de emergencia que después se normaliza. Nos hemos acostumbrado muy deprisa a las drásticas limitaciones de nuestra libertad que han impuesto nuestros gobiernos, con el pretexto de proteger al público de una enfermedad infecciosa letal (que resulta no ser tan letal como se pronosticaba al principio). Entonces cae sobre nosotros todo el arsenal de la vigilancia estatal, el rastreo y seguimiento electrónicos, las transacciones sin efectivo, los pasaportes de inmunidad y demás.
Debido a la naturaleza global de la pandemia, ha habido cierto grado de armonización en la forma de enfrentarse a ella que han tenido los gobiernos. Las organizaciones globales como la ONU, la OMS y el WEF (Foro Económico Mundial) son jugadores clave que influyen sobre los gobiernos. Hay ahora un intento, respaldado por la OMS y la ONU, de crear un marco legal global para afrontar la pandemia. Aunque esto puede parecer perfectamente razonable, me inquieta un poco. Puedo prever una situación futura en la que no se permitirá viajar al extranjero a quien no haya sido vacunado. Y eso podría ser lo mínimo que nos espera.
El filósofo italiano Giorgio Agamben, que ha criticado abiertamente la reacción del gobierno italiano ante la pandemia, ha advertido que nos encaminamos rápidamente a una situación en la que podemos encontrarnos con que nos controlan más eficazmente que en cualquiera de los viejos regímenes totalitarios fascistas y comunistas de mediados del siglo XX. Y eso es gracias a las infraestructuras electrónicas que ya se han instalado y se actualizan constantemente en tantos países del mundo.
- También afirma que el ecosistema electrónico permitirá que híbridos máquina-organismo reemplacen a los organismos naturales como parte de una extensión del control humano sobre la naturaleza. Esta tecnología, ¿hasta qué punto supone una «sustitución de la naturaleza?
Le daré un ejemplo, que no es exactamente un híbrido máquina-organismo, pero es una máquina que imita a un organismo vivo y se ha diseñado específicamente para hacerse cargo de las funciones de esa criatura en concreto: la abeja de la miel, que ha sufrido una enorme disminución en las últimas décadas. Dado que es vital para la polinización de multitud de cultivos distintos, la reducción de la abeja de la miel ha causado mucha preocupación.
Hay una gran cantidad de pruebas que indican que el uso de insecticidas, especialmente los neonicotinoides, es perjudicial para las abejas, lo cual no resulta sorprendente ¡dado que son insectos! Pero las abejas también son muy sensibles a la electricidad y muchos estudios también señalan que la saturación de la atmósfera con campos electromagnéticos es otro factor importante de su declive. Así pues, ¿qué mejor solución al problema de la abeja de la miel que diseñar una «abeja robot» que la sustituya? No se verá afectada por esos contaminantes, de modo que podemos usarla sin tener que preocuparnos por su salud o la posibilidad de que se extinga, porque se podrá producirlas masivamente. Y además una abeja robot no nos picará. Por tanto, en la última década, varios laboratorios por todo el mundo, uno de los cuales está situado en Harvard, Estados Unidos, han estado desarrollando diversos diseños de robo-beja, para crear una criatura artificial que reemplace a la auténtica. (¿Pero harán miel? ¡No lo creo!).
Lo que vemos aquí es la mentalidad tecnológica interviniendo en la naturaleza y, en lugar de que tomemos las medidas necesarias para reducir las amenazas a la abeja de la miel, su aflicción se considera una oportunidad de confeccionar un nuevo producto comercial que las sustituirá. Esto es solo un ejemplo y, desde luego, no es el único, de innovaciones tecnológicas diseñadas para reemplazar a criaturas vivientes.
- Pregunta en su libro si la gente está preparada para hacer que su desarrollo interno (el «retorno al interior») sea parte de su vida. ¿Es el «retorno al interior» la única forma de contrarrestar la invasiva dominación de la tecnología?
Lo que observo, tanto en mí mismo como en otros, especialmente desde que el uso de teléfonos móviles y, después, smartphones se ha extendido tanto, es que adoptan el papel de «compañero constante», al que nos volvemos para que nos consuele y tranquilice, casi como si fueran nuestros mejores amigos. Sherry Turkle, a quien he mencionado antes, escribió un libro en 2005 titulado El segundo yo, en el que exploraba el papel psicológico de nuestros dispositivos digitales y cómo hemos llegado a remitirnos a ellos constantemente. Podemos sentir que nuestra vida entera está, de alguna forma, «en ellos», y a medida que vivimos cada vez más nuestras vidas online, perderlos o que se rompan puede parecer una pérdida devastadora. Algunas de las personas que entrevistó Sherry Turkle dijeron que cuando su dispositivo falló ¡se sintieron como si hubieran perdido sus vidas! Era como una muerte.
Por eso es tan importante que sigamos retornando al interior. En las sagradas tradiciones del mundo existe la figura del compañero interior, descrito a veces como nuestro ángel de la guarda, o el «amigo interior del alma» sufí, o el Cristo interno. Incrementar nuestra relación con esta trascendente figura interior es una parte importante del trabajo de desarrollo espiritual. Nos enseña a recordar que hay un nivel nuestro más elevado, «lo inmortal en la persona mortal», con el que tenemos que seguir intentando conectar. ¡Nada fácil! Pero puede verse cómo nuestros dispositivos digitales pueden suplantar esta tarea mucho más importante, presentándonos un falso «segundo yo» o «compañero interior» en lugar del auténtico. Si podemos trabajar aumentando la conexión con nuestro verdadero «amigo interno», podremos entonces fortalecernos interiormente y ser menos dependientes de la tecnología.
- Hace una referencia intrigante a que Rudolph Steiner consideraba la electricidad como luz en un estado caído, degradado. Aquí hay una sugerencia de que la electricidad es a Lucifer lo que la Luz es a la Fuente Sagrada. ¿Es el envolvente «electro-esmog» una forma de cortar la conexión humana con su sagrada Fuente?
Steiner tenía muchas cosas extremadamente interesantes que decir de la electricidad. Y una de ellas es que debería considerarse como luz en un estado submaterial. Es decir, luz que ha caído por debajo del nivel de la naturaleza, hasta lo que él denominaba «subnaturaleza». Por ello nos advertía que receláramos de construir toda nuestra cultura sobre la base de la electricidad, porque su tendencia es apartarnos de la naturaleza y bajarnos a la subnaturaleza.
Uno de los propósitos del lanzamiento del 5G es fortalecer el «ecosistema electrónico global», en el que funcionan nuestros ordenadores, grandes, pequeños y minúsculos. Pero cuanto más vivimos nuestras vidas a través de las tecnologías electrónicas, más nos alienamos del mundo natural. El ecosistema electrónico se convierte en una especie de rival de los ecosistemas naturales, en el sentido de que es el entorno en el que cada vez pasamos más tiempo, y nunca tanto como en estos últimos meses pandémicos. Pero si el mundo en el que nos sentimos más seguros es el que transmite la luz de la pantalla del ordenador, ¿qué ocurre con nuestra relación con la luz del sol, por no hablar de las flores y árboles, el viento y la lluvia?
Es importante plantearse cómo se diferencian la luz de la pantalla y la del sol. ¿Qué vive dentro de la luz del sol? Steiner decía que es la vestidura del Logos cósmico. Con ello, reiteraba una antigua enseñanza. En los Salmos encontramos a Dios envolviéndose en una prenda de luz. No puedo extenderme sobre esto aquí. Le dedico un capítulo de mi libro. Todo lo que diré es que la vestidura de luz en la que se envuelve la divinidad no es, y simplemente no puede ser, la luz que emana de la pantalla de un ordenador.
- Si la I.A. y la electricidad son dos lados del mismo fenómeno, puede considerarse a la I.A. como una manifestación de la energía en su «estado caído». Por tanto, ¿considera que la I.A. es una manifestación de lo que Steiner llama las fuerzas ahrimánicas?
Cuando consideramos a qué tipo de inteligencia se refiere el término «Inteligencia Artificial» vemos que se descompone en un concepto enteramente cuantitativo. Es algo totalmente medible, y se mide por el número de «cálculos por segundo» que puede realizar una máquina. Los ordenadores pueden efectuar operaciones lógicas de manera extremadamente rápida y, por tanto, pueden programarse para producir cualquier cantidad de resultados diferentes. Esto puede dar la impresión de que nuestras máquinas son increíblemente listas, mucho más que nosotros, pero es un tipo de inteligencia que excluye cualquier comprensión verdadera. Realmente no saben lo que están haciendo. Es inteligencia sin consciencia. Es mera pericia en un vacío de sentido. Carece por completo de alma.
¿Qué es, entonces, lo que se manifiesta en esta inteligencia extremadamente lista, pero totalmente fría y desalmada? ¿Podría decirse que es la manifestación de un ser espiritual? Si es así, ¿qué tipo de ser espiritual podría ser? Una forma de responder a esto es ver la clase de efecto que produce la Inteligencia Artificial en nosotros en nuestra vida cotidiana. Por ejemplo, ¿cómo te sientes cuando al pedir algo online te ves obligado a poner todos estos detalles en las casillas de diálogo y los menús desplegables, y luego tienes que marcar esta casilla y aquella, e interpretar unas letras ilegibles para demostrar que no eres un ordenador? Y si te equivocas una sola vez, tienes que volver y, en algunas casos, empezar desde el principio otra vez. Yo personalmente me siento coaccionado, al ser obligado a ajustarme a los exóticos requerimientos de estos algoritmos. Siento como si me estuviera encontrando con algo fundamentalmente antihumano.
En estas pequeñas experiencias cotidianas de interactuar con esta inteligencia, podemos empezar a detectar la naturaleza de aquello con lo que estamos tratando. Creo que es mejor no apresurarse a darle un nombre, más bien deberíamos observar tan detenidamente como podamos lo que estamos experimentando, como si nos relacionáramos con una persona, y luego podemos construir una imagen del «¿Quién?» que hay detrás de la I.A. Al personificarla de este modo, aprendemos a reconocer su firma en muchos aspectos distintos de la vida. Nos la estamos encontrando constantemente, y también podemos verla en las tendencias y pautas mucho más vastas que ocurren en el mundo.
- ¿Cómo respondería a la noción de que las fuerzas tecnológicas actuales –5G, rastreo de vigilancia, el internet de las cosas– representan un nuevo «orden divino» que está descendiendo sobre el mundo? ¿Está surgiendo un nuevo mito, una batalla arquetípica de las fuerzas de la Luz y la Oscuridad?
No soy muy partidario de establecer este tipo de dualidades, porque entonces caemos en la trampa de vernos como pertenecientes a las fuerzas de la luz y demonizamos al Otro porque pertenece a las fuerzas de la oscuridad. Aunque bien puede disgustarnos gran parte de lo que está sucediendo en el mundo, debemos tener cuidado de no definirnos solo en términos de aquello a lo que nos oponemos, sino más bien en términos del futuro positivo por el que estamos trabajando. Una parte de esto es mirar a lo que sentimos que necesitamos desarrollar en nuestro interior humanamente, porque esto puede entonces servir de contrapeso a lo negativo que vemos aproximarse. Puede fortalecernos, de manera que podamos enfrentarnos a ello en nuestro propio terreno, en lugar de que lo negativo determine el terreno en el que estamos.
- Ha afirmado que uno de los retos a los que nos enfrentamos hoy es «superar la desensibilización colectiva con respecto a estas sutiles fuerzas vitales». ¿Qué quiere decir?
La vida urbana moderna nos ha desensibilizado de la naturaleza y la revolución digital lo ha acentuado. Para armonizarse con las fuerzas vitales de la naturaleza hay que pasar mucho tiempo fuera, en los elementos, en diferentes condiciones de luz, en el sol y la lluvia. Hay que pasar tiempo con las plantas y relacionarse con la tierra, los insectos, los pájaros e incontables otras criaturas. Y hay que pasar gran parte de este tiempo no haciendo nada. Simplemente estar abiertos, y abiertos al Ser. Es a lo que se refería Heidegger cuando decía que la «apertura al Ser» define la esencia humana. Solo estar presentes a lo que hay ahí. De este modo podemos empezar a superar la desensibilización colectiva a las fuerzas sutiles de la naturaleza.
- Lo más brevemente posible, ¿cómo ve el futuro a corto plazo de la humanidad y la vida en este planeta?
Hay una tendencia muy poderosa hoy en día en la que se hallan atrapados muchos seres humanos. Parece que muchos sienten que ya no pertenecen al planeta y les atrae cada vez más el nuevo mundo electrónico ¡que ha anunciado recientemente que es un «ecosistema» por sí mismo! La implicación es que puede ofrecer un hábitat para el alma humana. No hace falta mucha perspicacia para ver que cuanto más tiempo pase la gente online, más se aparta de su alianza con el planeta.
Uno de los más poderosos síntomas del abandono de la alianza con el planeta es la fantasía de abandonar literalmente la Tierra y colonizar Marte. Esta fantasía se ha apoderado de las mentes de algunas personas muy ricas e influyentes, como por ejemplo el empresario billonario Elon Musk y científicos célebres como Brian Cox y el fallecido Stephen Hawking. Es sintomático de una especie de renuncia a nuestra responsabilidad con la maravillosa Tierra en la que vivimos. Creo que muchas personas ya han hecho esta renuncia interior, ayudadas y asistidas por sus vidas online, y por eso la fantasía de abandonar la Tierra a su suerte parece tan atractiva.
Esto indica la apremiante necesidad de tomarnos mucho más en serio nuestra responsabilidad con la naturaleza, reconociendo que esta Tierra es nuestro lugar como humanos y que a ella le debemos nuestra lealtad fundamental. Cargar con esta responsabilidad es también cargar con el gran peso de la culpa, dolor y desesperación que tantos sentimos cuando leemos noticias o vemos imágenes de la incesante devastación que estamos infligiendo colectivamente a la Tierra y a las criaturas que nos acompañan.
No obstante, debemos sobreponernos al efecto paralizante que esto ejerce sobre nosotros y ver qué podemos hacer para curar las heridas de la naturaleza. Por supuesto, podemos participar en campañas, firmar peticiones e intentar comprar con más cuidado, pero también debemos atender a lo que nos es más cercano, para poder estar más firmes en la Tierra. Cada jardín, cada terreno, por muy pequeño o modesto que sea, es un punto de contacto con la naturaleza. Nos invita a cuidarlo y atenderlo, para ayudar a que crezcan en él las fuerzas vitales. Y si no tenemos un jardín, podemos pasear por la naturaleza, aunque sea el parque local, y prestar atención a los abundantes milagros cotidianos. Es absolutamente crucial que prestemos atención a la naturaleza, porque así nos enraizamos en la Tierra.
Muchos de nosotros sentimos temor por el futuro, pero este sentimiento, por sí, no ayuda especialmente. Tenemos que hacer acopio de fuerzas para enfrentarnos al futuro con ecuanimidad, y convertir en práctica diaria vivir con positividad y esperanza. Y debemos saber que la cualidad de nuestra consciencia de la naturaleza es, en sí misma, un don que cada uno de nosotros puede conferir. Si podemos vivir con más consciencia y aprecio de la sabiduría y belleza que nos rodean, eso ya implicará una diferencia.
Una entrevista con Jeremy Naydler por Kingsley L. Dennis