A muchos, los últimos años nos han dejado esperando el ‘Próximo Gran Acontecimiento’- o algún grandioso milagro televisado.  Recientemente, el mundo se ha llenado a rebosar de catastrofistas y de imágenes de derrumbamientos, violencia y corrupción.  Muchos nos hemos sentido desconcertados, o marginados, hasta la indiferencia.  Se nos dijo que carecíamos de poder para realizar cualquier cambio duradero. Los primeros años del siglo XXI se han centrado en gran medida, gracias a  los medios de comunicación, en la inseguridad; y gobiernos oportunistas han utilizado dicha inseguridad y el miedo para fortalecer estructuras de autoridad impuestas.

Pero en mi opinión, el 2014 será un año relevante que señalará un cambio en las relaciones humanas y en los patrones de pensamiento. Siento que vamos a ser testigos de la aparición acelerada de lo que yo llamo ‘innovadores perturbadores’;  es decir, individuos que actúan como inesperados agentes de cambio. Serán los individuos, no los gobiernos, quienes mostrarán una capacidad mayor para catalizar  la transformación y el cambio en el mundo. Esto es así porque el cambio real ocurre cuando las ‘anomalías’ (es decir, los agentes de cambio) llegan a ser demasiado numerosas como para ser absorbidas por el sistema actual. Esta es la razón por la que, precisamente ahora, son tan importantes individuos y grupos ‘haciendo cada uno lo suyo’.

Todas las grandes ideas e innovaciones afloran desde la periferia como ‘perturbaciones’, a partir de gente que se limita a ‘actuar en solitario’ y seguir su instinto y motivación. Esta es la razón por la cual, en mi opinión, el 2014 será un año importante a nivel individual sin que sea necesario prestar atención a movimientos globales o acciones grandiosas para cambiar.  Para habilitar los cambios que se avecinan se ha instaurado un nuevo arquetipo, al que me he referido como modelo de acción ‘nuevo monástico’, mediante el cual individuos y grupos han empezado a crear nuevas maneras de hacer las cosas, sin fanfarrias ni grandes vallas publicitarias. Ese ‘trabajo monástico’, por así decirlo, pasa a menudo desapercibido y en lugar de buscar visibilidad y atención resulta genuino gracias a su actividad.  El ‘trabajador monástico’, en búsqueda de transformación, escoge un modo de vida con sentido que puede dar lugar a un cambio duradero en quienes se implican en ello. A menudo los trabajadores monásticos se esfuerzan por promover el cambio dentro de sus propias comunidades. Son como gotas de tinta sobre un papel secante, extendiendo lentamente su impacto mediante un quehacer perseverante y creativo. El auge de las comunicaciones globales y las redes distribuidas es lo que hace que, en la actualidad, este modelo sea no solo más atractivo sino además mucho más eficaz. Ahora, los monásticos diligentes pueden conectarse, compartir y colaborar.

Por lo tanto, hacer las cosas a nuestra manera, participar mediante nuestras contribuciones a ‘pequeña escala’, puede tener un impacto mayor del que normalmente tendría. Ahora es el momento ideal para dirigir la mirada hacia nuestras propias vidas, nuestro futuro, y empezar a engendrar en nosotros mismos el cambio que deseamos ver. Es tiempo de examinar nuestros estilos de vida – lo que comemos, nuestras seguridades, nuestras dependencias, nuestras redes, nuestras finanzas, etc. – y de ser verdaderamente honestos con nosotros mismos.

El nuevo monástico actúa a modo de síntesis entre una percepción vibrante del mundo y una manera práctica de hacer las cosas. Es decir, es gente motivada tanto por un espíritu interno como por una visión práctica.  Tales catalizadores del cambio pueden dar sentido y significado a todo lo que hacen – incluso a las pequeñas cosas aparentemente triviales. Obrando con una fuerte visión interna también son capaces de transformar el mundo externo. Nuestros modernos procedimientos de conexión y comunicación pueden conducir a los nuevos monásticos hacia una asamblea en red de ‘corazón-mente-espíritu’ para trabajar con funcionalidad y visión.

Los retos a los que nos enfrentamos puede que aparenten estar fuera de nuestro alcance, pero cada uno de nosotros tiene el poder de escoger como responder ante ellos. Cambiando nuestros patrones de comportamiento desde el materialismo egocéntrico hacia un conjunto de valores centrados en la comunidad puede nutrirse una respuesta considerada y compasiva. Doris Lessing, en su libro Shikasta, cuenta como  ‘la Tierra rota’ necesita recuperar las energías de la ‘Sustancia de la que sentimos’* Es muy posible que las claves de nuestro desarrollo colectivo se hayan  sembrado dentro de cada uno de nosotros, en nuestro sentido social de responsabilidad – en nuestro impulso innato para reunirnos. La especie humana es, después de todo, una especie social (¡como les gusta recordarnos a los antropólogos con tanto entusiasmo!). Cuando se está confinado en una cueva de ermitaño resulta  fácil comportarse ‘espiritualmente’ –  en ella, nuestros únicos combates los libramos con nuestros propios pensamientos incesantes. Sin embargo, una actividad sincera también requiere que cada individuo comprenda y acepte el papel de su participación social; de su presencia y su responsabilidad con los amigos y la familia, y dentro la comunidad.

Como comunidad global de individuos se nos insta a apoyar y desarrollar una consciencia empática compartida. Mediante una combinación de cambios físicos en los niveles sociales, culturales y políticos la gente, en todo el mundo, está empezando a despertar de la temeridad de nuestra situación. A partir de aquí podrían surgir ‘despertares’ ulteriores a medida que los aspectos irónicos, incrédulos y a menudo absurdos de muchos de nuestros estilos de vida se pongan descaradamente de manifiesto a la escandalosa luz de nuestros tiempos actuales. En los años venideros los nuevos monásticos continuarán emergiendo por todo el mundo, convirtiéndose en agentes del cambio dentro de sus comunidades. Extenderán su influencia a través de las redes sociales – tanto físicas como virtuales.  Para ‘cambiar el mundo’ primero debemos convertirnos en agentes de cambio dentro de nosotros mismos. También deberíamos reconocer que la consciencia humana está inherentemente integrada en cada aspecto de nuestras vidas. La humanidad es integradora por naturaleza y no busca conscientemente separarse.  La consciencia integral es uno de los aspectos de los nuevos monásticos, los cuales son conscientes y responsables de activar su mundo interno en el desempeño de un papel constructivo en la vida cotidiana. Cada persona puede formar parte de esta corriente, con voces y hechos fuertes y convincentes y, al mismo tiempo, desprovistos de ego y grandes declaraciones.

Más que nunca, el año que tenemos por delante tendrá que ver con la gente de base. Se tratará de cómo la gente común puede marcar una gran diferencia; y de los cambios que cada uno de nosotros haga en sus vidas para estar más en línea con el avance. Tendrá que ver con cuán resilientes somos; y cómo nutrimos un estado mental y del ser enfocado y positivo.  También  tratará acerca de integrar nuestros yos espirituales con aplicaciones prácticas en el mundo. Los periodos de transición no son tiempos normales – son fases en las que la acción individual puede tener un impacto mucho más grande en los desarrollos históricos.  Es el momento de que el empeño ‘monástico’ individual acepte el desafío – y la responsabilidad.

Estamos aquí para trabajar para hacer un cambio – es el momento de reunirse. Siento que el 2014 demostrará que realmente el ‘próximo gran acontecimiento’ somos NOSOTROS. O, como diría Doris Lessing, es el momento de nuestra ‘Sustancia de la que sentimos’ – que necesitamos al igual que los viñedos precisan un buen suelo.

*N.T.: En el original SOWF (Substance-Of-We-Feeling)

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