Jamás pensé que me descubriría viendo por televisión los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi, Rusia. No soy una persona especialmente interesada en los deportes o que los vea por televisión, ¡y menos aún los invernales! Pero una tarde de un fin de semana de febrero encendí la televisión y resulta que me encontré con los patinadores artísticos que competían en Sochi. Así que pensé que, antes de ponerme a ver una película que estaba deseando, los miraría un rato. Esos escasos minutos se convirtieron en un par de horas. Me quedé estupefacto por la elegancia, la destreza y la pericia de los patinadores artísticos.  Fue un despliegue de refinamiento, entrega, concentración y belleza que nunca antes había apreciado. De modo que lo estuve viendo una noche, y otra noche…y no solo el patinaje artístico sino el esquí acrobático, el salto de esquí, el esquí alpino, el snowboard, el patinaje de velocidad, , el bobsleigh – ¡el lote completo! Y sigo sin ser un fan del deporte… porque me di cuenta de que no estaba mirando el ‘deporte’ – la competición, el ganador, etc. – sino algo diferente. Estaba contemplando cómo el ser humano participa, y de lo que es capaz mediante el esfuerzo concentrado, la dedicación y el compromiso. Para mí, estos Juegos Olímpicos de invierno suponían un ensalzamiento del ser humano; es decir lo que los seres humanos pueden conseguir cuando adoptan la actitud correcta. Y los resultados pueden ser verdaderamente asombrosos.

Por supuesto, había leído algunas de las críticas sobre los Juegos Olímpicos de Sochi, pero en su gran mayoría habían sido diatribas contra el presidente Putin, los políticos rusos, el comité organizador, etc. Para mí, eso es olvidarse de lo esencial. Lo fundamental es que cientos de personas esforzadas, de todas las partes del mundo,  se reunían con un espíritu de participación y logro. Muchos de estos participantes habrían  estado entrenándose durante los dos años previos sólo para este acontecimiento concreto. Es un acaecimiento, como otros eventos y reuniones que suceden  por todo el mundo, que en verdad constituye un ensalzamiento de uno mismo. Quizá ha llegado el momento de que no sólo reconozcamos este hecho sino de que lo hagamos de una manera fuertemente positiva. ¿Por qué? Porque nuestros canales informativos tradicionales están repletos de noticias negativas que muestran las peores facetas de la naturaleza humana – junto con otras perversidades del mundo. Es cierto, estas cosas están sucediendo, y soy uno de los primeros en aceptarlo. Pero lo que quiero hacer constar es que: centrándonos en las maldades del mundo ¿nos ayudamos a desarrollar nuestra comprensión, nuestras herramientas de progreso, nuestros enfoques positivos y nuestra confianza en nosotros mismos? ¿Estamos nutriendo los mejores aspectos del amor humano? Y si no es así ¿por qué no hacerlo?

Podemos pensar que todo lo que existe en el mundo es obvio y está frente a nosotros. Ese es el resultado de un estilo de vida material que constantemente se nos arroja a la cara de tal manera que nos sentimos abrumados por su presencia. La inmediatez de esa realidad-material (materialidad) tan obvia atrae continuamente nuestra atención. Sin embargo, existen otros elementos de la vida que no son tan fáciles de discernir. Hay momentos en los que debemos estructurar nuestras mentes y tomar decisiones basadas en evidencias externas limitadas. En tanto que nuestro medio ambiente socio-cultural resulta a menudo agobiante, nuestra esfera humana interna está mínimamente desarrollada. Pero lo está de una manera positiva y sutil e igualmente tenemos la obligación de reconocerlo y admitirlo. A veces resulta difícil concretar lo que es correcto hacer. El filósofo Emanuel Swedenberg urgía a la gente a que en su vida cotidiana ‘hiciese el bien que conoce’. Hacer lo correcto y lo incorrecto puede parecer muy similar. Esta es la razón por la que necesitamos basarnos en nuestras propias herramientas de discernimiento. Y dichos instrumentos pueden pulirse u oxidarse dependiendo de nuestras actitudes hacia nosotros mismos y de si nos ensalzamos o no. Blaise Pascal, el inventor, escritor y filósofo francés lo decía de esta manera:

“Existe suficiente luz para aquellos que quieren creer y suficiente oscuridad para quienes no lo quieren”

No tenemos que preocuparnos de encontrar nuestras propias justificaciones, esa es la parte fácil – ¡ellas nos hallarán! A veces la vida puede resultar engañosa, pero eso está bien. Se trata de si insistimos en ello y permitimos que nos desvíe por distracción y a propósito. Seamos honestos, nuestros ambientes socio-culturales – es decir la vida moderna – nos distrae a propósito – basta con mirar el estado actual de lo que llamamos ‘democracia.’ Como escribió el crítico social Herbert Marcuse – “En la civilización industrial avanzada prevalece una confortable, agradable y razonable ausencia de libertad democrática, signo del progreso técnico.” De modo que para afrontar y comprometerse con dicha ‘ausencia de libertad’ (por favor, nótese que no he dicho luchar contra) y transformarla en algo que trabaje a nuestro favor, necesitamos empezar por ensalzarnos  a nosotros mismos.

Necesitamos mirar el mundo a través de nuestras lentes internas y apreciarlo mediante nuestros propios estados internos. Esto es lo opuesto a lo que parece estar sucediendo con demasiada frecuencia; que el estado del mundo trata de penetrar en nosotros e imponerse a nuestro estado interno. Necesitamos cambiar esta relación de manera que en lugar de que la distracción se introduzca en nosotros y decida lo que es, sea el ensalzamiento de uno mismo lo que participe como fuente principal. Plotino, filósofo del siglo III, lo expresaba así:

“Soy amorosa-visión y gracias a la facultad interna de la imagen-vista creo… miro dentro y las imágenes del mundo material adquieren existencia a medida que caen desde mi nidada”

Por nidada, Plotino entiende la reflexión interna profunda o contemplación.  Ella nos informa de que si estamos en un lugar oscuro, las imágenes y los acontecimientos del mundo material también nos parecerán oscuros. Nadie percibe la misma imagen del mundo; eso es responsabilidad de cada uno. Pero si, como Plotino, somos internamente amorosa-visión (ensalzamiento de sí mismo), entonces podemos transformar las ‘imágenes del mundo material’ con lo que nosotros mismos nos transformamos.

No deberíamos permitir que lo presente nos distraiga de la ‘amorosa-visión’ y la ‘imagen-vista’ de un futuro mejor que deseamos contemplar tanto para nosotros como para quienes nos sigan. Está bien ensalzar los logros positivos del ser humano. De hecho, me atrevería a decir que ¡hacerlo es nuestra responsabilidad!

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