Los rituales son importante, no obstante a menudo son poco provechosos para aquellas personas proclives al hábito y mentalmente propensas a la ritualidad. La palabra ‘tradición’ se aplica hoy en día a muchas prácticas religiosas y ‘espirituales’ socialmente integradas que han arraigado en nuestras culturas. Aun así, en muchos casos resulta posible reemplazar la noción de ‘tradición’ por la de ‘repetición’. Ciertas prácticas y creencias se transmiten de una a otra generación sin modificarse ni adaptarse a circunstancias tales como el tiempo presente y el lugar en el que actúan. Esto es poco más que la repetición de una formula fija que aunque funcionase en su época, en la actualidad carece de su energía cinética interna. Podría decirse que es como la concha de una ostra hace mucho despojada de su perla.
Un ejemplo de ello puede verse en esta historia de un genuino maestro espiritual que fue a un país asiático para abordar el tema de la repetición. El visitante explicó al jeque titular que los ejercicios que estaba recomendando pertenecían a un tiempo pasado y que estaban restringidos a la audiencia específica a la que iban destinados. Puesto que esas condiciones habían dejado de existir, lo que permanecía era solamente el envoltorio externo – un espectáculo. El viejo Jeque, que era el superior de la orden, replicó ‘en un mundo sin luz, acaso hasta un falso destello sea algo a poseer’ y ‘he estado aquí tanto tiempo, y otro tanto mis ancestros, que no podemos cambiar.’ El viejo jeque continuó con su negativa añadiendo a continuación ‘bien podría ser que deseáramos, y creyésemos ser poseedores de secretos… estamos aquí, después de setecientos años, no por nuestra valía o nuestra perversidad, sino porque la gente nos quiere. Quieren magia… muchos pueden seguir un camino inofensivo y sentirse mejores, sublimes. Esto es, en cualquier caso, lo que ellos imaginan que es la espiritualidad.’*
Sin embargo, imaginar lo que podría ‘ser la espiritualidad’, es similar a imaginar que el aire que respiramos es una sustancia. Pero esto no es así, porque si tuviésemos conocimiento de la correcta composición de una substancia descubriríamos que es una mezcla de muchos elementos específicamente ordenados y en concentraciones determinadas. Enfocarse en una sola parte de la sustancia y nutrirse de ella, tal como hacerlo exclusivamente de ejercicios y rituales seleccionados, no sólo es ineficiente sino potencialmente dañino. Usando la analogía del aire que respiramos, sabemos por la ciencia que el aire está compuesto por un 21% de oxígeno, un 78% de nitrógeno, y un 1% de otros gases entre los que están el argón y el dióxido de carbono. Si una persona decidiese seleccionar exclusivamente el componente nitrogenado, y concentrar su ‘ritual’ de respiración sólo en esta parte no seguiría respirando durante demasiado tiempo.
En el mundo moderno las prácticas espirituales están plagadas de repetición; sobre todo porque la repetición refuerza el condicionamiento y los patrones de conducta mentales, emocionales y físicos. Más aún, en tales ‘prácticas espirituales’ la repetición implica a menudo continuar con elementos seleccionados; esto es, aquellos elementos que se ha decidido serán los más útiles para ser transmitidos o destacados. En esos casos necesitamos preguntar – ¿con qué autoridad? Si uno tiene dolor de cabeza puede tomarse una aspirina, pero repetirlo cien veces tendrá un efecto diferente de hacer que el dolor desaparezca… ¡podríamos perder muchísimo más!
En la ciencia de la transformación interior, la repetición puede ser dañina si no guarda la correcta proporción con la totalidad. Aun así, cada uno de nosotros tiene capacidad para reconocer aquello que es genuino; sólo que con frecuencia está ensombrecido por una serie de rasgos adquiridos como pereza, codicia, etc. Una manera de mitigarlo es ser sincero con uno mismo – preguntarse directamente si lo que se está haciendo verdaderamente procura el alimento y desarrollo requeridos. Si existe necesidad de auto-justificarse podríamos preguntarnos ¿por qué?
Precisamente en los últimos años la burbuja crediticia hizo que mucha gente tuviese una falsa sensación de seguridad ofreciéndole la posibilidad de conseguir fabulosas delicias, tal como hacen las promesas de las formas de espiritualidad repetitivas y ritualistas. Debido a la oferta de crédito barato (‘oro falso’) muchos fueron embaucados por un ‘consumismo repetitivo’ De igual modo, mucha gente también se siente atraída por los escaparates de fascinantes ejercicios de transformación interna. Se consumen y se exponen citas y frases, se admiran actos y se alegan milagros. Incluso se comercializan los extremismos: sufrimiento ritual; obediencia automática; premio y castigo, etc. Sin embargo, todos ellos son estímulos emocionales de bajo nivel. Como comentaba un maestro contemporáneo: ‘El aprendiz, en lugar de darse cuenta de que existe un objetivo, se convierte en un aturdido consumidor de excitación y prodigios. Tales ofertas pueden ser ‘consumibles’, no obstante ¿forman parte de una ciencia disciplinada que conforma una enseñanza unificada completa de desarrollo metódico que tiene en cuenta los contextos específicos? Como dice la frase – ¡El oro falso existe únicamente porque existe el oro verdadero’.
La imprescindible evolución interna no es una lista de la compra, ni la adquisición aleatoria de habilidades, ni la consecución de satisfacción emocional. Es una verdadera necesidad interna: actuar sobre ella con sinceridad e intención genuinas puede suponer un inmenso beneficio para el individuo y para el planeta
‘A la gente falsamente espiritual se la reconoce fácilmente porque piensa, como los materialistas, en términos transaccionales. Quieren obtener algo a cambio de alguna otra cosa’ – Idries Shah
* John Grant, ‘Travels in the Unknown East’, Octagon Press, 1992
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